Exigen respeto a migrantes e indemnización por cada muerto

A la mitad del río Suchiate, por donde cruza históricamente el flujo de migrantes de Centroamérica, sobre las balsas que quizás un día utilizaron sus hijos e hijas para internarse sin papeles y sin fortuna a un México de tránsito que les resultó adverso, 40 madres gritaron a todo pulmón: “¿Dónde están, dónde están, nuestros hijos, dónde están?” y “¡Los migrantes tienen derechos, que se respeten!”
El cruce por río de Ciudad Hidalgo a la orilla guatemalteca de Tecún Umán de la Caravana de Madres Centroamericanas en Busca de sus Hijos, ondeando las banderas de sus cuatro países y coreando consignas fue celebración, protesta, despedida y catarsis del fin de un viaje que las llevó durante 16 días por 14 estados (26 ciudades y poblados; 5 mil 870 kilómetros de carretera) desde la frontera sur hasta el Bajío por la ruta del Pacífico.
Sobre balsas que no son sino tablones montados sobre cámaras de ruedas de camiones, impulsadas por “camareros” fortachones, las mujeres se afianzaron a las fotografías de los migrantes extraviados, hijos propios y ajenos, reclamados por cientos de madres sin posibilidades de participar en caravanas como estas. Así surcaron la corriente, integrándose al tráfago cotidiano que transporta de México a Guatemala y viceversa, sin control ni aduanas, a miles de personas y toneladas de mercancías de lo más diversas.
En algún momento, ellas también fueron viajeras sin papeles. Una aventura alegre para cerrar una expedición que tuvo momentos de gran dolor. Buscan encontrar al mayor número posible de los cerca de mil casos que tienen documentados, personas a quienes se les perdió el rastro en México, registradas en los expedientes abiertos por las organizaciones locales en colaboración con el Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM).
Según datos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), la cifra aproximada de centroamericanos en tránsito no localizados podría ascender a casi 70 mil.
Pero estas madres (algunos hermanos inclusive) también marchan para exigir al gobierno mexicano un mínimo cumplimiento de una agenda humanitaria y para llamar la atención de la sociedad mexicana sobre este drama.
Martha Sánchez Soler, organizadora de la caravana y directora del MMM, y las representantes de los cuatro grupos nacionales participantes (Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua) leyeron en conferencia de prensa, realizada en el cortijo del embarcadero ribereño de Tecún Umán, el comunicado que reitera lo central de sus demandas: que el gobierno mexicano dé cuenta de los migrantes de esa región desaparecidos en territorio nacional, la suspensión de visas para viajeros en tránsito y la reparación del daño y pago de indemnización por cada centroamericano sin papeles encontrado muerto a lo largo de la ruta migratoria.
Además, con este acto el eslabón más débil de la cadena --las familias que quedan atrapadas en la incertidumbre que se prolonga por seis, diez, quince, hasta 20 años sobre el paradero de sus seres queridos-- ellas conmemoraron a su manera el Día Internacional del Migrante.
Dulces encuentros; noticias amargas
En esta jornada, la novena que organiza el MMM, se lograron mediante investigaciones propias y difusión en medios de comunicación y plazas públicas, 12 encuentros confirmados, un resultado insólito hasta ahora, que superó los logros previstos.
Algunos con final feliz, como el de la nicaragüense Narcisa Gómez, que viaja acompañada de su hijo Eugenio Juárez, a quien fue a localizar hasta Tijuana. Otras, con la sorpresa del encuentro fortuito, como el de Lucila Manzanares, hondureña, residente desde hace 10 años en Puerto Madero, que el martes, cuando supo que había madres centroamericanas en la plaza del pueblo, se acercó a ver y encontró ahí expuesta su propia fotografía. Así supo que su madre la buscaba. “Esta soy yo”, dijo con sencillez a Martha Sánchez. Así, de inmediato la ayudaron para que le llamara por teléfono hasta su pueblo en Progreso-El Yoro.
Hubo madres que regresaron a sus países con el alivio de saber que sus hijos viven y están bien, aunque dolidas porque algunos de ellos tampoco desearon encontrarse con ellas. Hay otros casos donde se obtuvieron pistas importantes, centroamericanos presos en los penales de la frontera que están seguros de haber reconocido a algunos de ellos. Sólo que muchos de ellos, cuando son detenidos, ocultan sus nombres verdaderos y son registrados con otros. Pero el indicio permite abrir nuevas vías de investigación.
Y otras historias donde el camino de búsqueda terminó con la noticia de una tumba tragada por el mar.
Esa fue la desventura de Estela, hija de Patricia Quintanilla, una de las miles de muchachas hondureñas atrapadas en las telarañas del comercio sexual de la frontera. Fueron vecinos de Puerto Madero quienes la reconocieron en una fotografía. La identificaron plenamente, pero informaron que cuatro años antes había muerto de sida. Recuerdan incluso dónde fue enterrada. Hasta ahí fueron las madres de la caravana: un panteón a la orilla del mar. Sólo que hace años que el mar avanza y se ha “tragado” casi todo el camposanto. “Sí, ella no tenía lápida, sólo una cruz con su nombre. Estaba muy a la orilla, fue de las primeras en quedar bajo el agua”, dice una vecina que la conoció bien. No queda ni la cruz.
Festejan un México que no existe
El sacerdote Heyman Vázquez Medina, párroco de Huixtla y director del albergue para migrantes San Francisco de Asís, llega tarde a la conferencia de prensa en Tecún Umán. Asistió a los festejos oficiales del gobierno estatal por el Día Internacional del Migrante, donde escuchó los discursos de funcionarios y diputados. “Festejan un México que no existe; un Chiapas que yo no conozco”, asegura, “ya que en el país real que padecen y sufren los migrantes centroamericanos y las organizaciones que los apoyan lo común es el atropello, el abuso de autoridad, la discriminación y la impunidad”.
Lejos del cumplimiento de acciones para proteger la migración, lo que se vive en los estados donde cruza esa ruta es “un acuerdo entre funcionarios de todos los niveles y el crimen organizado para continuar con los secuestros, la extorsión y el cobro de cuotas excesivas y con violencia a bordo de los trenes”. “Falta voluntad política de cambiar. Sabemos y hemos señalado a funcionarios coludidos con los secuestros y la extorsión, a quienes nunca se les castiga, sino que se les protege”.
A su vez, la salvadoreña Ana Celaya, madre de un migrante desaparecido y fundadora de Cofamides, definió el momento que enfrentan los gobiernos de Centroamérica y el de México como “totalmente desbordado, ya que mientras en la ruta aumentan la violencia, los riesgos y la colusión de autoridades y crimen organizado que atentan contra los migrantes, las averiadas economías de sus países de origen son incapaces de ofrecer algún estímulo para impedir la diáspora que cada día se intensifica”.

Blanche Petrich, La Jornada, 19 de diciembre.

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