Arropado por paisanos, Peña Nieto insiste en no confiarse en la recta final electoral


Atlacomulco, Méx., 17 de junio. Dos semanas exactamente antes de pasar la prueba de las urnas, Enrique Peña Nieto aseguró a sus paisanos que, después de 53 años, el estado de México volverá a dar un presidente de la República.
Para arroparlo y asegurarle fidelidad priísta con la fórmula 5-0 (ganar para el tricolor la Presidencia, las senadurías, las diputaciones federales y locales y las alcaldías) se congregaron miles de personas en este municipio de donde él es oriundo y del cual toma nombre el grupo de los políticos mexiquenses de mayor influencia.
Todos reunidos por el hijo pródigo, como lo llamara el gobernador Eruviel Ávila, único orador además de Peña Nieto en un mitin donde éste ni siquiera necesitó advertirle a la gente, como hace en el resto del país, no dejarse sorprender o no caer en las provocaciones: aquí hoy era puro priísmo.
Y luego, sólo para escuchar y oírse a sí mismo decir el sí se puede, formuló la pregunta. Se logrará ganar aseguró, porque somos la opción de cambio responsable para México.
Una alternativa, resaltó Enrique Peña Nieto, de estabilidad, de crecimiento económico y de confianza para solucionar los problemas de un México empobrecido, sin generación suficiente de empleo ni alternativas de estudio para los jóvenes y hundido en un clima de violencia e inseguridad que genera miedo en las familias.
A partir de las nueve de la mañana, bajo una lluvia y un frío caladores, la plaza principal empezó a recibir –con los espacios perfectamente definidos por vallas para delimitar procedencia– a la gente de Acambay, Aculco, Ixtlahuaca, Jilotepec, Jocotitlán, San Felipe del Progreso, San José del Rincón, Temascalcingo y los anfitriones. Todos, del norte del estado.
En lugares de privilegio fueron ubicados los ex gobernadores Alfredo del Mazo, Emilio Chuayffet y César Camacho Quiroz; y ausentes Ignacio Pichardo y Arturo Montiel, quien dio el impulso definitivo a la carrera política de Peña Nieto.
También asistieron su mamá, Socorro Nieto, y su esposa Angélica, e hijos, así como el ex jefe del Departamento del Distrito Federal Óscar Espinosa Villarreal.
Domingo Día del Padre. Ocasión tomada por el gobernador Ávila Villegas, para llamar a Peña Nietogran papá, defender el cumplimiento de los 608 compromisos de aquel como gobernador y augurarle: “la campaña que encabezas es un triunfo ya anunciado que nada ni nadie va a detener (…) vamos a la victoria y más allá; de aquí saldrá la mayoría de los votos de todo el país”.
Y como según el mandatario local un pajarito le contó que a los mexiquenses les irá mejor con Enrique Peña en la Presidencia, pues tendrá como favorito a su estado natal, el mandatario local declaró: ¡este arroz ya se coció!, y se lanzó contra quienesandan descalificando elecciones antes de que ocurran. Los mexiquenses, advirtió enseguida, serán los primeros en defender la democracia que nos ha costado mucho trabajo construir.
El aspirante priísta traía su propia carga sentimental y evocativa. Repasó sus días de escuela y de plaza, entre otros. También los consejos de su padre y sus tiempos de campaña para diputado local y para gobernador.
Orondo, abiertamente proclama que en la carrera por Los Pinos usa el mismo esquema de entonces. Esta fórmula de trabajo, esta manera de escuchar y comprometer y de, siendo gobierno, cumplir, aquí la aprendí.
Con la reiteración de su oferta de gobierno donde incluyó para la entidad varias obras de infraestructura, cerró: “Estamos ya en la recta final y no podemos confiarnos… quiero multiplicarme a través de ustedes”.
Motivado, se dijo, agradecido por el apoyo de sus paisanos, aseguró que el primero de julio será no sólo la victoria para él, sino para los mexicanos, por los resultados y soluciones que daremos.
Antes de llegar a Atlacomulco poco después del mediodía, Peña Nieto tuvo una reunión privada con los candidatos a legisladores y alcaldes por la entidad mexiquense. De ésta misma se supo, a través de Twitter, de su coordinador general de campaña, Luis Videgaray.
Rosa Elvira Vargas, La Jornada, 18 de junio.

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