Traición histórica del Estado mexicano contra los migrantes

La advertencia de las autoridades mexicanas de migración, lanzada a una madre centroamericana, fue contundente: le entregamos el cuerpo de su hijo, pero no puede abrir el ataúd. El sacerdote Pedro Pantoja, encargado de la Casa del Migrante, la acompañó a realizar el doloroso trámite y con soplete abrió el féretro sellado: la madre esperaba ver los restos de su hijo, pero cuando lo abrimos sólo había basura y huesos de animal.
Esta es la nueva modalidad de burla del Estado mexicano hacia elholocausto de los migrantes centroamericanos, dice el sacerdote jesuita, desde hace 40 años comprometido con la defensa de los indocumentados, quien ha denunciado al gobierno por la indiferencia ante este genocidio y la falta de mecanismos de búsqueda y recuperación de los desaparecidos.
En los años recientes, junto con otros luchadores sociales y sacerdotes que dirigen los 54 albergues que operan en territorio mexicano, ha contabilizado 80 mil migrantes desaparecidos: México es el cementerio de los centroamericanos. Las ventas de carne humana, la de los migrantes, son las exportaciones más exitosas del Sur al mundo del Norte. El migrante es un muerto que camina sin nombre y sin entierro, dice sin ambages.
La Casa del Migrante, dirigida por Pantoja y Alberto Xicoténcatl, es acechada por zetas, quienes esperan la salida de los indocumentados para secuestrarlos.Su camino está marcado por asesinatos, despojos, secuestros, golpizas. No es sólo la aventura de los marginados; es la rebeldía, la revolución silenciosa del hambre, la pobreza, la violencia y la expulsión contra el producto social más salvaje de este sistema económico neoliberal: la globalización, la miseria, dice el jesuita.
En su quinto Informe sobre la situación de derechos humanos de migrantes en tránsito, Pantoja ubicó los cuatro malditos territorios del terror, para exigir al Estado mexicano derechos humanos territoriales.
Se trata de dos regiones de alta peligrosidad: “la del sureste, que es un territorio de salvajismo extremo por el crimen organizado, y la del noreste, que es una zona de empresa profesional del crimen organizado y un capitalismo criminal. Además, tenemos el círculo de la muerte entre Arriaga, Ixtepec y Veracruz. El territorio de Guanajuato, donde tenemos muchísimos muertos, y el del noreste, con las masacres de Tamaulipas; Cadereyta, Nuevo León, y Coahuila. Atravesar estos territorios es morir, desaparecer. Tenemos contabilizados por lo menos 80 mil secuestros durante los últimos años de Felipe Calderón”.
Los centroamericanos hospedados en el albergue del padre Pantoja asistieron a la presentación del libro El círculo: apuntes de una migración, de Ricardo Ramírez Arriola, editado y distribuido de forma gratuita por la Rosa Luxemburg Stiftungel, el cual incluye fotografías del mismo autor. Ellas y ellos que están tratando de subirse a La Bestia, que se esconden entre matorrales o se curan las heridas en algún albergue solidario, y nosotros, los que aquí estamos, somos los mismos. Se nos ha hecho creer que el problema es la migración, pero no es así”, dijo Ramírez Arriola, cuya larga trayectoria ha estado comprometida con los grupos más vulnerables.
En la ruta, detrás de cada migrante, de cada muerto, desaparecido, mutilado, secuestrado y reclutado; de cada tren, policía, agente, criminal, corrupto y por corromper, de cada familia abandonada, de cada naufragio de la justicia, no podemos dejar de ver los poderes y los intereses políticos y económicos, señaló.
Ramírez Arriola hizo un estremecedor recuento de la geografía de impunidad, “habitada por coyotes; crimen organizado; encubridores; enganchadores; extorsionadores; halcones; infiltrados; mareros; ordeñadores; orejas; policías municipales, preventivos, estatales y federales coludidas con el crimen organizado; polleros; reclutadores; agentes aduaneros de la PGR; las procuradurías; la Marina; el Ejército; Grupo Beta; el INM y funcionarios o taxistas corruptos...”
Para Torge Löding, director de la oficina regional para México, Centroamérica y el Caribe de la Fundación Rosa Luxemburg Stiftung, es necesario seguir dando las batallas justas y exigir que haya condiciones para migrar y para no migrar. Alcemos la voz por los que la necesitan, por esas hermanas y hermanos migrantes que son iguales que nosotros, sujetos políticos con derechos e historias. Y así exigimos que sean reconocidos por los estados, por esos mismos que no frenan las condiciones que los orillan a migrar y los mismos que los criminalizan y desconocen como ciudadanas y ciudadanos propios.
Alrededor de 80 indocumentados centroamericanos asistieron luego a la proyección del video Búsqueda de migrantes desaparecidos e investigación de los hechos, presentado por la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho, la Red Verdad y Justicia para las Personas Migrantes y por Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos (Fuundec).
Ximena Gallegos, abogada de la fundación, dijo que han documentado la desaparición de 344 personas originarias de Honduras, El Salvador, Guatemala y México: es increíble que el gobierno aún no esclarezca cuántos mexicanos y cuántos migrantes hay desaparecidos. Hemos pedido información y no hay respuesta: se niega o simplemente no existe.
Fuundec trabaja en México intentando crear mecanismos para la búsqueda y la investigación de desaparecidos, y para que no se repita lo que pasó en Allende, Coahuila, donde se encontraron más de 300 restos humanos, pero el gobierno de Rúben Moreira no utilizó los protocolos internacionales para realizar su labor:Fue una desgracia y una pérdida de oportunidad de hacer las cosas bien. Tiraron una oportunidad a la basura.
Entre los testimonios recogidos por Pantoja está el de un migrante centroamericano que narra las formas de tortura y tratos crueles e inhumanos que reciben los migrantes:
Comencé a caminar por las vías, y veo que frente de mí se acercan tres policías municipales, y había otros dos en una patrulla que decía Policía Municipal; estaban todos encapuchados; los tres que venían caminando se acercaron a mí y me detuvieron; de inmediato me quitaron la camisa y me la pusieron en la cabeza para que no pudiera ver, entonces me suben a la patrulla y me llevan a un lugar que era como unas oficinas, porque escuchaba las voces de unas señoras y que estaban escribiendo en computadora. Desde que me detuvieron me comenzaron a golpear en las costillas, en el pecho y en la cara; en las oficinas que me llevaron tenían una chicharra y me comenzaron a dar toques, primero en la cabeza y después en todo el cuerpo; también me echaron un balde de agua sobre la cabeza y me siguieron dando toques en todo el cuerpo. Me siguieron golpeando como por dos o tres horas, y después me pusieron unas bolsas de mariguana, me las empezaron a pasar por todo mi cuerpo, más que nada por los hombros y los brazos y me seguían golpeando. Después de eso me llevaron al Ministerio Público. Yo tenía mucho miedo y me dieron a firmar unas hojas que ni leí. Como después de tres días me trajeron para el Cereso.
Los migrantes expresan su cariño por el padre Pantoja, quien camina lento y les ofrece palabras de consuelo. El sacerdote jesuita está seguro de que el Estado mexicano ha cometido una traición histórica contra los migrantes al permitir y ser cómplice de su persecución y exterminio: Ellos son nómadas sin derecho, personas de las ciudadanías negadas; carne humana comprada a bajo precio por la explotación laboral esclavista del país del Norte. Ellos tienen pequeñas y grandes historias heroicas y silenciosas, que no pueden ser enterradas en el olvido y la indiferencia. Ninguno de nuestros migrantes es anónimo, señala.
Sanjuana Martínez, La Jornada, 2 de marzo.

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