Bin Laden “inspira” a migrantes


Lo primero que a Onésimo Gómez se le vino a la mente es que se “estaba sepultando vivo”. Eso, aunado al subidón de adrenalina que le provocó la “corretiza” que le pusieron minutos antes, lo hizo sentirse muerto.
Se concentró en las palpitaciones aceleradas de su corazón, sintió temblores por todo el cuerpo; Onésimo comenzó a sudar. Le faltó el aliento… el aire. Rígido, frío, en unos instantes tuvo la sensación de entrar en pánico.
Cerrar los ojos, y pensar en sus hijos Yesica, Carolina y José, jugando en el pequeño patio de su departamento en la ciudad de San Diego lo tranquilizaron. Todo valdría la pena por regresar otra vez. Hasta vivir a dos metros bajo tierra.
El placer de recordar a su familia duró instantes: los gritos y el llanto de otros migrantes terminarían de golpe el sueño. La Policía Municipal incendiaba decenas de “pozitos” de migrantes, asentados en la canalización del Río Tijuana.
Unos 200 migrantes deportados por la ciudad de Tijuana viven en lo que ellos mismos han denominado “pozitos”, una especie de refugios bajo tierra para protegerse de abusos policiacos.
Se trata de túneles que van desde los dos hasta los 15 metros de largo, y una profundidad de unos dos metros bajo tierra. Construcciones hechas por migrantes deportados, que ellos mismos describen como protección “bajo tierra” del frío, la lluvia y la policía.
Los “pozitos” se han convertido en el refugio de los migrantes que no han encontrado apoyo en autoridades migratorias en Tijuana, frontera por donde se realizan 100 mil repatriaciones al año.
“El Bordo”
La activista y directora del refugio de Migrantes Casa Elvira Arellano, Micaela Saucedo, recuerda que a principios de la década de los noventa se implementó el programa “Operación Guardián”; la frontera de México se reforzó como nunca en la historia.
Los nuevos métodos utilizados por las autoridades estadounidenses trajeron como consecuencia, que miles de migrantes quedaran varados en la ciudad, y se asentaran en la canalización del Río Tijuana. Un cauce con una longitud de 4 mil 500 metros, 70 metros de plantilla y siete de alto, que corre por toda la valla fronteriza que separa a Tijuana de San Diego, California
Los migrantes comenzaron a llamarle “El Bordo” y fundaron otra ciudad dentro de Tijuana: una que no los relegará por su aspecto, que los aceptará sin reglas de etiqueta. Sin juzgar su ropa sucia manchada del sudor o la sangre derramada durante el trayecto de deportación.
“El Bordo” creció como una ciudad cuyos cimientos fueron levantados con pedazos de madera, cartón, lonas y plásticos. Construyeron “casuchitas” en medio del canal. De forma ilegal se asentaron en territorio federal.
Eso ha sido motivo suficiente para que las autoridades comentan violaciones contra los migrantes del canal, quienes según denuncias de los propios afectados y activistas pro migrantes, incluye tratar de quemarlos vivos.
Micaela Saucedo recuerda que el 15 de febrero policías municipales arribaron a “El Bordo” como parte de los operativos para sanear la zona. “Hacen operativos inhumanos y le prenden fuego a sus casitas, sin importarles que los migrantes estén dentro”.
El refugio Casa Elvira ha documentado que en los últimos tres años 30 migrantes han resultado con quemaduras de tercer grado; mientras dormían, policías incendiaron sus improvisadas viviendas.
La idea de un terrorista
Son conocidos como los “pozitos”, refugio para los migrantes más necesitados, para los recién “llegados”. Onésimo Gómez Sánchez es migrante y dice tener 40 años. Originario de Veracruz, vivió en San Diego 17 años, se casó y tuvo tres niños.
Lo deportaron hace tres meses y ahora vive en uno de los refugios de migrantes asentados en las inmediaciones del Bordo. Onésimo es alto, bien vestido, con los zapatos bien boleados. Trabaja como otros migrantes lavando carros o cargando cajas en el mercado municipal.
Cuenta que cuando lo deportaron no tenía dónde quedarse. Otros migrantes que encontró en el camino de una ciudad que entonces le resultaba desconocida, lo invitaron a quedarse en “El Bordo”, mientras conseguía trabajo para regresar con su familia.
Pocos días pasaron, cuando a Onésimo la Policía Municipal intentó quemarlo vivo: “No podría describírtelo, fue aterrador; en mi casita tenía unas cobijas y mi mochila. Fue lo que más me dolió: las fotos, mis recuerdos, era lo único que me mantenía y todo me lo quemaron. No quedó nada”, relata. Ese día, unas 200 casitas fueron consumidas por las llamas.
Desde entonces Onésimo y otros migrantes idearon una estrategia para protegerse de los abusos policiacos. El riesgo era alto, pero sin dinero y trabajo no les quedaba otra opción: esconderse bajo tierra.
Ismael Martínez, El Cocho, fue el primero al que se le ocurrió. Originario de Oaxaca y deportado por Tijuana le vino a la mente Osama Bin Laden. Específicamente la imagen del terrorista más buscado por Estados Unidos dentro de una cueva.
“Yo quería rescatar mis cobijas de la policía y se me ocurrió la forma de cubrirnos y cubrir mis cobijas. Empecé a escavar un pequeño hoyo, después me di cuenta que tenía resistencia”, entonces El Cocho cavó más hondo.
Para llegar al “pozito” de El Cocho hay que internarse dos metros bajo tierra, descender por unas escaleritas de madera, esquivar pequeños pedazos de tierra que se desprende y caen sobre la cabeza.
Entre los muros de los “pozitos” se filtra el agua que pasa por el canal, y arrastra aguas negras y desechos de todas las colonias de la ciudad de Tijuana. “La humedad y la pestilencia a veces es insoportable”, lamentan los migrantes que ahí viven.
El de El Cocho es de los más grandes: el trayecto alcanza los 10 metros de largo. Aquí se resguardan aproximadamente 15 migrantes.
La primera vez que Onésimo se metió a un “pozito” fue para resguardarse de una redada policial. Dice que la primera vez “se siente como autosepultarse, debe ser como meterse a una tumba”.
Desinterés gubernamental
Se calcula que en “El Bordo” hay unos 20 “pozitos”, donde viven más de 200 repatriados. Micaela, defensora de migrantes desde hace más de 40 años, explica que los migrantes que viven en “los pozitos” presentan enfermedades respiratorias.
“La humedad, porque viven dentro de un canal de aguas negras, ha provocado que presenten cuadros que van desde una simple gripa hasta una neumonía”, explica.
A pesar de los testimonios de activistas y de la Procuraduría de los Derechos Humanos de Baja California sobre lo inhumanas que son las redadas contra los migrantes, autoridades municipales dicen no saber nada.
La Comisión de Asuntos Fronterizos del Ayuntamiento de Tijuana, presidida por la regidora María Luisa Sánchez Meza, aseguró que no tienen conocimiento que los migrantes estén viviendo debajo de la tierra: “Es muy lamentable, muy triste, no sabíamos eso. Pobrecitos, pero vamos a tomar cartas en el asunto”.
Mientras que la Secretaría de Seguridad Pública de Tijuana, en voz de su director, Javier Viruete, aseguró a EL UNIVERSAL que no pueden ingresar al bordo porque es territorio federal.
“Nosotros no hacemos eso, pero cuando es necesario sí entramos al bordo. Además esos migrantes son los que cometen 40% de los delitos en la ciudad”, excusa.
Activistas refieren que los “pozitos” se incrementarán ante la pasividad de las autoridades en el tema migratorio; seguirán convirtiéndose en el refugio que no ha podido proporcionar la Federación a sus repatriados.
Laura Sánchez corresponsal, El Universal, 25 de febrero.

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