Juventud vulnerable

Frente al nuevo escenario de reajuste económico en Cuba, la juventud camina sobre una cuerda floja hacia un futuro laboral lleno de incertidumbre. Se torna cada vez más difícil para esta franja encontrar trabajos capaces de equilibrar salarios con la materialización de sus sueños profesionales.

El gobierno de Raúl Castro lanzó el año pasado un plan de cambio en la economía, que implicó despidos masivos del Estado. Por esta causa un millón de personas pueden ser afectadas al final de 2011. “Los jóvenes están entre los sectores más vulnerables a la hora de acceder al empleo”, asegura Yonnier Angulo, profesor universitario de 25 años.

Más opciones de trabajo por cuenta propia constituyen una de las alternativas gubernamentales para aliviar la elevada demanda laboral.

Otras menos atractivas para la mayoría, como la agricultura y la construcción, demandan numerosa mano de obra. También se limitaron los nuevos contratos en instituciones estatales.

Según la Oficina Nacional de Estadística (ONE), la desocupación tocaba en 2009 en Cuba sólo a 2 por ciento de las mujeres y a 1.5% de los hombres, panorama que variará con la reducción del empleo estatal.

“Hay que hacer un seguimiento del impacto del reajuste laboral sobre la juventud”, alerta la socióloga María Isabel Domínguez. Conservan su puesto quienes destaquen por su “idoneidad”, un criterio difícil de aplicar a este sector. Por un lado están mejor preparados y por otro carecen de experiencia laboral, explica.

Fanny Morales, envasadora de 27 años, recuerda con tristeza aquellos dos meses y medio de inseguridad. Estuvo al borde del desempleo cuando la reducción de plantilla llegó a su centro, una fábrica de papel en la provincia de Mayabeque, vecina de La Habana. Ahora, reubicada en otra sede de su empresa, respira aliviada.

“Estoy contenta de tener un trabajo”, cuenta Morales. Recibe un salario mínimo, 225 pesos cubanos (nueve dólares), que representa un apoyo para terminar la carrera de licenciatura en ingeniería agrónoma, especialidad que cursa por encuentros. Con un título superior, su situación podría mejorar.

Quienes “terminan la universidad sienten mucha preocupación sobre su futura inserción en el ámbito laboral”, opina Angulo. Los recién graduados se excluyen de la restricción laboral, para que continúen su formación en la práctica. No hacerlo es sacrificar el futuro inmediato, alertó el presidente Castro el pasado año.

Pero este reto para la población joven se da en muchas partes del mundo.

El año pasado, el desempleo afectaba a cerca de 6.7 por ciento de los 104.2 millones de jóvenes en edad laboral de América Latina y el Caribe, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Con el tiempo, la juventud cubana se abrió ciertos nichos laborales acordes a sus necesidades y al margen de las opciones estatales.

En el campo del audiovisual, surgieron empresas independientes lideradas por noveles profesionales, como Producciones de la Quinta avenida (2004), que opera en Cuba y está inscrita en Bolivia. Pero, la apertura del gobierno al trabajo privado todavía no abarca iniciativas de este calibre.

Limitadas a los pequeños negocios como la elaboración y venta de alimentos, las nuevas posibilidades del llamado “cuentapropismo” no cubren todos los intereses. “Los jóvenes tienen muchas expectativas aún por satisfacer”, opina Acosta.

Este comportamiento se repite tanto en etapas de bonanza como en los mencionados años de 1980, en crisis económica como en la década de 1990 o en el presente, cuando se recupera un poco el valor del trabajo. “El contexto actual tiene que sacudir esa concepción social”, remarca.

A su vez, Natividad Guerrero, directora del Centro de Estudios sobre la Juventud, destaca que este grupo “es bastante selectivo en cuanto al empleo”. Analiza que muchos de los desvinculados laboralmente prefieren puestos en áreas de la economía emergente, como firmas y corporaciones extranjeras.

“Algunos reciben remesas (de dinero del exterior), entrada que les cubre las necesidades”, dice. No obstante, “son selectivos y no quieren ni trabajar ni estudiar” otros que carecen de un sustento monetario fijo.

Desechan el grueso de las ofertas laborales, concentradas hoy en servicios comunales, la construcción y agricultura, añade Guerrero.

A un joven bachiller que pidió anonimato no le alcanzan sus dedos para enumerar la lista de los oficios por los que ha transitado: custodio, técnico en farmacia y obrero en una imprenta. Hace tres años que sobrevive “en la lucha”, término utilizado para referirse al trabajo ocasional.

Ahora vio posibilidades de ganar más dinero en el mercado negro, vendiendo ropas, piezas de computadora o cualquier producto que llegue a él, desviado de entidades estatales o traídas del extranjero. “He buscado opciones, pero no necesito comenzar a trabajar en cualquier cosa”, explica.

Sin embargo, a sus 27 años no ha cerrado las puertas al trabajo estable. En las oficinas de empleo solo encontraba puestos en la construcción. “Es un trabajo muy duro y mal pagado”, asegura. Hace poco, presentó su expediente para comenzar de estibador en el puerto de La Habana. “Dicen que pagan muy bien”, añade.

Ivet González • La Habana, Milenio, 18 de abril.

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