Heredero designado del chavismo


BUENOS AIRES.— Una cosa era estar sentado siempre a la izquierda y en silencio cuando Hugo Chávez aún vivía y otra muy distinta es meterse en el personaje del ya fallecido presidente venezolano. A Nicolás Maduro, el heredero del líder, le costó en estos días tratar de ser Chávez y dejar de ser él mismo desde la tarima, y eso se siente en algunas encuestas y en las mismas filas del chavista, donde las peleas internas están a la orden del día.
No obstante, para este ex sindicalista de 50 años, más acostumbrado al debate que a la negociación, este es su primer desafío electoral y cuenta con el voto del dolor y con todas las regalías del Estado para que todo en Venezuela siga siendo “rojo, rojito”. También cuenta con la asesoría invaluable de su esposa, la ex procuradora Cilia Flores, su principal operadora política, y con el respaldo de La Habana, donde los hermanos Raúl y Fidel Castro lo sienten como uno de los suyos.
Ex militante de la Liga Socialista, Maduro fue escalando posiciones dentro del gobierno desde su condición de militante y asiduo visitante de Hugo Chávez en los años que éste pasó en prisión.
Fue diputado constituyente, legislador, presidente de la Asamblea y ministro de Relaciones Exteriores, todo de la mano de Chávez, quien en diciembre, antes de partir a Cuba para su última operación quirúrgica, lo designó como su heredero y pidió todo el apoyo para su delfín.
De origen judío sefardí, aunque él profesa la religión católica, desde que asumió el cargo de presidente, los problemas fueron en aumento. No sólo los de la agenda de gobierno sino la relación hacia adentro del partido.
Esos inconvenientes quedaron de manifiesto en estos días, donde cierta desesperación se apoderó del aparato electoral del chavismo, de acuerdo a la lectura de las encuestas.
De ahí los anuncios de aumentos de salarios y la apertura de fondos destinados a “la campaña”.
Sin embargo, Maduro aprovechó la campaña para darse a conocer por completo. Se mostró como el buen músico que fue en sus años mozos, como rockero incipiente y con conocimientos de percusión y se refirió a Dios y a Chávez en todas las veces que tuvo ocasión.
Sus referencias a que Chávez se le apareció en forma de pajarito, o de que él está encarnado en la figura de su mentor político, provocaron críticas de todo tamaño y cariz. Sin embargo, Maduro parece confiar más en el manejo de cierto sincretismo político-religioso, que en el del dogma del marxismo con el que alguna vez llegó a la militancia política.
En el chavismo todos confían en que una vez pasada la elección, y si como parece logra el triunfo, Maduro ponga en práctica todas sus dotes negociadoras, esas que fue trabajando primero como sindicalista y luego como canciller, para poder llevar “paz” a los distintos sectores internos que conforman el oficialismo. Sólo así, y a medida logre ir solucionando cada uno de los problemas heredados de su jefe, recién se podrá analizar si el chavismo sin Chávez tiene futuro en Venezuela, bajo la comandancia de Maduro.
José Vales corresponsal, El Universal, 13 de abril.

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