Vacío de concesionarios saluda etapa obligatoria de los debates


Instaurados en 1994, la historia de los debates en México incluye tortuosos jaloneos previos para concretarlos, una prolongada búsqueda de acuerdos para inaugurar la nueva era en la democracia mexicana; la crispada negociación que involucró directamente a los candidatos en 2000, y la silla vacía en el primero de los debates de 2006, que prácticamente impuso la Secretaría de Gobernación al Instituto Federal Electoral.
Obligatorios a partir de esta elección presidencial, pues la legislación contempla la realización de dos encuentros, no estuvieron ajenos a una intensa polémica, pues el vacío de los concesionarios de radio y televisión introdujo un nuevo elemento. Paradójicamente, ahora que es un ejercicio que dispone la ley, hay renuencia a transmitirlos a diferencia de los ejercicios anteriores, cuando se adherían voluntariamente a su transmisión. Eran los tiempos en que la democracia era un gran negocio por el gasto millonario en la compra de espots.
La realización del debate presidencial fue la gran innovación en 1994, tras los polémicos comicios de 1988, cuyo gran perdedor, Cuauhtémoc Cárdenas, lanzó el reto de confrontar las ideas apenas se hizo pública la formalización de la candidatura de Luis Donaldo Colosio por el PRI para la nueva elección. Colosio no llegaría a la cita del 12 de mayo, pero su papel fue fundamental pues, vía epistolar, asumió el reto del candidato de la izquierda, que después retomaría Ernesto Zedillo, quien durante el debate exigió a sus contendientes: Yo les pediría que no lucraran con la muerte de Luis Donaldo.
Marginado de origen en la negociación, a la cual su partido se incorporó después, Diego Fernández de Cevallos fue el gran triunfador. El debate pudo haber cambiado el rumbo de la elección de no ser por los millonarios gastos del PRI y la extraña desaparición del panista, ausente varios días de la escena pública.
Seis años después la confrontación real se dio la víspera del debate. Una semana dedicada a debatir sobre el debate, que finalmente se realizó el viernes 26 de mayo y que resultó ser el tercer episodio que comenzó con una ríspida discusión en horario triple A, en el noticiero estelar de Televisa, con la moderación de Joaquín López Dóriga, con un único tema: el debate.
Recriminaciones entre los candidatos del PRI, Francisco Labastida, y de Alianza por el Cambio, Vicente Fox; así como, menos enconado, el aspirante de Alianza por México, Cuauhtémoc Cárdenas. Imputaciones directas de pretender reventar lo que sería el segundo debate de aquella contienda y en el que se anuló la participación de los aspirantes del PARM, Democracia Social y Centro Democrático quienes sí participaron en una primera edición.
Al otro día, los tres comparecieron en público en una nueva confrontación Labastida-Fox, con Cárdenas virtualmente como mediador, de la que surgiría la expresión máxima de la terquedad del ex presidente: Hoy, hoy, hoy. El viernes del debate formal, Labastida incurrió en uno de los más grandes errores registrados “Me ha llamado chaparro, me ha dicho mariquita, me ha dicho la vestida, me ha dicho mandilón”. Nadie lo trató peor que él mismo.
En 2006, tras la experiencia de 2000, el IFE condujo las negociaciones con los partidos a pesar de que entonces la asistencia todavía era voluntaria. La ausencia del candidato de la Coalición Primero los Pobres, Andrés Manuel López Obrador, atribuida a que Televisa tenía preparado un complot en el posdebate para bajarlo en las encuestas, fue aprovechada por sus adversarios: PRI y PAN plantearon que se colocará una silla vacía para remarcar la ausencia.
En medio de fuertes presiones del entonces secretario de Gobernación, Carlos Abascal, el IFE claudicaría una vez más e incluyó la silla para remarcar la ausencia, lo que se convirtió en la anécdota mas recordada de aquella contienda.
La edición 2012 ya tiene como precedente el desplante de Ricardo Salinas Pliego, dueño de Televisión Azteca, y su renuencia a transmitir el debate.
Alonso Urrutia, La Jornada, 6 de mayo.

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