Candidatos en Venezuela ofrecen paliar los efectos de la devaluación del bolívar


Quién da más? Para paliar los efectos de la devaluación del bolívar, el candidato opositor Henrique Capriles ha prometido a lo largo de su campaña un incremento salarial de 46.5 por ciento. Hoy, en un acto con trabajadores que abarrotan los alrededores del palacio de Miraflores, el abanderado del chavismo, Nicolás Maduro, ofrece un “poquitico” menos, o más si la inflación lo permite, pero en partes.
“No quería meter este tema aquí porque hubieran dicho que lo estoy haciendo por campaña”, dice Maduro, a un costado del edificio que promete convertir en un museo consagrado a la memoria de Hugo Chávez.
Pero lo hace. El “candidato obrero” ofrece un aumento en tres entregas: 20 por ciento en mayo, 10 en septiembre, y entre 5 y 10 por ciento –según se comporte la inflación– en noviembre. De ese modo, el salario mínimo venezolano rondaría, al finalizar el año, los 470 dólares, si se calcula al cambio oficial de 6.30 (actualmente anda en 325, contra los 150 de México, por ejemplo).
Un mar de siglas llega a las inmediaciones de Miraflores desde temprano. La mayoría son empleados de diversas dependencias gubernamentales, identificados todos con camisetas y gorras de sus sindicatos.
“Todo el mundo debe tener un salario digno, una vivienda digna, un trabajo digno, salud, educación, cultura. Me planteo el plan miseria y pobreza cero para 2019”, ofrece “el hijo de Chávez”, figura central de una campaña que no duerme (a la una de la madrugada estaba en Barcelona, Anzoátegui, cerrando un mitin).
“La propuesta de aumento de salario es nuestra, el enchufado mayor, que no tiene propuestas, se la fusiló”, responde Henrique Capriles, quien así responde, con la expresión “enchufado” (al poder, a los dineros del petróleo) a un rival que siempre le llama “burguesito apátrida” o “caprichito”.
En el duelo de promesas Capriles dice que el próximo lunes decretará el aumento salarial de un jalón y no “ese aumento chucuto” (incompleto).
Ya entrada la noche, y para no dejarlo ir en blanco, la agencia oficial de noticias difunde un comunicado en el cual acusa al candidato opositor de mentir, pues se atribuye una “propuesta” que en realidad está contenida en la Constitución.
A todas horas y en todas partes suenan las canciones de las campañas. En las entradas del metro, en las esquinas y afuera de los edificios públicos, los chavistas colocan pequeñas carpas armadas de mucha propaganda y de potentes bocinas. Los recuerdos de campaña más solicitados son unos camioncitos de cartón, para armar, donde un Nicolás Maduro de caricatura va al volante.
Los activistas de Capriles hacen lo propio a unos pasos, aunque casi siempre sin equipos de sonido.
Ambos ejércitos de campaña –aunque la oposición con menos efectivos– recorren la ciudad en caravanas de vehículos equipados con altavoces. Hay algunas canciones nuevas, pero los dos reciclan las piezas utilizadas para la anterior elección.
Un camión avanza seguido de una parvada de motociclistas. Desde las bocinas se pide a los ciudadanos votar por Capriles “este 7 de octubre”. Y las caravanas chavistas repiten una y otra vez el tema “Chávez corazón del pueblo”, usado por el fallecido presidente.
Más allá de la propaganda, la recta final de las campañas está marcada por las denuncias del gobierno sobre la presunta presencia de “terroristas salvadoreños” que buscarían atentar contra Nicolás Maduro y por la firma de un compromiso, sugerido por el candidato oficialista al Consejo Nacional Electoral (CNE), en el cual los candidatos se comprometen a acatar los resultados del domingo.
Maduro propuso el acuerdo, el CNE lo redactó y el candidato chavista lo firmó. Su contraparte se niega a hacerlo.
Desde Cumaná, en el estado de Sucre, manda un mensaje al CNE y a la campaña chavista: “Yo no soy el mismo del 7 de octubre (de 2012), toleré mucho abuso, voy a pelear por todos los votos de nuestra Venezuela. Si creen que somos pendejos se quedarán con las ganas… ¡Ya basta que tengamos que calarnos a un grupito de enchufados que se pagan y se dan el vuelto!”
En lugar de firmar, Capriles envía a las autoridades electorales un documento –que los rectores (consejeros) se niegan a recibir– en el cual dice: “Me comprometo a respetar y hacer respetar la voluntad soberana del pueblo venezolano en razón de lo cual exijo que el candidato del gobierno igualmente acepte los designios del pueblo, que desista de seguir utilizando los recursos del Estado y los medios públicos a favor de su candidatura”. El candidato de la Mesa de Unidad Democrática también demanda al CNE atender “más de 100 denuncias” sobre presuntos delitos electorales.
La negativa de Capriles a firmar el compromiso es interpretada por Jorge Rodríguez –jefe de campaña de Maduro y ex presidente del CNE– como una prueba de que la oposición no va a reconocer los resultados del 14 de abril.
“Maduro no puede sacar más votos de los que sacó Chávez”, dice Henry Ramos, secretario general de Acción Democrática, uno de los partidos tradicionales de Venezuela que sobrevive en el bloque opositor.
En esa idea parece cifrarse la esperanza de triunfo de Capriles, al menos para algunos dirigentes de la oposición.
En todos los tonos, los dirigentes opositores insisten en que Maduro “no logra entusiasmar” a la totalidad de los electores chavistas.
En esta campaña, el chavismo ha revivido la consigna de “diez millones de votos” lanzada por Chávez, pero ni el popular presidente consiguió esa cifra en octubre pasado (obtuvo 8.2 millones de sufragios).
“Pregúntenle a 10 simpatizantes del oficialismo si van a votar por Maduro y verán que por lo menos dos no lo harán”, dice el dirigente opositor Leopoldo López.
El cálculo tiene un antecedente. En 2007, Chávez convocó a un referendo con el que buscaba dotarse de una nueva ingeniería constitucional que le permitiera avanzar en la construcción del “socialismo del siglo XXI”. Pero el proyecto no fue suficientemente discutido ni siquiera entre sus bases y muchos chavistas, incluyendo altos dirigentes, vieron en sus líneas un peligroso intento de centralización del poder. El resultado fue que muchos electores identificados con el fallecido presidente no salieron a votar. Fue, dijo entonces Chávez, “una victoria de mierda” de la oposición.
“No ganamos nosotros, perdió el chavismo”, admitió entonces Felipe Mujica, dirigente del opositor Movimiento al Socialismo.
Por eso no se entiende que Henry Ramos diga que “el gobierno está jugando a la abstención”.
Y menos cuando la MUD se queja de que la estatal Venezolana de Televisión se ha negado a transmitir un anuncio de Capriles, expresamente dirigido al electorado chavista. En el espot, el candidato opositor defiende las misiones de Chávez, otrora muy criticadas por los antichavistas. Mira la cámara y dice: “No quieren que sepas mi posición sobre las misiones. Ellos dicen que las quiero eliminar. Eso es mentira. Tú sabes que podemos fortalecerlas y mejorarlas. Las misiones son tuyas”.
Paradoja venezolana. El legado de Chávez es también reivindicado por quienes siempre se le opusieron. ¿O de qué otra manera entender una frase que Capriles suelta hoy, a propósito del entusiasmo que mira a su paso por las plazas de todo el país? Dice el candidato de la oposición: “Esto no se veía desde el año 1998, cuando el presidente Chávez sembró una esperanza en el pueblo”.

La Jornada, 10 de abril.

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