“La vida ha sido generosa conmigo”

A Silvano Aureoles Conejo la vida le marcó su destino de izquierda desde su infancia, cuando a los seis años pensaba más en subsistir y en cuidar animales, que en jugar. Sin embargo, con satisfacción y orgullo, el candidato del PRD, PT y Convergencia al gobierno de Michoacán evalúa: “La vida ha sido generosa conmigo”. Al caer la noche, en una cabaña moreliana, el nativo de Tierra Caliente habla de su poquita fe en Dios, del liderazgo que empezó a cosechar cuando desafío a la vida y de su boda… con la política, el deporte más extremo que conoce. ¿Era un niño introvertido? No me acuerdo… jajaja… creo que normal, digamos un niño normal, pero dentro de la condición en la que vivíamos, en la situación en que viven millones de familias de escasos recursos, de pobreza, de marginación, pues no es una infancia muy grata digamos. Yo digo que no tuve una infancia muy feliz, muy grata. Siempre los niños encuentran la forma de divertirse, pero en una situación muy crítica. Hijo de madre soltera, para empezar, y en ese tiempo y en esas condiciones se complica, y en el entorno en que yo vivía con una familia, con mi abuela, mi tía y mi madre. Mi tía ciega y mi abuela lisiada, sin poder servirse mucho por sí misma, de tal manera que fue una infancia muy intensa pero buscando la manera de subsistir, de salir adelante y digo no es nada extraordinario, es lo que viven lamentablemente los niños que nacen y crecen en una condición de pobreza y marginación. ¿Sus obligaciones en casa? ¡Ay! Ni me recuerdes… pues trabajar. Empecé a trabajar desde muy pequeño en labores del campo. Mi madre desde siempre tuvo la iniciativa de tener animales. Era la manera de tener algo seguro y tenía chivos. Tenía cerdos, marranos, cuches, como les dicen allá en Tierra Caliente, y dentro de las misma tareas que tuve cuidaba los animales, llevarles comida a los que laboraban en el campo, trabajar yo mismo en el campo desde los seis o siete años. ¿Qué juegos solía jugar? Pues con el azadón, a cortar el bosque… jajaja… no, pues los juegos que se inventa uno de niño. Normalmente los menores identifican los juegos o los hacen con aquello con lo que están en contacto, entonces recuerdo que jugaba mucho a trazar mi parcela y simular el trabajo de la yunta; los tractores, evidentemente, no los conocíamos, pero trabajar con animales, ya sea con una yunta de bueyes o con un par de mulas o burros, entonces eso también se convertía en una herramienta de juego para un niño como yo en esas condiciones. ¿Entonces usted fue hijo único? Ajá… de esa pareja sí fui hijo único. Evidentemente tengo hermanos. Del lado de mi madre y por mi padre, muchos. Del lado de ella tengo seis, y de él… ni me acuerdo… son como ocho… jajaja... pero sí son muchos hermanos; hermanos de padre y madre no tengo ninguno. ¿Participó en alguna pastorela? Sí, debió de haber sido de Niño Dios porque de diablo no. Siempre fui un niño bueno, ordenado, tranquilo, decían allá en el rancho. No fui grosero, ni malcriado. Fui muy aplicado, muy listo, pero no un menor complicado. ¿Qué es lo que más le disgusta? En general no soy una persona de odios, no soy una persona berrinchuda, no soy corajudo. Tengo sin duda momentos de estrés, pero no poder realizar lo que deseo, lo que quisiera, las metas que me propongo, fundamentalmente es lo que me incomoda. Si me voy más allá, me incomoda mucho la injusticia en la que vivimos, la que padecen millones de mexicanos, muchos michoacanos. ¿Cuándo fue su primera borrachera? No, pus… espero que sea por ahí como a los 50... jajaja... Realmente no hablo de borracheras porque no es así. Quizá probé la primera vez alguna bebida alcohólica en algún momento de la juventud, no sé, a los 15 años, pero no borracheras. En Tierra Caliente se acostumbra a que en la mañana cuando van a ordeñar una vaca te llevas un vaso, le pones azúcar, alcohol y luego le ordeñas la leche caliente. Les llaman chorreados. ¿Hay algo de lo que se arrepienta? Pues no, realmente no. Bueno, de repente salen muchas cosas, errores que uno comete, pero así que me arrepienta, no, porque creo que he tenido la gran virtud de que en la vida me ha ido muy bien, la vida ha sido generosa conmigo. Tomé decisiones no sencillas pero que fueron acertadas. “En la etapa política, por ejemplo, tomé una decisión muy difícil cuando pedí mi licencia a la presidencia municipal de Zitácuaro para venirme a un cargo en el gobierno del estado. Fue muy difícil y llegué a arrepentirme, pero con el paso de los años me di cuenta que valió la pena el sacrificio porque realmente tenía trazado un proyecto y quería seguir trabajando en él”. ¿Cree en Dios? Poco, no soy muy creyente. ¿Está casado? Divorciado. Soy soltero. Para efectos jurídicos soltero, pero le confieso: soy divorciado, soy padre soltero. ¿Cuántos hijos tiene? Tengo dos hijas maravillosas que adoro. Fíjate lo que son las cosas: me he dedicado desde que puedo a trabajar en la búsqueda de superarme, avanzar, crecer, transformar, de revolucionar cosas, y sentía que el matrimonio, casarte, te jalaba, te detenía, te limitaba; sin embargo, con el paso de los años, y ahora con mis hijas, siento que son una bendición, que me ayudan a cambiar mi vida. Un día le dije a reportero: me casé con una que no me abandona ni de día ni de noche, y en ninguna parte, me casé con la política, y estoy dedicado de tiempo completo a ella. ¿Le gustan los deportes extremos? Me gustan mucho los deportes. Jugué futbol americano. Soy muy aficionado. Medio adicto a la velocidad, me gusta ver las carreras de autos, de caballos, y todo aquello que genere adrenalina. Por eso la política. Es el deporte más extremo. ¿A qué le teme? A morirme sin haber logrado una buena parte de mis sueños. Quiero ver a Michoacán bien, quiero que los y las michoacanas se sientan a gusto, que reflejen alegría, que podamos recuperar la esperanza, la fe. ¿Se considera buen padre de familia? Extraordinario. Creo que es para lo que más sirvo. No buen esposo, porque eso sí valió chetos. Creo que para eso no serví. Pero soy padre bueno, si no pregúntale a mis hijas. Me siento muy bien en esa parte de mi vida. Cuando la descubrí me sentí muy bien. Yo quería tener muchos hijos. ¿Se quedó con ganas de un niño? ¡Sí!, dos o tres. Todavía no renuncio a esa alta aspiración. Francisco García, Milenio, 4 de septiembre.

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