Un acto con sabor a precampaña

Por quinta ocasión como jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard está en la tribuna frente a los diputados. Toma aire. Si fuera una película, este sería el momento idóneo para hacer ejem, ejem y beber de un vaso con agua. Carraspear, limpiar la garganta y proseguir con un “honorable asamblea...”, seguido de datos duros sobre alumbrado, alcantarillado, pavimento y vialidades. Hagamos una pausa y regresemos a unos minutos antes, en la calle. A ver a Ebrard caminando entre la masa poco después de su llegada, a cuando las huestes perredistas corearon a su paso: “¡Se ve, se siente, Marcelo está presente!”. Y a leer la imagen que hoy proyecta el jefe de Gobierno. Es la que veremos en lo sucesivo. No ha venido solo: “¡guapa!”, “¡linda!”, le gritan a su novia, la ex embajadora hondureña, Rosalinda Bueso, llegada justo a tiempo para el proceso electoral, que está a la vuelta de la esquina. Por eso no se dirá mucho de lo que pase al interior del pleno de Donceles. En realidad, el quinto Informe del jefe de Gobierno capitalino no es tan interesante. Ya huele a pasado e historia antigua. Lo que llama la atención es lo que sigue. Porque todo apunta a que hasta aquí llegó Ebrard en el Gobierno del Distrito Federal y que este será su último gran evento institucional ante el Legislativo local. *** Por supuesto, nadie lo dice abiertamente. Ni sus colaboradores ni sus operadores. Pero vaya que el día tiene aroma a la primera de varias despedidas a culminar en algunas semanas, a no más tardar en algún momento de octubre, cuando arranque la anteprecampaña que lo enfrentará con Andrés Manuel López Obrador. Sólo asi se explica que Ebrard haya decidido convertir su informe en un acto culminado por una lluvia de confetis amarillos y pantallas gigantes, como las usadas en una precampaña. O que haya decidido arroparse. Y que se haya invitado, respetuosamente claro está, a una veintena de organizaciones perredistas a tomar lugar y hacerle pasillo de aplausos desde Eje Central hasta República de Chile, sobre Donceles, detrás de vallas metálicas tipo Estado Mayor Presidencial. Todo para recibirlo en medio de palmas a su llegada a la Asamblea Legislativa y permitirle darse su respectivo baño de pueblo, incluidas las palmadas en la espalda y los apretones de mano. Por eso, lo que pase ahí adentro, en la Asamblea, es cosa de otro tiempo. No del pre 2012. *** “Muchas gracias”, dirá Marcelo Ebrard al despedirse de la Asamblea al terminar ese discurso que comenzó con el carraspeo. Pero mejor es adelantarse unos minutos, a su salida del pleno de Donceles, cuando los cañones de confeti estallen y hagan del informe un acto con sabor a precampaña. Y al grito, surgido de la masa, que culmina el día y nos anuncia que, en efecto, vamos a otros rumbos: “¡Se ve, se siente, Marcelo presidente!”. Víctor Hugo Michel, Milenio, 21 de septiembre.

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