Venezuela sigue igual, a 10 años del golpe


BUENOS AIRES.— Un país polarizado hasta el hartazgo, en donde el presidente, pese a que las instituciones aún parecían funcionar, no podía con la crisis y no dejaba de friccionar a la sociedad.
Todo, mientras el costo de barril de petróleo era de una cifra. Los cacerolazos, las protestas constantes de una clase media agobiada por la situación y porque desde el gobierno se avanzaba sobre Petróleos de Venezuela (PDVSA), sacaba millones de personas a las calles. Los planteos militares se sucedían desde noviembre de 2001 y de hecho un grupo de uniformados vivía “atrincherado” en la plaza Francia de Altamira.
Esa era la situación que vivía Venezuela y que enfrentaba el chavismo cuando aquel 11 de abril de 2002 se suscitaron las violentas protestas y el golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez que marcó un antes y un después en la historia del chavismo y del país.
Una marcha como aquella, con un millón de personas en la calle, hoy sería impensable en Venezuela. Por entonces la oposición estaba movilizada intentando forzar la renuncia de un Chávez que con tres años en el poder ya daba muestras de hacia dónde iba a guiarlo con su nueva Constitución y la singular institucionalidad que su V República crearon. Hoy, la oposición sólo puede esperanzarse en los votos, que elección a elección siguen creciendo aunque todavía sin bastar para destronar al militar paracaidista, según todas las encuestas.
Aquel día, la oposición convirtió una marcha de protesta sobre Miraflores para defender PDVSA en una manifestación antichavista. Unas horas después, previo a que el grueso de las columnas llegara a las cercanías del Palacio de Miraflores (sede de gobierno), se desató una feroz represión policial que terminó con un tiroteo en el Puente Llaguno, donde cayeron la mayoría de los 19 muertos de esa luctuosa jornada.
La información era confusa a todas luces. Las versiones que se venían escuchando de meses atrás, de que sin partidos el establishment intentaría un golpe contra Chávez, fueron confirmadas ese día por el inspector jefe de las Fuerzas Armadas, general Lucas Rincón. “Se le ha pedido la renuncia al señor presidente, que la ha aceptado”.
Esa frase quedó para la posteridad. Hoy, historiadores como en el caso de Lucia Rayniero, de la Universidad Católica Andrés Bello, consideran que “aún faltan muchos datos y piezas para encajar y saber cuál fue el rol de cada uno en aquellos hechos”.
Lo cierto es que después de lo que ocurrió aquel 11 de abril de 2002 y los días subsiguientes, hasta el regreso al poder del presidente Chávez, el 13, Venezuela ya nunca más fue la misma.
Astucia política
El gobierno supo hábilmente reponerse de aquellos días difíciles.
En un principio, Chávez mostró una actitud abierto, contemplativa, prometiendo incluso diálogo con la oposición. Eso le duró algunas semanas. Pero Después vino lo que en el chavismo conocen como “la contraofensiva”.
Dirimió la puja en la petrolera PDVSA entre fines de 2002 y febrero de 2003, tras una huelga de 72 días, y terminó de imponer su voluntad en el referendo revocatorio de 2004. Desde entonces, todo ha sido chavismo, hasta los errores en el manejo de la economía, sin respuestas en materia energética y con una infraestructura que cruje cada vez con más fuerza.
Si aquel abril de hace 10 años, la oposición no se expresaba a través de los partidos políticos, desprestigiados y hundidos por el aluvión chavista desde 1998, sino a través de sindicatos, de los gremios empresariales y los medios, hoy al menos puede discutir políticas conjuntas.
Aquel fracaso de Pedro Carmona, el empresario que retuvo el poder por 36 horas, lo fue también para el resto del antichavismo que en 2005 cometió otro pecado tan dañino para sus intereses como aquel golpe. “No presentarse a las elecciones legislativas terminó por legitimar al régimen. Fue un grueso error que se pagó muy caro”, explica el analista Carlos Blanco.
Carta blanca
Ahí sí el chavismo tuvo carta blanca para diseñar el país a su antojo. Ya no era el esbozo de la ley habilitante de noviembre de 2001 que había encontrado oposición en las bancadas opositoras, en la calle y en los cuarteles. Ahora Chávez anunciaba una ley o una medida a través del ¡Aló Presidente! Y, en cuestión de horas, la Asamblea la sancionaba.
Hoy, 10 años después, Venezuela es un país más complicado, con una brecha social que no se alteró en estos años, con el mismo déficit de vivienda que entonces y con una violencia que se ha triplicado desde entonces, según las cifras de los institutos y ONGs más serios. El Chávez que surgió de aquel fallido golpe es mucho más autoritario que el que conocían hasta entonces los venezolanos. “Es que no tuvo reparos luego para llevar adelante su revolución”, explica la sociólogo Margarita López Maya.
El país sigue sin poder contar con un proyecto alternativo al de Chávez, como quedó al desnudo entonces.
Aun así, Chávez no es el mismo. Sigue siendo el dueño del voto duro, el del chavismo militante, pero padece el desgaste de 13 años de gobierno y le surgió un enemigo que nadie imaginaba ni en aquellos agitados días ni hasta julio del año pasado: el cáncer, el único con la capacidad de golpearlo y que podría, incluso, dejarlo sin aquello que más anhela y que más le gusta: el poder.
José Vales corresponsal, La Crónica, 11 de abril.

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