Crisis venezolana: sin sorpresas ni esperanza

En Venezuela, “sorpresa” y “esperanza” parecen ser dos términos abolidos del vocabulario cotidiano por mandato revolucionario. Nadie en el país se da el lujo ya de sorprenderse de que la situación general pueda ser peor cada día. Tampoco nadie espera que todo se resuelva en el corto plazo.
Las últimas manifestaciones estudiantiles, que terminaron con 3 muertos, 68 heridos y medio millar de jóvenes detenidos en todo el país, la fractura evidente de la oposición y los manotazos de ahogado que da un gobierno carente de recursos y sumido en la desorganización, agravan el grado de descomposición que desde hace décadas vive el país, hasta dejarlo en un aparente callejón sin salida.
Desde hace más de una semana, miles de venezolanos han protestado en las calles. La inseguridad, que no deja de crecer, la carencia de insumos básicos —ya sea en el rubro alimenticio o farmacéutico—, la crisis de la petrolera Estatal PDVSA —donde la producción cayó en 2013 cerca de 4%—, los medios de comunicación censurados a la hora de mostrar la peor cara de la crisis, que es la de la muerte, los periódicos sin papel, los periodistas sin libertad para ejercer y la inflación —que actúa como un verdadero “pacman” sobre los ingresos de la población—, fueron algunas de las razones para que la del miércoles pasado fuera una manifestación multitudinaria.
Una protesta que en el inconsciente colectivo de los venezolanos ha recordado el frustrado golpe de Estado del 11 de abril de 2002. Lo que parecía concluir como una marcha pacífica terminó con muertos y el gobierno salió de inmediato a denunciar, por enésima vez en la última década, el intento de un golpe de Estado y un frustrado magnicidio, escogiendo a los posibles “culpables” de una galería de enemigos que van desde un poeta y dirigente de derechos humanos residente en México hasta el ex presidente colombiano Álvaro Uribe.
“No podría ser peor”
“La situación no podría ser peor. Al descalabro económico se suma el descalabro político en donde todos, gobierno y oposición, colaboran de la misma manera”, asegura la socióloga Vianis Segura, de la Universidad Central de Venezuela.
Y es que el gobierno viene haciendo gala de una desesperación espantosa. No atina con la soluciones y cuando las intenta aplicar estas llegan tarde, como el plan de pacificación que el presidente Maduro presentó el viernes. La oposición se dividió entre los que buscan la acción directa contra Maduro, como Leopoldo López y los que pretenden aguardar los plazos legales para pedir un revocatorio constitucional en el 2015, tal la postura que esgrime un cada vez más aisladoHenrique Capriles, gobernador de Miranda y ex candidato a la presidencia.
El movimiento estudiantil, que en 2007 había logrado propinarle al chavismo, con Hugo Chávez en vida, su única derrota electoral, se quedó con López y se organizó para volver a salir a la calle. Ese movimiento mostró nuevamente que tiene más músculo que la estructuras políticas tradicionales, y ahora con las víctimas sobre la mesa, el gobierno vuelve a intentar lo que más y mejor hizo en los últimos tres lustros: demonizar la protesta y aferrarse a su aparato militar y de inteligencia, al ordenar la captura de los López como una forma de restringir un poco más la normalidad en un país donde hace rato que nada es muy normal.
La denuncia del ministro del Interior, Miguel Rodríguez, de que lo del miércoles se había comenzando a gestar en México en 2010, de la mano de Gustavo Tovar Arroyo en una reunión con los principales líderes juveniles, pasa por allí. “En este terrible zaperoco lo que mejor le funciona al gobierno son las fuerzas Armadas, atomizadas como están, y su estructura de inteligencia cuya influencia radica en Cuba”, opina Segura.
Maduro utilizó el jueves más de dos horas del tiempo de los venezolanos para insistir con la tesis del golpe de Estado y denunciar que se venía fraguando desde hacía tres años. Llamó a una gran marcha para el sábado y en ella encontró a otro viejo conocido: Uribe, como blanco de sus acusaciones que, hasta aquí, son la única respuesta oficial a la grave crisis que vive el país.
En tanto las protestas no cesaron. Se mantuvieron en la Plaza Altamira y en las autopistas que circundan Caracas, pero también en Táchira y en otras regiones del país, donde abundaron las detenciones de estudiantes, según denuncian los dirigentes estudiantiles.
Ni vencedores ni vencidos
En semejante estado de descomposición económica y social, ya nadie habla de “empate trágico”, entre el chavismo y la oposición, como se hacía hasta hace algunos años.
“En todo caso aquí no habrá ni vencedores ni vencidos, porque el país está entrando en una etapa que necesita urgente, soluciones de fondo que nadie parece tener a la mano”, opina el politólogo Argenis Sandoval.
Tanto Sandoval como millones de venezolanos tienen una sóla certeza. Que la esperanza es un lujo que hoy el país entero está imposibilitado de darse y que ya nada, ni siquiera un escenario peor al actual, puede llegar a sorprenderlos. 
José Vales corresponsal, El Universal, 17 de febrero.

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