Un día de playa, café, sones y marimba

VERACRUZ.- El tin-tin-tin de las cucharas contra las tazas de La Parroquia se suspende cuando alguien da la voz.

A pie con su comitiva, que incluye a su esposa, el candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, se aproxima al negocio, frente al malecón del histórico puerto, donde le espera un encuentro con reporteros.

Más atrás, con unos cuantos a su lado en contraste con su esposo, que es llevado casi en vilo por jóvenes, políticos y mirones, Angélica Rivera se aproxima también al comercio. "¡Gaviota!", le gritan a lo lejos y ella, sin ver, alza el brazo.

El calor al interior del café está en su apogeo. El aire acondicionado es insuficiente para refrescar a las poco menos de 300 personas que abarrotan el comercio que, el 1 de mayo, cumplirá 36 años en su actual ubicación, y que fue adquirido por la familia de Marcelino Fernández en 1926.

"Es una buena cábala", dice el comerciante cuando se le pregunta por la visita de Peña.

Antes, jóvenes integrantes de una agrupación afín al PRI llegan con pelucas de plástico que emulan el cabello engomado del priista. Dicen que simpatizan con el candidato y sonríen ante las cámaras.

"¡Dejen ver a la gente! ¡No sean chingones!", grita una simpatizante, que come junto con otras pan dulce y café con leche, a los reporteros que de colocan frente al escenario preparado para el priista.

 
FIRMAS Y REFLECTORES
 
Llega por fin Peña y, casi en automático, firma el compromiso de dar seguridad a Veracruz, sobre todo con la presencia de la Policía Naval. Ya en la sesión de preguntas dice que no, que el Ejército y la Marina no se irán de las calles mientras no se restablezca el clima social. Que en todo caso, eso será gradual.

Ante las críticas de que firmar sus compromisos es cosa inútil y de puro reflector, dice que él lo hace para darle certidumbre a los mexicanos.

Interrumpido en ocasiones por los gritos de lideresas que lo exhortan a sacar al PAN de Los Pinos, el priista advierte que la seguridad será su compromiso. Reajustar la estrategia, además de crear un frente ciudadano contra la violencia.

En eso, camiones militares pasan al frente de La Parroquia. La Marina hace lo suyo en el aire.

Alguien le pregunta si puede adelantar nombres de su gabinete en caso de llegar y contesta, sonriente, que no, que primero quiere escuchar los problemas y luego se sentará a ver nombres. Que debe recorrer el País primero. En esta ocasión lo recorre en guayabera, pantalón beige holgado y su impecable peinado.

 
VAMOS A LA PLAYA
 
La Parroquia hierve. El candidato da por terminado el intercambio y se arma el zafarrancho a la salida. Los de seguridad contienen a simpatizantes que piden autógrafos.

Peña sube a la camioneta y parece que se perderá, pero no: se da su escapada a la playa Villa del Mar, camina unos minutos en la arena, trepa a una estructura y hace como que va a saltar, pero sólo saluda a la gente que grita su nombre.

"¡No te vayas a caer, güey, luego quién nos gobierna!", bromea uno que va con sus niñas al mar.

El aspirante camina entre la turba, saluda a comensales de mariscos y bebedores de cerveza. Lo hace despacio, sonriente, y hace a un lado a su seguridad como si quisiera dar confianza. Apenas el año pasado, a unos metros de ahí, una granada fue lanzada contra una familia proveniente del Estado de México, la entidad que Peña gobernó.

"¡Hasta la victoria!", grita hacia la gente que lo sigue hasta la camioneta. No pierde la sonrisa, suda poco, se despeina menos.

Al mediodía él y su esposa son apapachados con una comida en el salón del Sindicato de Comercio veracruzano, con cerca de 500 asistentes.

 
EL PALOMO Y LA PALOMA
 
Suenan la marimba, el arpa y las maracas. Los políticos locales, encabezados por el Gobernador Javier Duarte y otros funcionarios del gabinete, se muestran efusivos con su candidato: le sonríen, le toman fotos con sus celulares.

Los invitados visten de blanco, la seguridad impide el acceso a desconocidos. Los abanicos del techo giran sin parar. Hay flores por doquier y circulan los tacos de chicharrón en salsa, cochinita, res con elote y barbacoa envuelta en hoja de plátano.

En tanto, las coplas de Chava Peña le hacen puros favores al candidato. Más tarde, el trovador dirá que cantó "El palomo y la paloma" en honor de la pareja de la tarde.

El Gobernador le habla con afecto a Peña y lo califica de proyecto "que se vende solo". El candidato, devolviéndole la cortesía, le comenta que se considera veracruzano, y al Mandatario estatal, su hermano.

"Y recuerdo que Adolfo Ruiz Cortines, veracruzano, le pasó el poder a un mexiquense, Adolfo López Mateos", le dice Duarte a manera de cebollazo tras equivocarse en el cargo: lo llama Gobernador del Estado de México.

"Ya vi que te brillaron los ojos", bromea Peña con el Mandatario, quien enrojece. Luego, convoca a los priistas del estado, para que entiendan, "a no quedarse atrás y menos a la zaga".

El evento termina. Los organizadores cierran las puertas hasta que sale la pareja. Una vaporera. Afuera, Leopoldo González, de 71 años y sin una pierna, espera a Peña para invitarlo a conocer su barrio, La Huaca, donde él tuvo muchos oficios.

La camioneta pasa rauda. Don Leopoldo se queda con las ganas. Los funcionarios estatales, "con licencia por un día sin goce de sueldo", presumen, se retiran satisfechos.


Daniel de la Fuente, Reforma, 5 de abril.

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