Cuando decimos Morena decimos paz, decimos pueblo, decimos vida renovada

Cuando Andrés Manuel López Obrador (AMLO) llegó a su asiento en el presídium, entre el ex ministro Genaro Góngora Pimentel y una joven espectacularmente hermosa, las 10 mil personas que atiborraban las tribunas repararon en que ella era Morena, es decir, la muchacha que sin querer roba cámara en el famoso video del Movimiento de Regeneración Nacional. El asombro aumentó cuando Claudia Sheinbaum, conductora de la asamblea, anunció que hablaría Luisa María Alcalde Luján, nombre que nada le decía a nadie, hasta que un instante después se puso de pie la joven sentada a la izquierda de AMLO y con voz firme leyó un breve y enjundioso mensaje en nombre de su generación: los desterrados del futuro, que como ella exigen oportunidades para abrirse paso en la vida y rechazan el trágico destino que les ofrece el régimen actual. Pero las sorpresas que aún deparaba la mañana no habían hecho sino empezar, porque antes de Luisa María, Sheinbaum presentó a Fernando Turner Dávila, un empresario de Monterrey. Y la gente volvió a irse de espaldas cuando éste reveló que nació en Nueva Rosita, Coahuila, es hijo de un minero del carbón y creció entre barreteros explotados por la American Smelting Company, si bien, gracias a sus estudios y sus empeños (aunque eso no lo dijo) es uno de los industriales más prominentes de México, pero no figura en la lista de Forbes ni pertenece a la mafia que se adueñó del país. A mediados de la semana pasada, el nombre de Turner Dávila levantó ámpula en Monterrey, cuando un diario de por allá lo atacó en forma brutal por estar coqueteando con Andrés Manuel y vaticinarle que, como López Obrador es el antiempresa por excelencia, tarde o temprano se va a arrepentir de aliarse con él. Amenaza inútil La amenaza, por lo visto, no logró intimidarlo. México necesita un gobierno austero y fuerte, discreto y promotor, enérgico con la criminalidad y los privilegios, afirmó rotundo, y explicó que decidió sumarse al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) porque quiere representar a miles de pequeños y medianos empresarios que luchan por generar riqueza y empleos en un país donde el motor de la economía sea el ahorro, el esfuerzo, la inversión y el trabajo. Lo que la inmensa mayoría de los presentes no sabía es que Turner Dávila preside el grupo industrial Katcom (véase www.katcon.com), que fabrica convertidores catalíticos y sistemas de escape completos y tiene plantas en Monterrey, China, India, Venezuela, Australia, Polonia, Sudáfrica y Estados Unidos, así como un centro de investigación y experimentación en Luxemburgo. El empresario dijo que siente como propia la urgencia nacional por movilizarnos pacífica pero activamente para instaurar un régimen enfocado a satisfacer las necesidades de la sociedad y no las de camarillas partidistas, sindicales o empresariales; un régimen nuevo que utilice el sector energético como herramienta de desarrollo y no como arrogante medio de recaudación fiscal para cubrir un gasto público desbocado e improductivo. En la parte final de su discurso lanzó un mensaje directo a sus colegas al llamarlos a formar un gobierno con los mejores hombres y mujeres, sin importar ideologías o preferencias políticas, para compartir el esfuerzo y, eventualmente, la gloria de lograr la grandeza nacional. Si la adhesión de Turner Dávila tiene enorme potencial político, porque puede sumar a la causa de los seguidores de López Obrador a los medianos y pequeños empresarios que son los principales creadores de empleos en el país, no menos importante fue la intervención de Laura Esquivel, quien como discípula de Walt Whitman nombró las cosas simples y maravillosas de la vida que contiene la palabra Morena. Porque cuando decimos Morena decimos hermano, decimos río, decimos pueblo, decimos árbol, decimos lluvia, decimos maíz, decimos paz, decimos frijol, decimos flor de calabaza, decimos sol, decimos luna, decimos lluvia, decimos viento, decimos canto, decimos abuelos, decimos hijos, decimos vida. Vida renovada. Vida digna. Vida dichosa. Vida compartida en libertad, reveló en su espléndida pieza literaria, luego de evocar insistentemente la memoria de los jóvenes caídos en Tlatelolco en 1968 y los nombres de quienes como Javier Wimer, Bolívar Echeverría y Carlos Monsiváis ya no llegaron a ver el surgimiento del Morena porque la muerte se atravesó en su camino, pero participaron activamente en su construcción. Quince minutos antes de las 11, hora fijada para el inicio de la asamblea, las trompetas de la banda Los Gavilanes, que venida desde Chiatipan, Hidalgo, tocaba afuera en la explanada hacía más de una hora, quedaron de pronto en segundo plano tras los gritos de cerca de 2 mil personas que ya no alcanzaron a entrar porque el Auditorio Nacional estaba más que lleno a tope. Mientras los cadeneros de Bulldog forcejeaban con ellos, adentro estalló un coro de 10 mil gargantas. ¡Presi-dente! ¡Presi-dente! ¡Presi-dente! El mismo grito que el pueblo de la ciudad de México inventó en el Zócalo en marzo de 2004 ante la primera amenaza foxista del desafuero seguía vivo e intacto ayer, expresando un deseo aún insastisfecho, pero también un reconocimiento a quien como presidente legítimo designado en 2006 por la Convención Nacional Democrática se mantuvo desde entonces viajando por todo el país, organizando, como él mismo dijo, la defensa del petróleo, los derechos sociales y la economía popular, y levantando los cimientos del Morena, un edificio que hasta ayer, en palabras del propio López Obrador, cuenta ya con 2 mil 217 comités municipales, 34 mil comités seccionales (de 65 mil que necesitan para defender el voto en julio de 2012) así como 179 mil dirigentes locales y 4 millones 121 mil protagonistas del cambio verdadero, que están comprometidos a afiliar, cada uno, a cinco personas más en los próximos nueve meses, para reunir un mínimo de 20 millones de votos. Al cabo de los discursos, cuando parecía que el arcón de las sorpresas no daba para más, tomó la palabra el notario público número 128, Sergio Navarrete, quien enfundado en un notorio suéter rojo y vibrando de emoción leyó el proemio del acta constutiva del Morena, pero nos ahorró las 23 fojas que la componen, para augurar que éste es el documento del movimiento que nos va a devolver la dignidad como mexicanos, para que respeten nuestro nombre los grandes, los medianos y los chicos. Finalizada la ceremonia, y mientras la gente bajaba por las rampas hacia la explanada, donde nuevamente se escuchaba la tambora de Los Gavilanes, un enjambre de fotógrafos y simpatizantes rodeó a Martí Batres, el defenestrado ex secretario de Desarrollo Social del gobierno capitalino, en tanto Luisa María Alcalde, que acababa de ser designada representante de jóvenes y estudiantes ante el consejo consultivo del Morena, era abrumada por quienes deseaban tomarse fotos con ella y algunos incluso le decían que es la Camila Vallejo mexicana, en alusión a la no menos guapísima líder estudiantil chilena. Como dijo Laura Esquivel al abrir su discurso, el de ayer fue sin duda un día feliz. Jaime Avilés, La Jornada, 3 de octubre.

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