Impulsar la producción agrícola y la soberanía alimentaria, ofrece Peña Nieto


Axapusco, Méx., 10 de abril. La capacidad del PRI mexiquense para concentrar aquí a unas 10 mil personas y dar con ellas el marco a la firma de un nuevo compromiso de la campaña de Enrique Peña Nieto, sobre incremento a la producción del campo y la soberanía alimentaria, no superó las pruebas de la larga espera ni de la desmedida lisonja.
El ex gobernador mexiquense mudó la ceremonia por el 93 aniversario de la muerte de Emiliano Zapata de Morelos –previsto en la agenda original– a esta región del nororiente, colindante con Hidalgo. Llegó a recargarse de energía y ánimo, pues fue también su primera visita a la entidad ya como candidato presidencial. Y para ello los organizadores debieron mover a su estructura, bases, camiones, lonches y toda la logística en, a lo sumo, 24 horas.
Sin embargo, cuando el sol se encontraba en el cénit y la gente llevaba más de cuatro horas aguardando, pasó de súbito de la algarabía al hartazgo.
Esto, porque el líder de la Confederación Nacional Campesina, diputado y candidato plurinominal al Senado, Gerardo Sánchez, se lanzó con una parrafada de unos 20 minutos en los que no consiguió ni siquiera un aplauso cuando comparó al presidente Felipe Calderón con el patético y farsante Mago de Oz y su ciudad Esmeralda, que sólo existía en su imaginación (en una frase entrecomillada cuyo autor no consideró necesario citar).
Y tampoco le sirvió irse al extremo opuesto y ubicar a Peña Nieto a la altura del homenajeado Emiliano Zapata, del líder sudafricano Nelson Mandela y del canciller alemán Otto von Bismarck, o decir, ahí sí de su propia autoría: ya te vemos, Enrique, como presidente.
Para entonces, algunos ya tenían varios minutos gritándole y muchos de plano se fueron.
Los límites del efecto Peña
En esta región del nororiente del estado de México, conformada por los municipios de Otumba, San Martín de las Pirámides, Nopaltepec, Teotihuacán, Temascalapa, Acolman y Axapusco, el efecto Peña, como muchos le dicen, mostró sus límites. Aquí el sistema priísta se ha perfeccionado para congregar muchedumbres aclamadoras, mujeres besuconas y fans ataviados de rojo, quienes vienen (o son traídos) para aclamar a los candidatos de ese partido, como hace un año hicieran con el actual gobernador Eruviel Ávila, y hace siete con Peña Nieto en la búsqueda de esa posición.
Luego de recorrer el pasillo limitado por vallas metálicas, cuando por fin habló, Peña Nieto afirmó: el campo mexicano sigue siendo rostro de la pobreza.
Habló de la bandera del cambio, del imperativo de no más violencia y de sacar del rezago al agro, cuyos cultivos y cosechas, apuntó, son víctimas de heladas y sequía, precios insuficientes, falta de tecnología y limitado acceso al crédito para la producción.
¡Esto se tiene que acabar! Tenemos que revertir esa condición, dijo, y lanzó el compromiso de dar una vida digna y decorosa a quienes viven en y del campo.
En esta zona, donde en una extensión de 15 mil 500 hectáreas se producen anualmente 150 mil toneladas de tuna, y casi 14 mil de nopal en 500 hectáreas, y donde la cebada –otro de los principales cultivos– atraviesa por una severa crisis debido a las inclemencias, Enrique Peña ofreció trabajar por la seguridad alimentaria nacional.
No podemos estar a expensas de las especulaciones que el mercado internacional genera sobre los alimentos y los productos que demanda nuestra población, señaló.
La creciente demanda de bienes de consumo primario debe estimulares, agregó, no sólo a dar justicia a los agricultores, sino también para no correr el riesgo de importar alimentos caros y con impacto en la canasta básica de los habitantes del país.
Se propuso y planteó para el agro nacional: un campo justo, productivo, rentable y sustentable.
Tampoco pasó por alto pedir a la gente que se involucre en su campaña y sea protagonista, porque no podemos resignarnos a la condición que México hoy tiene, rezagarnos más ni esperar más tiempo para el cambio del país.
Y seguramente entre ellos estará María Dolores Ramírez, quien luce orgullosa sus botones de Peña Nieto de cuando era candidato a gobernador. Afectada de polio, esta mujer de 42 años llegó antes de las 8 de la mañana por sus propios medios, porque siempre ha sido priísta.
Se enteró de la concentración el lunes a las seis de la tarde, organizó una cooperación entre sus conocidos para hacer perifoneo en San Felipe Totilán (del municipio de Nopaltepec), donde vive. Se quejó de estar marginada de Oportunidades por no militar en el PAN y sigue a la espera de ayuda para quienes, como ella, sufren una discapacidad. Pero hoy no tuvo la suerte de saludar a Peña Nieto.
Rosa Elvira Vargas y Javier Salinas, enviada y corresponsal, La Jornada, 11 de abril.

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