“Nos paró un retén y nos trasladaron a una bodega donde había mucha gente”

Rodrigo, dedicado al traslado y venta de autos de origen estadunidense en nuestro país, comparte con Crónica la experiencia vivida a mediados de enero, en las inmediaciones de la ciudad tamaulipeca de Matamoros:

“A nosotros nos pararon policías federales, al menos esa era la leyenda de sus uniformes, traían armas largas y primero nos pidieron identificarnos y mostrar los papeles de las camionetas, dijeron que nos tenían que detener, que había irregularidades en los documentos. En total, nos arrestaron a tres; pensamos que nos iban a llevar al Ministerio Público o a un corralón, pero nos trasladaron a una bodega donde había mucha gente, principalmente hombres.

“Junto con mis compadres había planeado traer a México camionetas y venderlas acá, para sacar dinero, pero todo acabó en la peor pesadilla de nuestras vidas.

“Ahí, en la bodega, todo era caos, porque algunas personas eran golpeadas y a otras se las llevaban y ya no las volvíamos a ver… Nos enteramos que había gente que habían secuestrado en la carretera, mientras venían en sus autos, otros llegaron en grupo, porque viajaban en autobuses de pasajeros que habían detenido.

“Muchos gritaban o lloraban, lo más duro es pensar que en cualquier momento te podían matar, es una idea que no se sale de la cabeza, principalmente cuando vez los golpes o las amenazas.

“Había como 60 personas y aunque no podía haber contacto entre nosotros, a veces los que nos cuidaban se ponían a tomar o a drogarse y podías cruzar algunas palabras con otros secuestrados; algunos decían que ya los habían invitado a trabajar, que les ofrecían buen dinero, pero que debían ser valientes y que si había traiciones los matarían, y también a sus familiares. Otros contaban que ya les habían pedido datos de sus familias, para el pago de un rescate.

“Aunque estuvimos retenidos poco más de un día, el tiempo se hizo muy largo, por la tortura física y psicológica, por el hambre y la sed.

“Cuando uno de los sujetos encapuchados nos pidió formarnos, a los tres y a otro señor de edad avanzada, pensamos que había llegado el fin… Nos vendaron los ojos y nos subieron a un carro; fue un recorrido como de 40 minutos o un poco más. Y se dio el milagro, porque nos dejaron en un paraje rumbo a Valle Hermoso y sólo nos dijeron que si denunciábamos, nos iban a matar, que ya nos tenían ubicados, que más nos valía no aparecer jamás por ahí.

“Ya no supimos nada de las camionetas, pero era lo que menos importaba, nuestras vidas estaban a salvo”.



Daniel Blancas Madrigal, La Crónica, 9 de abril.

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