Reconciliación y paz, discurso de los grupos que hoy se disputan el poder


Unos, los opositores y algunos círculos donde predominan ex chavistas no recalcitrantes, hablan a cada rato de la necesidad de reconciliar las dos Venezuelas que conviven como pueden, tarea que deberá estar a cargo de quien gane las elecciones de este domingo.
Otros, el oficialismo, prefieren hablar de paz. Así está el país a escasas horas de que los colegios electorales abran sus puertas a los cerca de 19 millones de ciudadanos con derecho a votar.
Sea un término o sea el otro, la ventaja para acometer ambas empresas descansa en la fortaleza de un sistema electoral al que los propios expertos opositores consideran blindado. Cuando menos eso sostiene Roberto Picón, ingeniero en sistemas adscrito al Grupo de Seguimiento Técnico del Comando Simón Bolívar, centro neurálgico de la campaña del opositor Henrique Capriles.
Desde 2004 el sistema comicial venezolano es electrónico, y Picón, en declaraciones a la prensa local, afirma que no hay mecanismo tecnológico alguno capaz de vulnerar el voto de la ciudadanía.
La víspera, una treintena de personajes que representan “distintos oficios, religiones y pensamiento” lanzaron un manifiesto para poner fin a “la lucha fratricida” que, según ellos, sacude al país.
“Exhortamos a que cualquiera que sea el gobierno que surja de este proceso electoral, se constituya en líder nacional de la construcción del entendimiento nacional y se conciba como constructor de convivencia democrática”, asientan los abajo firmantes, entre quienes se encuentran algunos ex funcionarios del gobierno de Hugo Chávez, como el ex ministro del Interior y líder del Partido Comunista, Luis Miquilena, y los ex diplomáticos Pompeyo Márquez y Vladimir Villegas, quien estuvo asignado en México.
Este último, cuyo hermano es ministro de Información, destacó que el gobierno que salga de las urnas “no la va a tener fácil”, de tal modo que “debería estar interesado en promover el rencuentro del país”.
El cónclave tuvo lugar en la jesuítica Universidad Andrés Bello, y el documento fue leído por el cardenal Jorge Urosa Savino. Los firmantes proponen que, una vez sentadas las bases mínimas, el diálogo se inicie en los órganos colegiados, como la Asamblea Nacional, concejos municipales y en el Consejo Federal de Gobierno. En la hoja de ruta se considera que “debemos concebirnos como parte de un todo; señalan que “es posible asumir entre todos las soluciones urgentes a la inseguridad, la superación de la pobreza y la generación de empleos”, y concluyen haciendo un llamado para que el futuro gobierno entable puentes de comunicación con sindicatos y empresas “para construir el desarrollo con equidad y justicia”.
Desde el chavismo sin Chávez la respuesta fue la callada, tanto que ni la televisión oficial se ocupó del tema. La programación de los seis canales de televisión se centró básicamente en repetir un excelente documental sobre el fallido golpe de Estado de hace 11 años, así como en presentar profusamente la vida y obra del fallecido presidente.
Alternando con esos dos temas y la repetitiva aparición en pantalla de dos actos aparentemente no electorales del presidente encargado y candidato Nicolás Maduro, las televisoras oficiales, aprovechando la difusión del documental sobre el golpe de Estado, no se cansaron de mostrar la beligerante actuación de Henrique Capriles –Caprichín, le llaman los chavistas– en aquellos días en el acoso desquiciado de unas turbas a la embajada de Cuba.
Asombra escuchar el diálogo entre el embajador Germán Sánchez y el joven e impetuoso Capriles, entonces alcalde del municipio caraqueño de Baruta, demarcación en la que se encuentra la citada sede diplomática. Capriles exige al embajador que le permita catear el edificio para comprobar si había o no armas, y también si ahí se encontraban refugiados personeros del gobierno chavista, especie lanzada previamente por las televisoras y las radios privadas.
Ya para entonces la turba había dejado sin energía eléctrica ni agua a la sede diplomática y estaba en marcha el operativo para invadir la embajada, resguardada por un tibio cordón policial. El diplomático explicó al alcalde y hoy candidato que no podía permitir tal acción porque los convenios internacionales protegen la invulnerabilidad del edificio.
Capriles hizo oídos sordos y se empecinó en exigir la revisión, so pretexto de que se trataba de territorio venezolano. Antes de retirarse brincando una tapia, sentenció que entonces no podía garantizar la integridad física de los ahí presentes. Es de esperar que el joven e impetuoso Capriles haya aprendido la lección, pero al menos hasta ahora no se le conoce acto de contrición.
De manera que, a la distancia, la convivencia en este hermoso e indómito país dista mucho de ser la mejor. Y este es un pueblo bravo; ahí está la historia reciente que mucho habla de ello. La gente humilde tumbó en 1989 al socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, y la misma gente humilde eligió a Chávez como su presidente hace 14 años y sacó a empellones a los golpistas que lo secuestraron hace 11, reinstalándolo en el poder apenas tres días después de la asonada.
Esos episodios permanecen frescos en la memoria de no pocos venezolanos.

Josetxo Zaldúa enviado, La Jornada, 14 de abril.

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