Madres de desaparecidos llegan a Querétaro en busca de pistas

Unas a otras se dan la mano, se consuelan, secan sus lágrimas. Son madres centroamericanas, de El Salvador, de Nicaragua, de Honduras, quienes recorren México buscando a sus hijos. Llegaron a la ciudad de Querétaro poco después de las dos de la tarde procedentes de San Luis Potosí y decidieron descansar a los pies de la efigie de Josefa Ortiz de Domínguez, La Corregidora. Son poco más de 30 mujeres, la mayoría supera los 40 años y son hondureñas agrupadas en la Asociación Red Comité de Migrantes y Familiares de Honduras, pero todas integradas a la Caravana de Madres de Migrantes que mantienen viva la esperanza de encontrar a sus hijos extraviados —todos— en territorio mexicano. Juntas, también, siguen la letra de la canción que se ha vuelto una especie de himno en su caminata: Quiero tener la paz del futuro/quiero tener un hogar seguro/ quiero a mi hijo pisando firme/ saltando alto/corriendo libre… Las historias de cada una de ellas son eslabones de una larga cadena que tienen muchas semejanzas; un hijo o una hija que decidió salir de su pueblo natal para ir a buscar fortuna en Estados Unidos, pero ninguno llegó a su destino y tampoco se comunicó a su casa para informar en dónde estaban. Pedro Antonio Hernández, por ejemplo, salió hace 18 años de su pueblo, en Honduras. Su mamá viaja en la caravana y dice que “se vino y no he tenido comunicación con él. Me dijeron que vive en un pueblo de Veracruz, pero nada real. Yo confío en Dios y pido al gobierno de México y a todos los gobiernos que hagan algo por los migrantes”. Seguirán ruta migrante Ayudadas económicamente por la Cancillería de Honduras, por Amnistía Internacional y otras organizaciones que aportan recursos económicos, han logrado recorrer parte del territorio mexicano hasta llegar a San Fernando, en el estado de Tamaulipas. Luego, San Luis Potosí y Querétaro, para de aquí viajar a Lechería, en el Estado de México y seguir una de las rutas que los migrantes centroamericanos acostumbran por los estados de Oaxaca y Chiapas. De acuerdo con estadísticas de Amnistía Internacional, cada día 600 migrantes centroamericanos se internan en territorio mexicano para ir a Estados Unidos, viaje en el que emplean, en promedio, 20 días. Sin embargo, “cientos son secuestrados, las mujeres son violadas, además de ser extorsionados por autoridades de los tres niveles de gobierno. Todos tienen, como común denominador, la pobreza en que viven en sus localidades”. “No quiero morir sin saber de ella” Pasadas las tres de la tarde, ahí mismo, a los pies de La Corregidora, comieron y recibieron el apoyo de transeúntes que les tomaron fotos, que firmaron el apoyo a estas mamás, y luego se fueron. Ellas seguirán buscando a sus hijos, como Lilia Oreyana, que desde hace ocho años trata de encontrarlo. “Supe que estaba en el presidio y no sé si salió o no. Estaba preso en Tapachula y para allá vamos. Él se vino en 2003 y la última llamada fue en 2004. ‘Mami —me dijo— venga’, y mi nieto oyó y estamos viendo cómo ir pero perdimos la comunicación”, señala doña Lilia. Amanda tiene 62 años de edad, busca a su hija María Alba Luz López, que salió de Progreso, en Honduras. “No quiero morirme sin verla”, dice, y rompe en llanto. “Si está viva, por favor que le hable a sus hijos. No me la quiero llevar, solamente quiero que nos dé noticias de que está viva”. Dice que su hija, desesperada por la situación económica en que vivía en su tierra, decidió seguir a su esposo a Estados Unidos. “Nunca supe de ella desde que salió de Honduras; ni una llamada ni nada. Les pido que si alguien la mira, me dé una noticia, o que se comunique ella porque dejó ocho niños. Yo le pido a Dios que esté viva… en veces creo yo que no, porque se podía haber olvidado de mí ¿Pero de sus hijos?”. Juan José Arreola corresponsal, El Universal, 7 de noviembre.

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