Exigen activistas reforma migratoria y no criminalizar a indocumentados

Mexicali BC, 2 de noviembre. Lograron cruzar la frontera, pero les costó la vida. Los restos de más de 700 migrantes desconocidos están enterrados en el cementerio de Holtville, en el condado Imperial, limítrofe con el municipio de Mexicali, en la frontera entre México y Estados Unidos. Son hileras de tumbas de hombres, mujeres y niños que fallecieron en el desierto estadunidense o en el canal Todo Americano, cuyos cuerpos nunca fueron reclamados. Ninguno portaba credencial y sus cadáveres terminaron en el camposanto de Holtville. En el panteón, unas columnas sostienen un letrero de herrería y sirven de guía para un cerco de malla de alambre que marca un territorio de nadie. Dentro hay filas de tumbas con cruces negras y blancas, tierra arenosa y sal. Durante dos horas, defensores de derechos humanos de ambos lados de la frontera asistieron a una misa en el cementerio de Holtville en memoria de esos muertos sin nombre, de los que sólo se sabe que viajaron al norte y sus familias esperan noticias. La organización civil Ángeles de la Frontera y activistas de otras asociaciones se pronunciaron por una reforma migratoria en Estados Unidos y porque no se criminalice a los migrantes. Como en años recientes, la activista centroamericana Anita Nicklen visitó a sus muertos, aunque ninguno era familiar, ni amigo, pero estar fuera de su país le impide visitar a sus difuntos. Estar frente a las tumbas de los no identificados me hace estremecer, porque pude haber sido yo quien hubiese perdido la vida; lamentablemente ellos no corrieron la misma suerte. Nicklen criticó la política migratoria y la situación económica que viven los países de América Latina, porque ir a Estados Unidos es un sueño que hubiesen podido alcanzar en sus propios países si uno por ciento de los que controlan la riqueza no hubiesen creado tanta pobreza. –¿Qué opinas de que haya migrantes muertos en la frontera? –Es escandaloso. Las morgues en Arizona están llenas y han tenido que usar camiones frigoríficos (para conservar los cuerpos) para migrantes que murieron cruzando la frontera y no han sido identificados. En California hay más de 700 cadáveres en el cementerio de Holtville y tampoco fueron identificados. A éstos se suman miles de cuerpos que no llegaron a la morgue ni al cementerio. Explicó que el 26 de octubre de 2006, durante el gobierno de George W. Bush, se aprobó la Ley del cerco seguro como propuesta de reforma migratoria, una ley que buscaba construir el muro fronterizo para controlar y asegurar la frontera sur, mediante el uso de tecnología avanzada. Pero con la construcción del muro los migrantes se ven obligados a buscar rutas mucho más peligrosas; no tienen idea de lo inhóspito que es el desierto y la mayoría muere por deshidratación. Es una crueldad de ambos gobiernos no hacer nada para evitar estos desenlaces, comentó. Recordó las declaraciones de los presidentes Barack Obama y Felipe Calderón de que 50 por ciento de los deportados son criminales y reiteró su exigencia de que ofrezcan una disculpa pública a los migrantes. Los activistas aseguraron que las deportaciones masivas provocan que miles de migrantes intenten cruzar nuevamente la frontera y pongan en riesgo sus vidas, ya que están dispuestos a todo con tal de reunirse con sus hijos. La mayoría de sus hijos nacieron en Estados Unidos, muchas veces no saben español y en los dos años recientes el número de deportaciones ascendió casi a 800 mil, señaló Nicklen, quien también se opone a la instalación de campos de entrenamiento de la Armada estadunidense en el sur de California, en los límites con México. Antonio Heras, La Jornada, 3 de noviembre.

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