Nadie sabe adónde llegará la expansión de las RSD: expertos

Internet no tiene límites. Producto del cambio tecnológico más radical ocurrido en el último medio siglo, se expande y evoluciona a velocidad de vértigo, junto con toda la parafernalia que la hace funcionar. Desde su nacimiento, hace 42 años, la expansión de la red de redes resulta inexorable. Y aseguran los investigadores que apenas comienza, que aún se encuentra “en pañales”. Habrá que ver en qué se convierte cuando crezca.

Lo fascinante de Internet –resume el especialista Alejandro Pisanty– es que “desde el principio ha tenido momentos brillantes de ruptura y no cesa de producir asombros”. El más reciente lo constituyen las redes sociales digitalizadas (RSD), protagonistas innegables del periodo actual por el que atraviesa el medio, uno de los más dinámicos y espectaculares de su breve historia.

Hoy, la tendencia marcada –sostiene Pisanty, ex director general de Servicios de Cómputo Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México– “es la expansión del uso de las redes sociales, pero nadie puede predecir hacia dónde van, igual que nadie pudo predecir el éxito de Twitter o el de Facebook”.

Internet fue creada con fines militares por el gobierno de Estados Unidos. Su historia comprende tres grandes etapas más o menos reconocibles, a saber: experimentación y primeros balbuceos; apertura a usos académicos y científicos, y comienzo de su irreversible masificación, en la década de los 90 del siglo XX, a partir de la cual registra mayor desarrollo cualitativo y cuantitativo.

Según registros de Google México, mientras la radio tardó 38 años en llegar a 50 millones de usuarios en el mundo, y la televisión se tomó 12 en conseguir igual número de televidentes, Internet alcanzó 50 millones de internautas en cuatro años a partir de que se puso al alcance del público, alrededor de 1995. Y ya para 2010 se contabilizaban más de mil 900 millones de usuarios a escala mundial, cifra que con toda seguridad hoy está rebasada.

Una de las primeras sorpresas con que se toparon los usuarios tempranos de la Internet pública, fue la cantidad de información que podían tener al alcance con un clic. Eso que hoy aceptamos con naturalidad como característica esencial del medio resultaba asombroso. Ni los enciclopedistas de la Ilustración francesa ni el privilegiado cerebro de Einstein ni la biblioteca analógica más completa del mundo almacenaron tanta y tan variada información como la que Internet vino a poner en manos de cualquiera que tuviera una conexión, a través de la world wide web (la famosa www que se antepone a casi todas las direcciones), la red de redes, o simplemente “la web”.

Así fueron llegando hasta nosotros, uno tras otro –en forma de aplicación o de dispositivo–, los asombros a que se refiere Pisanty: desde el hoy familiar correo electrónico y los chats, los foros virtuales de discusión y las webcams, los archivos musicales digitalizados y los blogs, hasta las RSD, con Facebook, Twitter y You Tube a la cabeza, no por ser las únicas, sino las de mayor impacto.

Como todo país con conexiones a Internet, México también experimenta el crecimiento y el impacto de las RSD, aunque todavía es bajo el porcentaje de la población suscrita, principalmente Facebook y Twitter.

De los 34.9 millones de personas que en el país están conectadas a Internet, Google Ad Planner estima que 20 millones tienen cuenta en Facebook. Mientras, un estudio de la empresa Mente Digital, especializada en estrategias mercadotécnicas por Internet, indica que en menos de un año –entre enero de 2010 y marzo de 2011– el número de usuarios de Twitter pasó de 146 mil a más de 4 millones, de los cuales se muestran activos 2 millones de 480 mil. Según el estudio, de ese universo 52 por ciento son mujeres y 48 por ciento hombres.

¿Qué explica el surgimiento, el auge y la poderosa influencia mundial que las RSD han adquirido de seis años a la fecha? ¿Por qué se da ahora y no antes? Fabián Romo, director de Servicios Institucionales de la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación, de la UNAM, observa una combinación de factores, entre los que destaca en primer lugar “la evolución de la web”, que pasó de una etapa básica (1991-2003), identificada como 1.0, en la que funcionaba con navegadores únicamente de texto y los contenidos eran de lectura, a la etapa 2.0, que incorporaba el contenido multimedia –texto, fotografías, archivo de audio y video– y la interactividad, es decir, la posibilidad de que el usuario pudiera modificar los contenidos o interactuar con ellos.

Explica Romo que el desarrollo de la Web 2.0 (2004) supuso “una transformación completa de la manera en que la gente accedía a la información en la red”, al contar en pantalla con herramientas más “amigables e intuitivas” que facilitaban la conectividad e interacción del usuario.

De esta manera, la dotación de contenidos a la red dejó de ser privilegio “de unas cuantas personas”, los llamados webmasters, y emergió “una web netamente social”, en la que por lo menos hasta el día de hoy cualquiera puede publicar o, como se dice ahora, postear, lo que le plazca, casi sin restricciones.

Además de esta libertad, otro factor que vuelve sumamente atractivas las redes sociales y explica en gran medida su éxito es que en ellas convergen aplicaciones que antes se tenían por separado. Facebook, por ejemplo, reúne el equivalente al correo electrónico, el chat, los foros de discusión, así como espacio para el almacenamiento y clasificación de fotos y videos de la autoría o propiedad de los usuarios. Y aunque limitado a 140 caracteres por mensaje, Twitter atrae por su extraordinaria rapidez, y por la posibilidad de interactuar en tiempo real prácticamente con cualquiera que posea una cuenta, así se trate de un desconocido que se encuentra al otro lado del mundo; además ofrece aplicaciones de mensajería instantánea y difusión de fotos y videos.

Con estas herramientas a la mano cualquier usuario común y corriente se vio en la posibilidad real de compartir, literalmente con todo el mundo, lo que opina, lo que siente, lo que piensa, lo que oye, lo que ve.

Este hecho ha redundado en un fenómeno sin precedente de alcances sociales y culturales insospechados: el discurso público deja de ser monopolizado por los medios convencionales.

Dicho fenómeno –explica Delia Crovi, investigadora de la UNAM, autora de varios títulos relacionados con tecnologías de la información y la comunicación (TIC)– se empieza a configurar con la aparición del correo electrónico, los chats, los blogs, las páginas web, y se consolida con el surgimiento de las redes sociales en Internet: “La información se disemina por todos lados, hay un número muy grande de emisores que no tienen que ver con los emisores habituales, el discurso público se pulveriza, aunque muchas veces de forma caótica”.

Se trata de una transformación –añade la autora de Acceso, uso y apropiación de las TIC en comunidades académicas– que a su vez “viene aparejada con un cambio de modelo político económico asentado en el neoliberalismo, uno de cuyos ejes es la globalización: no podríamos hablar de globalización sin la capacidad de conectividad que proporcionan las redes sociales en Internet; no se podría entender el desarrollo de las redes como se ha dado hasta ahora, sin entender que hay un modelo que las encauza y privilegia el engrosamiento de los grandes consorcios de los medios y la convergencia tecnológica”.

No obstante, Crovi admite que, a pesar de esa orientación hacia el beneficio económico, hay momentos y coyunturas en que las RSD pueden ser herramientas efectivas de empoderamiento ciudadano: “Tenemos muchas experiencias: Egipto es un caso emblemático reciente, pero no se puede explicar al margen de la situación histórica y de la realidad social del país; es decir, las redes no bastan, son un apoyo, movilizadores, para canalizar una inquietud derivada de ciertas condiciones económicas, políticas y sociales”.

Arturo García Hernández, La Jornada, 14 de junio.

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