Acuerdos y desacuerdos en el Castillo

Saludos, sonrisas, abrazos, acuerdos y desacuerdos. Un ambiente casi aterciopelado. Casi. Hay más coincidencias que discrepancias, reitera el presidente Calderón, quien no recula en su estrategia de mantener a las fuerzas federales donde sean necesarias, aunque la comunidad universitaria, encabezada por el rector José Narro, pida lo contrario. Es decir, que regresen a sus funciones normales. Y sin embargo… Todo sucede durante el diálogo con la Universidad Nacional Autónoma de México en el Castillo de Chapultepec, espacio en el que, no obstante, Alfonso Lujambio, secretario de Educación Pública, es el único funcionario que salta en pos de guerrero para refutar críticas, pero el jurista Sergio García Ramírez, sin exaltarse, lo frenará en seco, pues le pedirá resultados positivos a sus presunciones. Lujambio puntualiza los avances en el sector que comanda. “Expreso mi desacuerdo sobre la desatención a la prevención, don José”, aclara el ex precandidato presidencial panista, quien asegura que en el pasado el sistema educativo metió la cabeza en un hoyo. Y habla de que la capacitación tiene números: 850 mil maestros estarán listos al final de este sexenio para prevenir adicciones. Y que se han creado 985 nuevas preparatorias en este sexenio. Apabullaba con cifras y datos el secretario. El rector José Narro —flanqueado por Calderón y Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública Federal—, se ladeaba un poco para escuchar el comentario de un Presidente que sonreía. El titular de la SEP, mientras tanto, seguía lanzando triunfos, cual flechas a los críticos. La prevención es una obsesión de este gobierno, machaca Lujambio, quien advierte que no intenta “agobiar” con tantos datos, y de pasada dice que le preocupa el estancamiento de la reforma laboral. El rector escucha. Todos escuchan. Entonces Sergio García Ramírez, enseguida, reconoce que las coincidencias son “profundas” con el Presidente, que teclea su computadora. Y el ex procurador General de la República en el sexenio de Miguel de la Madrid y actual investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, como si dictara una cátedra, se dirige a Lujambio y le recuerda que son “inquietantes” las estadísticas de impunidad, corrupción y violencia; luego, habló de la injusticia social y recordó la violación de los derechos humanos. Lujambio escuchaba. Es la única digresión. De ahí, todo sobre ruedas, en un lapso de tres horas y media, durante las cuales hubo coincidencias, discrepancias, matices y correcciones. Para el Estado no es opcional combatir el crimen; es el primer mandato de un servidor público en todo el país, decía Calderón. En el plano constitucional y ético. Lo oye con atención su esposa, Margarita Zavala —que, junto a José Francisco Blake Mora, se apresura a tomar apuntes—, además de Genaro García Luna, Alejandro Poiré, José Ángel Córdoba Villalobos, Heriberto Félix y la procuradora Marisela Morales, quienes exponen, sin muchas ínfulas, una síntesis de los programas que llevan a cabo sus respectivas dependencias. Un cúmulo de cifras y datos. Y frases. “Preferimos becarios que sicarios”, acuña Heriberto Félix, secretario de Desarrollo Social. El rector Narro, mientras tanto, presentaba el documento Elementos para la Construcción de una Política de Estado para la Seguridad y la Justicia en Democracia, elaborado por Jorge Carpizo —que no estuvo presente—, Sergio García Ramírez, Luis de la Barreda, Luis Raúl González Pérez, Ernesto López Portillo y José Guillermo Silva Aguilar, que en sus turnos expondrían sus propuestas y observaciones. Y entonces el rector propuso un pacto político y social. “Para nosotros es el punto de partida”, dijo, mientras la señora Isabel Miranda asentía con la cabeza las palabras de Narro Robles, sin jactancias y de buen humor. Y el presidente Calderón les tomó la palabra. Humberto Ríos, Milenio, 6 de septiembre.

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