Disenso en la cúpula y los niveles intermedios cubanos obstruyen la eficacia de las reformas


La Habana, 12 de febrero. La reforma económica en Cuba se aceleró en el último trimestre del año pasado porque la primera ronda de medidas “no dio los frutos esperados”, dijo a La Jornada el economista Carmelo Mesa-Lago, autor de una amplia investigación sobre el tema.
“Creo que se mantiene el compromiso interno” entre una tendencia reformista y otra conservadora en la dirigencia, agregó el profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh. Pero el presidente Raúl Castro “y los reformistas han sacado fuerza de la falta de resultados, especialmente en la agricultura, así como el fracaso hasta ahora en la búsqueda de petróleo, para dar el empujón”.
Consultor del sistema de Naciones Unidas, de gobiernos y universidades y autoridad mundial en seguridad social, Mesa-Lago acaba de publicar Cuba en la era de Raúl Castro. Reformas económico-sociales y sus efectos (Ed. Colibrí, Madrid).
El volumen, de consulta obligada sobre la economía cubana, concluye que el “disenso en la cúpula y en los niveles intermedios”, así como la formulación de objetivos contradictorios, “obstruyen la eficacia de las reformas”.
Mesa-Lago apunta en la obra que por un lado en Cuba se reconoce al mercado y al sector privado para aumentar la producción y las exportaciones y reducir las importaciones, pero por otro se acentúa el control estatal y fuertes cargas impositivas sobre los particulares.
“Al parecer unos dirigentes apoyan las reformas como única vía para mejorar el desempeño económico-social y salvar la revolución, mientras que otros se resisten a ellas por temor a desatar fuerzas que se escapen del control del régimen o porque la competencia privada amenace sus posiciones y privilegios”, señala en sus conclusiones. “El resultado es un compromiso que en la práctica es ineficaz e insostenible” y es necesario “avanzar con más firmeza, rapidez y profundidad en las reformas estructurales”.
Consultado por este diario sobre el paquete de decisiones del último trimestre de 2012 –cuando el libro ya estaba en imprenta– el autor expuso por correo electrónico que algunas medidas, como la que amplía la entrega de tierras en usufructo, “fueron inducidas” porque la legislación anterior “tenía tantas trabas y desincentivos que no dio resultado”.
Explicó que ese cambio amplía la parcela y autoriza la construcción de viviendas, entre otros avances, pero al mismo tiempo obliga virtualmente a los usufructuarios a vincularse a determinadas cooperativas, sin que puedan formar las propias.
Sobre la ley migratoria, también aprobada en la tanda del último trimestre, estimó que las excepciones para viajar libremente “son por razones de seguridad o interés nacional o necesidad vital de fuerza de trabajo, y esto es una laguna muy grande, además de que su definición se deja a juicio del Estado”.
Originario de Cuba, Mesa-Lago trabajó en 1959 para el primer plan de pensiones después de la revolución de ese año. Emigró más tarde a Estados Unidos, pero ya en 1967 se manifestó contra el bloqueo económico a la isla y promovió el intercambio académico entre ambas naciones. Después de dos décadas sin volver a la isla, vino a un seminario auspiciado por la Iglesia católica en 2010.
Trabajador incansable a sus 78 años, en su rigurosa investigación Mesa-Lago actualiza su propio enfoque sobre la economía cubana del último medio siglo, en el que describe una oscilación entre ciclos “idealistas y pragmáticos”.
En esas variantes, la tendencia ha sido a favor o en contra del mercado, sostiene el especialista. Según la etapa, ocurrieron cambios que resultaban contradictorios con el ciclo anterior en 11 renglones como el control estatal, la formación de precios, los estímulos al trabajo o la inversión extranjera.
Aunque hay periodos que el autor reconoce como difíciles de clasificar o de estancamiento, en términos gruesos identifica “ciclos “idealistas” como los años 60, incluyendo una etapa radical (1966-1970), la “rectificación de errores” (1986-1990) y la reversión de las reformas de los 90 (2003-2006).
“Pragmáticos” serían la etapa del modelo soviético (1971-1985), la reforma de los 90 y el actual, “el más fuerte bajo la revolución”.
Anota que la mayoría de esos ciclos han durado de cinco a seis años, “causando inestabilidad e incertidumbre” con perjuicios para el desempeño a largo plazo, pues no se dio tiempo para que las distintas políticas pudieran madurar.
Los ciclos “idealistas” se debilitaron a largo plazo, mientras que los “pragmáticos” se volvieron más osados, aunque empeoraron sus resultados sociales adversos, agrega el autor.

Gerardo Arreola, La Jornada, 13 de febrero.

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