“Mi trabajo debería avergonzar a policías”: Habla el padre Solalinde

Los motes de sacerdote policial o pericial le vienen bien. Él los acepta, aunque dice, “deberían darle vergüenza a policías y procuradurías, porque un cura sesentón les gana en capturas e investigaciones”.

Desde hace cinco años, el padre Alejandro Solalinde, coordinador del albergue “Hermanos en el Camino”, de Ixtepec, Oaxaca, se ha dedicado no sólo a dar protección a inmigrantes, sino a identificar a policías corruptos, a descubrir modos de operación de bandas criminales y a recabar pruebas en casos de secuestro, robo o extorsión.

“Dicen que las tareas de investigación son exclusivas de la autoridad, pero debo cuidar a mis ovejitas y si veo que hay un lobo, tengo que conocer a ese lobo, saber dónde pone sus trampas, a qué hora sale a cazar, tantear qué amenaza representa y cómo puedo aniquilarlo”, dice en entrevista con Crónica.

Hoy, ha conformado un pequeño pero efectivo grupo de investigadores, un servicio de inteligencia y hasta un esquema de testigos protegidos al que recurre para armar denuncias.

“Tenía 60 años cuando descubrí a los primeros inmigrantes: desamparos, perseguidos, agraviados, con hambre y sed, y ningún cura los quería atender, ahí me di cuenta que debía ser mi misión”.

Procuró un espacio donde refugiarlos, darles descanso, comida y agua, pero fue más allá…

“Empecé asociar los asaltos y los plagios con operativos de los policías y comprobé que en realidad ellos eran los pillos y estaban coludidos con bandas organizadas, y había dentro de la red criminal, policías de todos los niveles de gobierno”.

—¿Qué hizo entonces?

—Comencé a poner denuncias ante el Ministerio Público, pero sólo las archivaban, y también fui con políticos del municipio y del estado, pero nadie me hacía caso, así que opté por tomar las riendas del asunto y yo mismo ir por los maleantes; veía un operativo y me iba tras ellos.

Su actividad detectivesca incluyó poner señuelos a los agentes, grabarlos o filmarlos.

“Me ocultaba en un punto estratégico del camino, por donde pasaba el tren o los autobuses repletos de inmigrantes, poco a poco diseñé un mapa de los tramos más peligrosos y hoy ya conocemos todos los lugares donde asaltan y secuestran”.

Ha llegado, incluso, a encararse con presuntos Zetas. “Si me quieren matar, háganlo, alguien más seguirá la labor”, les ha dicho.

En su faceta pericial aprendió que “para probar los delitos había que sacar certificados médicos de las víctimas, mecánica de lesiones, sustentar los expedientes con testimonios de testigos que a su vez eran acosados y amenazados, por eso también había que cuidarlos y ocultarlos en el albergue, terminamos por formar un grupo de testigos protegidos, pero este sí sirve”.

Daniel Blancas Madrigal, La Crónica, 23 de enero.

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