Defraudar a migrantes, crimen “invisible” para México y EU

La necesidad puede más que la prudencia. Tal vez por eso Adareli Ponce cayó tres veces en el mismo fraude, con la ilusión de trabajar legalmente en Estados Unidos y ganar el dinero que en su lugar de origen nunca hubiera podido tener.
Hoy, con la dolorosa experiencia de haber perdido tiempo y dinero, dice que no lo volvería a hacer, pero como ella, decenas de miles de mexicanos son estafados todos los años por personas o supuestas “agencias colocadoras” que les ofrecen conseguirles un empleo que en realidad no existe, o cuyos términos son muy diferentes a los que les prometen a sus víctimas.
Este fenómeno, alertan los especialistas, sigue ocurriendo en una invisibilidad casi total gracias a la nula coordinación entre las autoridades de ambos países, pero también al negocio millonario que significan los migrantes para los grupos de falsos reclutadores y, sobre todo, para las empresas en Estados Unidos que se benefician de su mano de obra a precio de regalo.

“Nos lavaron el cerebro”
Originaria de la comunidad de Chapulhuacán, en Hidalgo, donde la mayoría de la gente decide irse al norte ante la falta de opciones de trabajo y estudio, Adareli Ponce tuvo que pasar tres veces por el mismo engaño antes de aprender la lección.
La primera de ellas, cuenta en entrevista con La Jornada, tuvo lugar a mediados de 2007, cuando acudió junto con su hermana a la casa de un hombre de su mismo pueblo, que había pegado en la puerta de su casa un anuncio para ofrecer supuestos empleos como recolectores de manzanas y naranjas en el estado de Michigan.
“Nos lavó el cerebro y nos pidió nuestro pasaporte y mil pesos para la inscripción, sin darnos recibo. A los 15 días, nos pidió ahora 2 mil pesos, pero nada más nos traía dando vueltas. Después supimos que en total éramos como 40 o 50 personas en la misma situación”, recordó.
El segundo trago amargo lo bebió un año más tarde, cuando “un licenciado de Monterrey” reclutó gente para hacer trabajos de limpieza en Lousiana, con el módico precio de inscripción de mil 500 pesos, para acceder a la gran oportunidad de un empleo que supuestamente daba 120 dólares al día y más de 700 a la semana.
Aunque pagó su respectiva cuota –más de 3 mil pesos de gastos consulares y 900 de autobús y hospedaje a la capital de Nuevo León–, nunca llegó el permiso de trabajo deseado y al “licenciado” no lo volvieron a ver las 60 personas que lo esperaban ese día.
La tercera y última experiencia de fraude fue también en 2008, cuando Adareli se animó a depositarle 700 dólares a un falso reclutador que prometió llevarla a trabajar 10 meses a Las Vegas en labores domésticas. Un nuevo pago inútil y una nueva decepción colectiva.
“La palabra clave aquí es la necesidad. Como aquí no hay trabajo, muchas personas se animan a conseguir dinero prestado o hasta a empeñar negocios con tal de irse. Yo ya no volvería a intentarlo, pero muchos dicen que el que no arriesga, no gana. Por eso los reclutadores siguen teniendo tanta gente”, lamentó Adareli.

Morir por tres dólares la hora
Sarah Farr, coordinadora del proyecto Justicia en el reclutamiento, del Centro de los Derechos del Migrante (CDM), explicó que hay dos formas típicas de cometer este tipo de engaño: ofrecerle a las personas un empleo inexistente o darles un trabajo en condiciones muy diferentes a las que les habían prometido.
“No tenemos estadísticas oficiales, porque tanto México como Estados Unidos dicen que esto no es su responsabilidad. Tampoco sabemos cuántas agencias de colocación existen, a pesar de que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social está obligada a registrarlas. Nosotros tenemos conocimiento de que hay alrededor de 100, pero pueden ser más”, indicó.
El CDM ha documentado que las entidades con mayor cantidad de víctimas de fraude son Guanajuato, Veracruz, Zacatecas, San Luis Potosí y Oaxaca, aunque en otros estados también se presentan este tipo de engaños.
Quiénes más ganan con esta situación, estimó Farr, son los grupos de falsos reclutadores, pero también los empleadores en Estados Unidos, quienes se benefician de la situación de vulnerabilidad de los migrantes.
“Muchas veces tienen accidentes porque no reciben capacitación ni equipo de seguridad, o llevan más de 24 horas sin descansar y salarios de apenas tres dólares la hora. Hay personas que han muerto o que pierden un miembro o un ojo”, advirtió la especialista.
Uno de los sectores donde ocurre mayor cantidad de abusos y accidentes es el de las ferias ambulantes, ya que buena parte de los migrantes que laboran en esa área tienen una visa de trabajo H2B, que tiene menor protección que la H2A, ya que si deciden renunciar a su empleo, en ese momento ya se encuentran en el país de forma irregular y pueden ser deportados.

Fernando Camacho Servín, La Jornada, 10 de diciembre.

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