El arroz se coció para la dama de blanco y azul


La dama vestida de azul no podía dejar de sonreír mientras hacia el paseíllo. No podía borrar la sonrisa Josefina Vázquez Mota. Parecía que sus ojos estallaban en carcajadas de tanto que chispeaban. Uno de los caballeros que la franqueaba estaba desencajado. Demudado. Trabado. Mientras recorría junto a ella el pasillo central del auditorio Manuel Gómez Morín, de la sede nacional del PAN, era claro que sufría por tener que estar ahí. Furioso se le veía ya en el estrado. No lo podía ocultar Ernesto Cordero. Y el otro caballero que la escoltaba, Santiago Creel, llevaba los ojos muy rojos, el desencanto marcado en el semblante, la frustración en la mirada, pero alcanzaba a esbozar una muequita que parecía sonrisa.
—¡Seré la primera presidenta en la historia de México! –gritaba eufórica Josefina Vázquez Mota.
No había mucho más que decir, aunque lo diría:
—¡Nuestro adversario es Enrique Peña Nieto y su partido (“corrupto”, “autoritario”, “impune”, eran los epítetos que les endil-
gaba) y el primero de julio a esta hora tendremos la Presidencia de la República por tercera vez!
El arroz estaba cocido. Josefina era ya la candidata presidencial del PAN. Cordero evitaba siquiera mirarla. Creel sí, con mirada de resignación…
***
Primer tiempo. Los aspirantes a boca de urna…
Uno. El embarazado. A las 10:50 de la mañana Ernesto Cordero llegaba al Parque México de la colonia Hipódromo Condesa para votar. Iba en mangas de camisa azul. Sonriente. No mucho, pero sonriente. Aunque, de inmediato, se le borraba la sonrisa: denunciaba que en Teloloapan, Guerrero, las urnas del centro de votación habían sido… embarazadas. Que antes de que iniciara el proceso de votación “alguien” había llenado la urna de votos a favor de… “alguien”. Esas gentes sin nombre eran presuntos simpatizantes de cierta candidata presidencial.
—¿No es vergonzoso que haya este tipo de denuncias en su partido? —se le preguntaba.
Ups. Se le descomponía más el rostro. Intentaba hacer una mueca burlona:
—No, vergonzoso que en otros partidos no haya votos para elegir candidatos… Estas cosas en democracia pueden pasar.
El antiguo lenguaje del priismo renacía en nuevos usos y costumbres del panismo: embarazo de urnas azules.
Dos. La sonriente dama de blanco. A las 11:30 Josefina Vázquez Mota votaba en Huixquilucan, en la avenida Venustiano Carranza. Tardaba varios minutos en llegar a la urna debido a la cola de los votantes más madrugadores: era pura sonrisa. Aunque, su gente empezaba a denunciar reparto de despensas, acarreos de votantes, y ubicación de centros de votación en distintos lugares a los planeados originalmente. Todo eso, a favor de Cordero. Usos y costumbres del antiguo PRI en manos de panistas: carruselesratones locos azules.
Pero nada les hacía mella a los josefinos y josefinas. Seguirían sonriendo todo el día.
Tres. El caballero afeitado. Santiago Creel arribaba al frondoso Parque Uruguay en Polanco. Chapeado, risueño. Confiado. Hasta que… se trasladaba a las inmediaciones para que en otra urna votaran su esposa Paulina Velasco y su hijo Santiago, pero… no estaban registrados para votar. Aunque el joven y la mujer mostraban en un iPad que sí eran miembros del PAN y que ahí deberían estar, nada. El aspirante presidencial se molestaba. Decía que presentaría la denuncia respectiva. Que el suyo era un voto contra los usos antidemocráticos. Y, de nuevo, una palabra de origen priista entraba de lleno en el nuevo léxico panista:padrón rasurado.
Parecía que habría un cochinero electoral: en las redes sociales iban subiendo una tras otra las denuncias de simpatizantes de unos y otros. En Guerrero, Tabasco, Zacatecas, Oaxaca, Estado de México, Querétaro, Guanajuato, Distrito Federal…
Pero, si lo hubo, el cochinero, al final callarían todos. Se disciplinarían. Se verían institucionales. Algo así como ocurría en tiempos del PRI. Todos quietos, sin moverse pa’ salir en la foto.
***
Cordero se iba a comer birria con su mujer, Cristina Keller, al restaurante El Paisa.
Creel a su casa con su familia.
Josefina Vázquez Mota con la suya.
Se callaban. Ya ni siquiera tuiteaban. Lo último que harían era agradecer al presidente Felipe Calderón que les había posteado: “Felicidades y suerte”. Por cierto, el Presidente acertaría en su tuit sobre el orden que predominaría en el resultado final: Josefina, Cordero y Creel. Calderón que había votado en el sur de la Ciudad de México, junto al monumento de Manuel Clouthier, pedía, casi rogaba, por la unidad del partido después de los comicios. Por la noche llegaría a la sede del PAN, junto a Margarita Zavala y, según trascendía, intervenía para que no hubiera la menor fisura.
Pero, llegaba la tarde, la hora de las casas de campaña. De los war rooms
El de Creel, en el Fiesta Americana de Polanco, de Mariano Escobedo, era un sepulcro. Los pocos colaboradores del hombre de pelo canoso estaban tristes. Con semblantes abatidos Y enojados. Qué digo enojados: furiosos.
—Trasciende que van terceros… —se le decía a una colaboradora del senador.
—¡Son unos cochinos! —espetaba la dama en relación con la gente de Cordero y Josefina. El lugar se quedaría en silencio y a oscuras poco después.
El de Cordero, en el hotel Crown Plaza de la colonia Nápoles, era el lugar de… los rostros sin expresión.
—¿Qué tal van sus números?
—Está cerrado… -contestaba un colaborador de Cordero con lenguaje corporal de decaimiento.
—¿Segunda vuelta?
—Está muy… cerrado.
El sitio, también, quedaría en el abandono un par de horas después.
La casa ubicada calle de Sacramento 354, en la colonia Del Valle, la casa de campaña de Josefina, era todo lo contrario después de las seis de la tarde: música, mariachi, videos, globos, banderitas, pins para la solapa, sonrisas, claxonazos en la calle, el Estado Mayor Presidencial en plan sangrón de “aquí está la próxima Presidenta”. Y todo era: “Ya ganamos. Y ganamos bonito, jajaja”, festejaban en un balcón colaboradores de la dama.
El arroz, el arroz sí que estaba bien cocido, confirmaría a las 8:40 en la sede nacional del PAN José Espina, el encargado del proceso electoral. Con 86.7 por ciento de los votos contabilizados, Josefina tenía 55 por ciento de los votos; Cordero, 38 por ciento; Creel, sólo 6 por ciento. No, no había 50 puntos de ventaja entre el primero y segundo lugar, ni 30, pero sí 17.
Arroz requetecocido para la dama de blanco y azul…
Juan Pablo Becerra-Acosta M., Milenio, 6 de febrero.

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