Recibe constancia, Nicolás Maduro ofrece construir una “nueva mayoría”


La brecha corta impone la prisa. Hugo Chávez fue relecto el domingo 7 de octubre. La entrega de su credencial de candidato ganador fue el miércoles 10. Pero esta vez, a pesar de que Nicolás Maduro dijo estar a favor de auditar todas las cajas electorales, hay prisa. Y Venezuela amanece con la noticia de que en las primeras horas de la tarde Maduro será proclamado, por el Consejo Nacional Electoral (CNE), ganador de la contienda.
Así ocurre, pese a que Henrique Capriles, abanderado de la oposición, demanda poco antes que el acto de proclamación no se lleve a cabo en tanto no se haga un recuento “uno a uno” de los votos.
En el mismo mensaje, Capriles llama a sus seguidores a hacer sonar sus cacerolas por la noche, movilizarse a las oficinas del CNE este martes y marchar, “conmigo al frente”, el miércoles hacia la sede del organismo comicial en esta ciudad.
“Quien pretenda vulnerar la mayoría en democracia está dando o llamando a un golpe de Estado”, sentencia Maduro tras recibir el documento que lo proclama vencedor.
Frente al cuerpo diplomático, ministros, la cúpula de las fuerzas armadas, los diputados chavistas y expertos electorales que elogian la elección con todo y su resultado, Maduro afirma que está en camino “un intento de desconocimiento de las instituciones democráticas”.
Poco antes, la presidenta del CNE, Tubisay Lucena, defiende rudamente el sistema electoral, rechaza el conteo voto por voto y el respaldo ofrecido a ese procedimiento por el gobierno de Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos porque, dice, “representan un claro acto injerencista que busca intervenir la soberanía nacional”.
Lucena entrega a Maduro el documento y ambos se funden en un abrazo.
Maduro dedica buena parte de su discurso, de poco más de una hora, a un recuento de las “batallas” libradas por el extinto presidente Chávez, siempre con el librito azul –la Constitución– en mano. “(Chávez) dejó la casa arreglada como un buen padre”.
Maduro se reconoce como “el primer presidente chavista” de la historia de Venezuela, promete enmendar errores del proceso y construir una “nueva mayoría”.
A la oposición le dedica también esta frase: “la democracia y el sistema electoral sólo sirven cuando ellos ganan”.
A propósito de triunfos, las últimas cifras del CNE, con 99.17 por ciento de las actas, son 7 millones 559 mil 349 votos (50.75 por ciento) para Maduro y 7 millones 296 mil 876 (48.98) para Capriles. Una diferencia de 262 mil 473 votos (1.77), que puede variar ligeramente con los sufragios de los 100 mil ciudadanos que residen en el exterior.

Orquestas y música nocturnaJuan Antonio Abreu, fundador del sistema de orquestas infantiles y juveniles –donde se formó el célebre director Gustavo Dudamel–, ocupa un sitio en la primera fila en el acto de entrega de la constancia a Nicolás Maduro.
Evade la política, pero no ignora la polarización de su país ni la violencia delincuencial que el mismo presidente electo ha colocado entre sus prioridades. Habla entonces de las orquestas como “oasis de valores altísimos, oasis de conciencia, de fraternidad, de culto a la belleza”.
A sus 74 años, dice trabajar “todo el tiempo, ahora con Gustavo, que está aquí en Caracas”, y sonríe al recordar la promesa de Maduro de hacer crecer el sistema de orquestas para que pase de atender a 400 mil niños y jóvenes a un millón. “Ahí vamos a seguir, ahí donde enseñamos a cantar, a tocar y a soñar”.
Se acerca un hombre de guayabera. Se les presenta.
–Yo lo admiro mucho a usted –dice Abreu.
–Y yo a usted –devuelve la cortesía Cuauhtémoc Cárdenas, presente en Caracas desde el pasado viernes.
La noche de Caracas toca, sin embargo, otra música. Es la respuesta al llamado de Capriles al cacerolazo en punto de las ocho de la noche. El concierto de ollas y sartenes baja de intensidad media hora después, pero continúa. Los reportes en las redes indican que el cacerolazo también suena en algunos barrios populares, una hora entera.
Al mismo tiempo, Nicolás Maduro ofrece una rueda de prensa en la cual un primer dato, gráfico, llama la atención: en lugar de una imagen de Hugo Chávez, a su espalda hay tres cuadros de Simón Bolívar.
Aunque en el acto de su proclamación había dicho que no perdería tiempo “con un grupito que quiere violencia”, Maduro dedica buen tiempo por la noche para presentar denuncias de diversos “ataques” de la oposición: el intento de quemar dos sedes del PSUV, una de ellas en Barinas, estado natal de Chávez; el asedio a la casa de Tibisay Lucena y de los padres del ex ministro Andrés Izarra; la amenaza de asesinato del hijo del actor Winston Vallenilla, animador de las concentraciones chavistas, entre otros actos de la “burguesía amarilla”.

Claman ayuda de ObamaMientras se espera a Maduro, varias de las figuras estelares del chavismo sostienen breves pláticas con los periodistas.
–¿Puede haber violencia?
–Claro que sí –responde José Vicente Rangel, ex vicepresidente de la república y “baluarte noble de la lucha democrática”, como lo presenta Maduro.
A esas horas ya hay protestas en varios lugares del país, y en algunos intervienen las fuerzas policiacas para contener o dispersar manifestantes con gases lacrimógenos, como ocurre en la Francisco Fajardo, la principal vía rápida de la ciudad.
En el rumbo de Altamira, donde el voto opositor rebasa siempre 80 por ciento, el concierto de las cacerolas tiene como anticipo el bloqueo de la más importante avenida de la zona, la Francisco de Miranda. Grupos de militantes opositores hacen montones de basura en varios puntos de la avenida, entre las estaciones del metro Chacao y Altamira, y les prenden fuego. A las siete y media de la noche son unos 500 o 600, la mayoría jóvenes que eran niños pequeños cuando Chávez comenzó a gobernar.
Tuvieron un escarceo con elementos de la policía militar, pero siguen ahí, recorriendo las calles aledañas en busca de bolsa de basura para quemar.
Tres muchachas van de un lado a otro de la avenida con un letrero en alto: “Obama, Shimon Peres, en Venezuela hay un golpe de Estado a la democracia. Necesitamos ayuda”.

“En paz, pero con firmeza”Las protestas comienzan muy de mañana. En la plaza Altamira, decenas de personas proclaman: “ayer Venezuela le ganó a Cuba”, y algunos proponen ir a meterse a los hoteles donde se hospedan los “acompañantes electorales” extranjeros.
Los calma el concejal opositor Freddy Guevara: “Henrique no se va a dejar robar. Vamos a esperar el llamado de nuestro presidente”.
El llamado ocurre a las dos de la tarde. Decenas de personas reunidas a las afueras de un restaurante con televisores grandes, en el barrio Las Mercedes, miran el mensaje de Capriles, con el siguiente guión:
“Si usted va y se proclama el día de hoy, usted es un presidente ilegítimo, espurio”. Aplausos. Anuncio de cacerolazo. Aplausos. Movilizaciones a las sedes del CNE en los estados. Aplausos.
Anuncio de marcha a la sede del CNE en Caracas, “conmigo al frente”. Aplausos y gritos: “¡Vaya, así, carajo!” “¡Bravo!”
La respuesta de Maduro es llamar a los chavistas a las calles. Martes y miércoles, para empezar, y luego el viernes para que lo acompañen a su toma de posesión ante la Asamblea Nacional.
“Somos seguidores de Cristo redentor, somos hombres de paz… creemos en la paz, pero somos guerreros”, dice Maduro.
“En paz, pero con firmeza”, es la fórmula de Capriles.
Ya entrada la noche, las estatales Telesur y VTV muestran imágenes de grupos de opositores que se manifiestan afuera de sus sedes, golpeando cacerolas y lanzando insultos y amenazas a los empleados.
Como dijo Rangel, el “oráculo de la revolución”, puede haber violencia.

Arturo Cano, La Jornada, 16 de abril.

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