Los sondeos, falso reflejo de la realidad electoral


La publicidad en contra de Enrique Peña Nieto sería suficiente para enviar a cualquier candidato al fondo de las encuestas, pero no en México, escribió Randal C. Archibald, corresponsal de The New York Times,el pasado 12 de junio. El comunicador se refería a la información sobre las aventuras extramaritales del aspirante presidencial priísta, a los señalamientos por corrupción en los que se han visto envueltos varios dirigentes de su partido, a los espots panistas que advertían sobre una negociación entre el poder público y la delincuencia organizada en caso de que Peña Nieto llegara a la Presidencia, y a las marchas y protestas en su contra encabezadas por los estudiantes.
La enumeración se quedaba corta en los factores que confluyeron para generar un estado de opinión pública claramente adverso para el mexiquense, que empezaron antes incluso que las campañas: el 3 de diciembre del año pasado, cuando el entonces precandidato único sufrió un sonado traspié en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara.
Las redes sociales hirvieron en comentarios sarcásticos, que se exacerbaron con una desafortunadísima reacción de una hija del político y fueron alimentados, a lo largo de ese mes, con subsecuentes dislates del propio Peña Nieto: su desconocimiento del salario mínimo y del precio de la tortilla (no soy la señora de la casa). Luego vendría la severa descalificación de Carlos Fuentes: Este señor no tiene derecho a ser presidente de México a partir de la ignorancia.
A principios de diciembre del año pasado, las encuestas coincidían en otorgar al mexiquense 50 por ciento de la intención del voto, o más, pese a que por entonces ya había ocurrido la destitución de Humberto Moreira como presidente nacional del PRI por su presunta responsabilidad en el escandaloso endeudamiento del estado que gobernó: Coahuila. Sin embargo, al 10 de enero de este año, BGC-Ulises Beltrán y Asociados seguía otorgándole la mitad de las intenciones de voto (frente a 26 y 24 por ciento para, respectivamente, Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador). En tanto, a finales de ese mes Consulta Mitofsky le redujo tres puntos, para situarlo en 50 por ciento de las preferencias (28 para JVM y 22 para AMLO). Roy Campos concedió que el descenso del priísta podría ser consecuencia de sus propioserrores de diciembre (Gráfica 1: encuestas a enero).
El mínimo impacto en las encuestas por los problemas experimentados por Peña en la fase previa a su registro como candidato tuvo un efecto negativo inmediato en la credibilidad de las propias encuestadoras. Víctor Hernández descuadró las cifras de Mitofsky a partir de datos aportados por el propio Roy Campos en el noticiero radial conducido por Joaquín López Dóriga: si eran ciertos los números que mencionó sobre los votantes que repetirían su elección partidaria de 2006, entonces las tendencias 50 (EPN)-28 (JVM)-22 (AMLO) eran falsas de necesidad. Con base en los números presentados por Mitofsky, los porcentajes quedaban de esta forma: EPN: 30.7 por ciento; AMLO, 28.42, y JVM, 23.82, lo cual quiere decir que en realidad hay un empate técnico entre AMLO y EPN, puesto que el margen de error en la encuesta es de más menos (±) 3.1 por ciento, observó entonces Víctor M. Toledo. Por añadidura, se achacaba al encuestador que asignara el ciento por ciento de las intenciones de voto a lapreferencia efectiva (esto es, al universo de quienes aceptaron responder por quién votarían) y dejara de lado el porcentaje de los encuestados que no quisieron responder. Si se distribuía este último en forma proporcional a las tendencias de cada candidato, aparecía de nuevo el escenario de empate técnico entre AMLO y EPN.
Centenares de ciberactivistas elaboraron gráficas de Excel y las incrustaron en videos para exhibir tales inconsistencias metodológicas.
Para entonces, Roy Campos se había curado en salud al afirmar (24 de diciembre) que una empresa encuestadora que se preste a falsear resultados no se mantendrá mucho tiempo en el mercado; que difundir una encuesta falsa es absurdo; si lo que reporta no está presente en la población, no va a aparecer sólo porque lo diga la encuesta; que hacer encuestas para generar datos falsos es tirar el dinero, y que es más fácil decir mentiras sin encuestas.
En cualquier otro país, diría un corresponsal extranjero, la aparición a mediados de mayo de #YoSoy132, movimiento surgido precisamente del repudio a Peña Nieto de un sector estudiantil que se extendió como mancha de aceite, habría provocado el colapso de su candidatura. No fue así en México ni en las encuestas. Salvo GEA-ISA, que registró una caída significativa a mediados del primer semestre de este año (y una inexplicable recuperación de entonces en adelante), BGC-Ulises Beltrán, Buendía, Parametría y Mitofsky reflejaron una caída mínima y hasta controlada –eso parece decir la gráfica– del aspirante priísta en las intenciones de voto (Gráfica 2).
La polémica acerca de los ejercicios estadísticos y la crítica crecieron conforme se acercaban los comicios, pero, salvo casos aislados, los encuestadores guardaron silencio. Caso aparte fue el director editorial y columnista de Milenio, Ciro Gómez Leyva, quien redactó varios artículos para defender vehementemente el sondeo diario que realizaba su casa editorial en alianza con Consulta Mitofsky.
En vísperas de la elección, aparte de un declive discreto y modestísimo (dadas las circunstancias) del aspirante presidencial priísta, el único hecho relevante para las encuestas era el avance, unánimenente reconocido, de Andrés Manuel López Obrador, de la tercera a la segunda posición (Gráfica 3).
Desde las últimas horas del 1º de julio, conforme fluían los resultados del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), se hizo evidente que las cifras ahí reflejadas no tenían nada que ver, salvo por el reparto de posiciones entre Peña Nieto, López Obrador y Vázquez Mota, con las tendencias que manejaron las encuestas. Tomando como promedio un margen de error de ± 3 por ciento, de acuerdo con la metodología declarada por las propias casas encuestadoras, casi ninguna acertó a la franja de certidumbre, no sólo por lo que se refiere a las votaciones obtenidas por cada candidato, sino, sobre todo, por los márgenes de diferencia entre unos y otros.
Por lo que respecta a la votación atribuida al priísta, IPSOS-BIMSA,Reforma, Covarrubias, De las Heras y Berumen se situaron dentro de la franja de error admisible (± 3) (Gráfica 4).
Por lo que hace a la votación reconocida a AMLO, sólo BGC- Ulises Beltrán y Buendía Laredo salen de la franja aceptable de error (Gráfica 5).
Pero, cuando se analiza lo ocurrido con el margen de diferencia entre el mexiquense y el tabasqueño, las encuestas dejan ver su casi total inoperancia. En este punto, los estudios no guardan relación con los números oficiales de los votos ni con la eficiencia y cientificidad de que presumen sus autores. En este ejercicio, sólo De las Heras y Berumen realizaron un pronóstico certero. El resto tuvo márgenes de error de entre 3.8 (Reforma) y 12.2 (GEA-ISA) (Gráfica 6).
Significativamente, sólo una de las encuestadoras (Berumen) pronosticó un margen menor para Peña Nieto respecto de López Obrador. Todas las demás dieron al mexiquense márgenes mucho más holgados que el que indican los resultados oficiales. Corresponderá a los encuestadores y a los medios asociados a ellos explicar tal coincidencia.
Desde mucho antes del inicio del proceso electoral que aún no culmina, el bando de las izquierdas ha sostenido que las encuestas están cuchareadas.Quien fungió como coordinador de campaña de Josefina Vázquez Mota coincidió en forma un tanto póstuma, al declarar que las encuestas fueron parte de la estrategia electoral, sin mencionar la que anunció el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, en febrero pasado, que supuestamente ponía a la candidata de su partido a sólo cuatro puntos de distancia del rival priísta.
Gómez Leyva no hizo mención de la singular y llamativa uniformidad de las encuestas al realizar el balance sobre el trabajo de sondeos diarios realizado por su periódico y por GEA-ISA. Habló sólo del fracaso: “Editorialmente –empezó su artículo del 3 de julio– no hay justificación que valga”.
En cuanto a GEA-ISA, su propietario, Jesús Reyes Heroles González, dice que si su trabajo se quedó muy lejos de la realidad, ello probablemente se debió a que algunos de quienes informaban que votarían por el candidato del PRI no concurrieron a las urnas.
Pedro Miguel, La Jornada, 6 de julio.



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