Busco que México dé visa temporal a los salvadoreños: Mauricio Funes

Dos años como presidente y le quedan tres. Primer gobernante de su país, El Salvador, que no procede de los grupos oligárquicos. Reivindica su pragmatismo como un atributo indispensable en su coyuntura. Mauricio Funes Cartagena, de 53 años, reconoce de antemano que en 2014, cuando salga de la casa presidencial, se habrá quedado “a la mitad del camino”, sin lograr muchas de las aspiraciones que llevaron a las bases del izquierdista Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y a los sectores populares a votar por él en 2009.

“Estoy consciente de que la gente se va a decepcionar. Nunca pensé utópicamente; sabía que me iba a distanciar de las aspiraciones históricas de la población. Entiendo que los sindicatos estén frustrados, entiendo la frustración de los maestros con los que pacté una mejora en su condición salarial y hoy no vamos a cumplir eso en los términos en los que acordamos. Es que no tengo más recursos para mejorar los hospitales, para mejorar el nivel de vida de muchos. Pero pese a todo, El Salvador ha cambiado.

“Lo que queda dentro de mis posibilidades es trabajar para que esa decepción no lleve a la gente a perder la esperanza; que se entienda que hemos iniciado una etapa de transformación que no tiene vuelta atrás. Pero las demandas más sentidas será un próximo presidente quien pueda materializarlas. Por eso trabajo... para garantizar continuidad del proyecto.

“Mi mayor frustración es que llegara un presidente que echara al traste lo que se ha construido. Mi esperanza es que llegue un hombre o mujer con credenciales democráticas pero con visión de futuro para entender que las transformaciones que se empezaron a engendrar en este periodo tienen que profundizarse”

–¿Candidato o candidata del FMLN o de otra fuerza política?

–Puede ser del FMLN. Pero el FMLN debe cambiar su visión estratégica y entender que una elección no se gana y las esperanzas del pueblo no se representan en función de si el candidato es o no es orgánico de su partido. El mejor ejemplo soy yo.

Funes pertenece a la generación que vivió la guerra civil, la polarización. Después de su militancia estudiantil en contra de la ocupación militar de la Universidad de El Salvador, en el fragor de la guerra en los años ochenta, ejerció el periodismo 20 años antes de lanzarse a las lides políticas. Buscando siempre el centro, hizo campaña para la presidencia con camisa blanca, para diferenciarse del rojo del FMLN, que lo abanderó. Pese a ello, él se dice de izquierda.

En su segundo día de visita oficial a México desajusta totalmente el horario del protocolo y al mediodía, a la hora que tenía que estar saliendo en comitiva a depositar una ofrenda floral, recibe a La Jornada.

Recuerda que la noche anterior también “desajustó” la agenda porque, después de la cena, tenía prevista una reunión de una hora con el magnate Carlos Slim. Fueron tres horas. Hablaron de negocios. Slim invertirá 300 millones de dólares adicionales en El Salvador.

En la perspectiva de promover la inversión extranjera en su país, Funes busca figuras emblemáticas. “La sola presencia de Slim puede mover voluntades y atraer a otros empresarios”.

No más indocumentados
También abunda sobre el otro objetivo que lo trajo a México: proponerle al presidente Felipe Calderón un acuerdo que otorgue a los migrantes salvadoreños que viajen de paso hacia Estados Unidos una visa temporal para que no crucen como indocumentados el terreno minado en el que se ha convertido nuestra geografía.

“Con Tamaulipas o sin Tamaulipas (Funes se refiere a las masacres de migrantes y viajeros en ese estado y a las fosas comunes donde se han encontrado varios cuerpos de sus conacionales), los salvadoreños seguirán usando a México como ruta. Como gobierno tenemos obligación de trabajar en dos vías. Una, lograr con México un compromiso para que en territorio mexicano se respete la integridad de los salvadoreños. Y en eso estamos. O se hace efectivo un acuerdo de 1979 de supresión de visas o se avanza en la vía que ayer le propuse al presidente Calderón, y que él vio con aceptación, de que a los salvadoreños se les otorgue una visa de tránsito, de tal manera que no tengan que buscar los caminos irregulares y minimizar el nivel de riesgo”.

–¿Que los salvadoreños no sean indocumentados mientras van en tránsito?

–Esa es nuestra propuesta. Pero no es suficiente. Lo que hay que hacer es evitar la emigración, que no se logra con muros o leyes xenofóbicas. Eso se hace con la creación de oportunidades en los países de origen de la migración, que hoy en día es puramente de carácter económico. Esas oportunidades todavía no las estamos creando.

Entrevistador entrevistado
Entrevistador fogueado, al presidente Funes no es fácil llevarlo a terrenos que no quiere pisar. No incursiona en lo personal, en la memoria, en las emociones. Tampoco se sale del discurso que tiene previsto.

–Usted llegó a la presidencia con un programa político de justicia social, pero además con preocupaciones personales para abordar esta agenda. ¿Cómo califica su cumplimiento?

–Nunca pensé que iba a vivir una luna de miel, ni con los sectores populares ni con la derecha. Supe desde el primer momento que uno de los problemas más complejos que iba a tener era cómo hacerle frente a la cantidad de demandas insatisfechas durante dos décadas. Cuando se vota por un cambio, no sólo se hace por uno en el estilo de gobierno, sino por una solución expedita a los problemas más inmediatos.

“Lo que he logrado en dos años –me quedan tres– es ordenar la casa. Es obvio que el movimiento social se siente insatisfecho porque sus necesidades no están atendidas. Pero la economía no da para más. Necesitamos por lo menos dos periodos presidenciales, construir una plataforma de desarrollo para satisfacer esas demandas más sentidas”.

–¿Lamenta haber dejado de hacer algo en particular?

–No hice algo que debí haber hecho desde el principio. Tuve que haber construido un pacto social desde el primer día. No lo hice porque tuve que enfrentar al FMLN, que pensó que había ganado la presidencia y que se podía vaciar en el gobierno. Se encuentra con un presidente que les dice no, la población votó por un proyecto pero también por una persona; para que quien esté al frente del Ejecutivo haga lo que se puede hacer y eso requiere una gran dosis de sensatez, de pragmatismo, visión de mediano y largo plazo. Incluso una gran dosis de sinceridad, de reconocer que algunas de las viejas utopías no son posibles en El Salvador, dadas las circunstancias en que recibimos el país. En ese enfrentamiento con el partido, en esa discusión a veces pública, a veces privada, se me fue el tiempo.

“El liderazgo del FMLN no entendió el tipo de gobierno que se podía hacer. Si hubiera entendido desde el principio lo que se podía hacer y lo que no, nos hubiéramos podido enfilar hacia ese pacto social. Y luego está la derecha, a la que hay que hacerle entender que por su propia sobrevivencia, el pacto es necesario”.

–Caminando en el filo de la navaja.

–Así mismo. En el gobierno anterior el presidente Antonio Saca era el presidente del partido oficial, Arena, tenía el control del Legislativo, del Ministerio Público y el órgano judicial. Y desaprovechó ese capital político para hacer transformaciones.

“Yo no controlo el partido en el gobierno ni el Congreso y tengo que negociar con la derecha. No controlo el órgano judicial y mejor que así sea. No controlo a las gremiales empresariales ni al movimiento social. Esta presidencia está atacada por la izquierda y por la derecha.”

El tamaño del desafío
Los tres presidentes de la posguerra (1994-2009) fueron areneros, de corte neoliberal, conservador. Armando Calderón Sol, Francisco Flores y Antonio Saca.

Es larga la lista de quejas de Funes sobre el legado que le dejó Arena: un hoyo fiscal tremendo, remesas con 16 por ciento menos, fuga de inversiones, pérdida de 40 mil empleos, tasa de homicidos que era la más alta del continente, 67 por cada mil habitantes y hasta 18 o 20 asesinatos por día, una policía corrompida, sin recursos, un ejército al que se le utilizaba en tareas de seguridad pública pero sin capacitación ni medios.

“Hoy mi desafío es fortalecer las instituciones: vamos a depurar la policía, fortalecer a la fuerza armada, vamos a promover un ejercicio público con independencia de poderes, vamos a poner la divisa de la negociación como parte del ejercicio cotidiano de nuestro gobierno que antes no se daba. Antes el gobierno y Arena imponían todo, siempre. Yo no lo hago así: yo doy y cedo. Si no es así, nos hundimos.

–¿Ve llegar un punto de ruptura con el FMLN?

–No. Yo estoy convencido de que una cosa es el discurso público del FMLN y otra cosa es su práctica política. En el discurso el frente no puede renunciar a sus utopías como partido revolucionario y socialista. Pero la práctica cotidiana, donde el frente tiene representación y ejerce el poder, debe tener visión de largo plazo. Los alcaldes y diputados del FMLN no han tomado ninguna decisión que haga pensar que se quiere construir el socialismo del siglo XXI. Ellos quieren reducir la pobreza y para eso hay que fortalecer el tejido productivo nacional; quiere fortalecer instituciones y para eso tienen que ser independientes; quieren fortalecer la democracia y para eso las decisiones tienen que ser consultadas.

“Las diferencias de concepción y estrategia que a veces exhibimos públicamente no llevan a un punto de ruptura”.

–En aras de este pragmatismo, ¿hay alguna reivindicación histórica que haya tenido que dejar de lado y que le haya pesado personalmente? Por ejemplo, la justicia: caso monseñor Óscar Arnulfo Romero, Ignacio Ellacuría y sus compañeros, el poeta Roque Dalton... (Funes reacciona como si le hubiera picado una avispa.)

–Éste es el gobierno que más ha hecho en ese sentido. Ninguno había pedido perdón en nombre del Estado salvadoreño por las atrocidades cometidas en la guerra. Ningún gobierno había creado una comisión gubernamental de reparación. Y nosotros la hemos creado.

–Pero ese es el piso mínimo, ¿no? La aspiración era una justicia plena.

–Claro, pero eso no depende del Ejecutivo. Depende de un órgano judicial depurado, comprometido. ¿Qué puedo hacer yo como presidente para aclarar el magnicidio de Romero, de los jesuitas?

–¿Qué pacto es posible entre fuerzas tan antagónicas?

–Nosotros teníamos que haber logrado entendimientos con todos los sectores de la vida nacional. Por razones pragmáticas tuve que empezar con los acuerdos con la derecha, de lo contrario no podía sacar muchos proyectos que pasan por la Asamblea. Por ejemplo, los créditos que negociamos con la banca internacional para proyectos de los sectores más vulnerables: vivienda social, programas de primer ingreso, red solidaria en las zonas rurales, útiles escolares gratuitos que nos ayudan a evitar la deserción. Eso lo financiamos con préstamos. Y para obtenerlos, me tuve que entender con la derecha.

Entre dos huesos duros
–A la hora de negociar, ¿quién es un hueso más duro de roer, la derecha representada en Arena o la izquierda representada en el FMLN?

–No cabe duda que Arena. Porque el FMLN ha venido madurando, su práctica política corresponde a las circunstancias. Arena no; ellos perdieron el botín. Perdieron sus privilegios y los quieren seguir manteniendo. Apuestan a que este gobierno fracase para recuperar estos privilegios. En caso del FMLN, ellos tienen la bancada más numerosa y seguramente en las elecciones del año próximo van a sacar más diputados; controlan importantes municipios, en el gabinete tienen áreas estratégicas: seguridad, obras públicas, gobernación, relaciones exteriores. Entenderse con ellos es mucho más fácil porque tienen una cuota de responsabilidad que los obliga a ser más pragmáticos.

“Si mi gobierno fracasa en los tres años que le quedan, en 2014 el FMLN no vuelve a ganar la elección presidencial. Ellos saben que tienen que hacer que este gobierno funcione. Al revés, Arena sabe que si nosotros no fracasamos, ellos no vuelven al gobierno. Entonces le apuestan al fracaso, Por eso es más difícil negociar con ellos”, afirma el mandatario salvadoreño.

Blanche Petrich, La Jornada, 22 de junio.

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