Viacrucis en Huehuetoca

HUEHUETOCA, Estado de México.- El silbido del tren comienza a agitar la respiración, su avance hace retumbar el suelo y el corazón de 15 hondureños.

La adrenalina sube conforme se aproxima la máquina de acero 4041 de Ferromex a 45 kilómetros por hora sobre las vías de Huehuetoca, Estado de México, con dirección a San Luis Potosí.

La mirada de los centroamericanos está fija en cada uno de los acoples del ferrocarril. Esperan el momento para treparse.

Han esperado más de cinco horas dormidos en los rieles hasta que el tren los despertó y sus sentidos se alertaron.

Uno, cinco, 10 metros, corren a todo pulmón. Uno de ellos logra asirse a una varilla, pero no se siente lo suficientemente seguro y se suelta. Otro intento, ahora agarra con mayor fuerza el metal, mece los pies y con mochila al hombro -su única pertenencia- logra estabilizarse en una barra de acero, y se aleja junto con sus otros cuatro compañeros de viaje.

En este punto del viaje, en Huehuetoca, el cansancio es visible en los migrantes procedentes en su mayoría de Honduras, pero también de El Salvador, Guatemala y Nicaragua.

La ropa está desgastada y sucia, el sudor es penetrante, la piel se vuelve más morena, los labios resecos, deshidratados, los dolores de pies y piernas son agudos.

En años anteriores, los migrantes solían hacer el viaje en 13 o 15 días desde su país a Estados Unidos; ahora, a causa del crimen organizado, llevan tres semanas y apenas han recorrido 2 mil kilómetros y falta otro tanto para llegar a la frontera.

"¿Sabe porque estamos aquí? y ¿por qué no hay tanta gente si antes se llenaba esto?, porque la gente está parada en Coatzacoalcos, allí hay como unas 15 mil personas, no pasan porque las están secuestrando, están pidiendo 100 dólares a cada uno. Paran el tren y allí cerca están todos los delincuentes.

"Los malandrines vienen checando la gente, con celulares en el tren, y cuando llegan a Coatzacoalcos saben perfectamente como son los grupos, si no pagan a uno lo tiran. Un chico que no quería pagar lo machetearon aquí", dice Marvin, colocando su mano en el cuello.

El hondureño y otros tres connacionales que se encontraron en el camino relatan su experiencia recostados en la vía.

"Son más de 100 malandrines, su jefe es "El Pájaro", así le dicen, el miércoles (6 de marzo) había un gentío en Coatzacoalcos y a todos los bajaron con tiros y machetazos", agrega.

"A mí me bajaron tres veces", interrumpe José, "no pagué, me esperé otros tres, me subí y me dijeron 'pinche negro hijo de puta, bájate', me encañonaron y me dieron un "planazo" en el ojo, la tercera vez me bajaron a la buena, está pasando gruesa la cosa.

"Allí está -del otro lado del puente, cruzando- la policía y ellos (los criminales) están enfrente".

José, de piel negra, robusto, de casi dos metros, tuvo que rodear el puerto veracruzano para evadir a Los Zetas, la MS o cualquier otro criminal. La caminata le llevó dos días más.

"Son tres puntos Orizaba, Coatzacoalcos, Aguas Blancas, 100 en cada uno, 300 dólares, si uno no lleva ni para el pasaje", refiere Marvin sobre las zonas donde se sabe que el crimen extorsiona a los migrantes.

En el comedor migrante San José Huehuetoca, las cifras disponibles son contundentes: de los 50 o 70 indocumentados que llegar a proveerse de alimentos, cerca de la mitad fueron víctimas de delitos, principalmente en Veracruz.

En Coatzacoalcos los robaron arriba del tren mareros; en Coatzacoalcos, lo bajaron del tren con machetes y armas; en Medias Aguas, los maras lo asaltaron y le quitaron mil 800 pesos; en Coatzacoalcos, lo asaltaron en el tren con machete y le quitaron 400 pesos; "El Pájaro" está matando a gente, tenía secuestrados a 15 o 16; lo corretearon en Coatzacoalcos, los bajaron con machete; cobran cuota de 100 dólares y están violando a mujeres, son algunas de las denuncias que han hecho los migrantes en el comedor.

Pero los agresores no son sólo delincuentes civiles; a ellos, dicen los migrantes, se suman los guardias privados del tren, quienes en Lechería, Huehuetoca y Tultitlán cobran de 200 o 300 pesos para permitirles el ascenso y tras unos metros de avance, los tiran a las vías.

Otro riesgo está, además, en las propias vías del tren.

Apenas el día anterior a la llegada de Marvin y sus compañeros, Walter Alfonso Dimas intentó subir, pero una rueda le molió el pie derecho.

El joven de 33 años permanece internado en el hospital Rubén Leñero donde le amputaron la extremidad inferior.

"No supo subirse, se fue del otro lado donde es más difícil, le quebró todo esto, nunca perdió el conocimiento. Hay veces que viene muy rápido y no se puede, o se sube uno y le quita las mangueras del aire al tren para que se vaya más despacito", explica Marvin.

A las 17:35 horas de la tarde en Huehuetoca y con el tren distanciándose, el grupo hondureño sólo apuesta a decir que pernoctarán en el albergue cercano.

Henia Prado, Reforma, 10 de marzo.

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