Después de 13 años, el profesor Patishtán regresa a El Bosque

“Fueron 13 años para matarme en vida. Pero fui resucitado en vez de morir. En vez de callar, aprendí a hablar”, dice de su largo cautiverio Alberto Patishtán ante la pequeña multitud que lo recibe. “Somos pobres, pero ricos en principios y valores, en dignidad y respeto. Sabemos resistir e insistir por la justicia”.
El pueblo tzotzil de El Bosque acogió multitudinariamente a su hijo más famoso y admirado. Trece años de ausencia le dan hoy a Patishtán Gómez una contundente y conmovedora presencia. Desde la mañana, aquí no han hecho sino recibirlo. Lo acompañaron por las calles. La de abrazos que se dieron con él. Hubo rezos y cantos católicos, cohetones, dianas, discursos, agradecimientos y la carne poderosa de tres toros sacrificados para la ocasión. El profesor se dijo “no sólo contento, feliz”. Su compañero de muchas batallas, el profesor Martín Ramírez expresó a nombre del Movimiento de El Bosque en Defensa de Pueblo: “Todos ganamos, vamos a celebrar una victoria”.
Pero lo contento no quita lo indignado: “Costó 13 años liberar a un inocente. Es una vergüenza para todas las autoridades federales y estatales. En México no existe la justicia. La rabia no se va a acabar. Tampoco la memoria”, señala el profesor Ramírez López. Durante el emotivo acto público, Patishtán relata que el pasado 31 de octubre, al obtener la libertad, se comunicó con sus amigos y familiares aquí en El Bosque. Oyó risas y voces por el teléfono. “También nosotros nos liberamos”, le estaban diciendo.

Agradecimientos
En una larga mesa en el estrado del domo municipal acompañan a Patishtán, este medio día, su abuelo (“muy querido”) Francisco Mariano Gómez Gómez, su tía Carmen, quien tanto pugnó por su liberación, y su ex suegro Gregorio Ruiz, quien se hizo cargo de los dos hijos menores del profe cuando éste fue encarcelado y su cónyuge abandonó a los tres de manera bastante ignominiosa. “Lo sigo llamando mi suegro”, revela el festejado, quien también reconoce a sus abogados Leonel y Sandino Rivero, y a los organismos civiles y colectivos “que estuvieron siempre a mi lado”.
El presentador pone de su parte. Señala hacia Patishtán: “Tenemos aquí a la persona que el destino y la mala suerte nos había arrebatado”. Luego pide “un fuerte aplauso para el compañero que nunca dio un paso para atrás, el profesor Martín Ramírez”. Este, en uso de la palabra, dice: “En 2000 éramos un puñito. Ahora somos una gran cantidad de gente en todos los continentes del mundo”. Recuerda que “quedan tres compañeros en la cárcel” (Miguel Demeza, Antonio Estrada y Alejandro Sántiz, adherentes a la Sexta declaración de la Selva Lacandona), y luego de exigir cumplimiento de los acuerdos de San Andrés (bien dijo que “la memoria no se acaba”) y expresar solidaridad con los desplazados de Puebla (Chenalhó) y Banavil (Tenejapa), los presos políticos del país y los maiceros inconformes en “varios municipios de Chiapas”, denunció hostigamientos y represión del actual alcalde Humberto López Pérez, así como sus antecesores, “por defender a Patishtán”. Pero “dejé de tener miedo hace 20 años”, añade.

Hermann Bellinghausen, La Jornada, 2 de diciembre.

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