El regreso del patriarca

Ahí va de nuevo. En su primer mitin en la Ciudad de México como candidato presidencial por segunda ocasión, Andrés Manuel López Obrador ya no cuida formas: entra desfajado, menos radical, muy sonriente.

El aspirante del Movimiento Progresista saluda a la multitud que alguna vez gobernó congregada en la explanada de la Delegación Venustiano Carranza.

La tarde estalla en miles de papelitos amarillos. Desde abajo, con una manta enorme en favor del candidato, lo contemplan Javier Zamora y Román Hernández Contreras.

Ambos, de 50 y 48 años, respectivamente, mueven con frenesí los palos que sostienen la manta desde sus sillas de ruedas.

A Javier, hace 18 años le dieron tres disparos en una pelea, uno de ellos en la médula ósea que lo dejó sin movimiento. El segundo cayó hace poco de una altura de siete metros en una obra de construcción.

Ambos llegaron desde la Magdalena Contreras. Román talla madera y le nacen de sus manos unos santos altivos y gordos. El segundo no hace nada, pero le dan "una feria", cualquier cosa, para medio llevarla y mantener a sus hijos.

Los dos forman parte de la Asociación para la Integración de Personas con Discapacidad, organismo cooptado por el perredismo local para apoyar a López Obrador.

Al ver al candidato en el escenario, al frente de buena parte de su gabinete, añejo si les ven las canas a los eventuales ministros, Javier y Román sonríen.

Sí. López Obrador está de nuevo en campaña en el Distrito Federal.

 
¿CÓMO LE CREEN?

En la explanada hay un avión enorme que hace a la vez de biblioteca y símbolo de que la delegación hospeda al Aeropuerto Internacional.

De hecho, la oratoria pausada del candidato presidencial es ensordecida por las turbinas de los aviones que pasan a cada momento.

En la escalinata de la aeronave, un Hidalgo inmóvil y de estandarte bien hecho contempla a la masa entre la que predominan los banderines del PT (muchos de los del PRD están arrinconados casi atrás del escenario). El Hidalgo es Pepe Ortiz. Apoya al PRD, no a López Obrador, y suele cobrar por posar en fotos en el Zócalo, Bellas Artes y la Colonia Madero.

"Tengo la edad en la que murió Hidalgo", dice y se echa chispitas de una loción Fraige que huele bastante. "Hidalgo debe oler y chupar bien<00A6>", asegura. Y estalla en carcajadas.

Entre los simpatizantes del tabasqueño, algunos comen huevos duros con limón y salsa, fritos, merengues y gaznates, como los que vende José Luis Alcántar, de Xochimilco, un hombre que cada que López Obrador manotea, sobre todo cuando habla de los que están "zopiloteando" sobre Pemex, chasquea con la lengua y grita: "puras mamadas".

"¿Para qué vienes entonces, cabrón", le reprocha uno, en tanto una mujer le advierte que no le comprarán nada.

"No necesito que me compren nada, pinches acarreados. ¿Cómo le creen a ese? Ya fue Jefe de Gobierno, ya compitió por la Presidencia. ¡Qué más!".

La gente lo ignora, pero si uno camina por un mitin del abanderado perredista percibirá en momentos el mismo desencanto. No en su mayoría, la gente cree poco o nada, o si cree en sus ideas no cree que ganará la Presidencia.

López Obrador, por el contrario, está renacido. Llega aleteando al final del mitin, dice lo mismo de siempre y se despide con los brazos en alto.

 
NO LOS VOY A TRAICIONAR
 
El empresario Alfonso Romo, quien se estrena en un acto masivo del tabasqueño, habla de la honestidad del aspirante, de su amor por la gente, de sus ideas. De que los empresarios ahora sí le creen.

"Estoy conmovido", afirma y contempla a la multitud a la que hace seis años, como muchos, no vio o no quiso ver.

López Obrador se va. Deja en el aire una nueva puya contra Peña Nieto. Si hace días se burló calificándolo de "señoritingo", ahora le repite la fórmula de "producto chatarra", al que quieren introducir en el mercado como telenovela.

"Siempre voy a estar a la altura de ustedes y no los voy a traicionar", reitera y la gente le aplaude. Lo quieren en su regreso. Al patriarca que vino del manglar a la capital.

"Ojalá no nos olvides cuando llegues a Presidente", musita una chica de pantalón ajustado y ombligo de fuera. Y se van todos.


Daniel de la Fuente, Reforma, 17 de abril.

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