“Parezco demonio para los poderosos; recibo amor del pueblo”, afirmaba


El presidente venezolano Hugo Chávez Frías murió como vivió: luchando de frente contra su enfermedad y priorizando en todo momento la situación política de su país.
En esas horas de las varias entrevistas que a través del tiempo esta periodista sostuvo con él, hablaba siempre con pasión y un entusiasmo esperanzador, y relataba asombrándose él mismo del largo aprendizaje cotidiano que significa gobernar un país en cambio permanente.
“No hay nada que desafíe más que todo eso; este camino que elegimos y que nos obliga a crear permanentemente. No hay modelos anteriores. Hay que crear en la marcha de los acontecimientos, actuar, corregir errores, tener la suficiente humildad. Y eso no es fácil para todos, pero lo estamos haciendo. Eso es lo revolucionario.”
En 2011, hablando para este periódico mencionó las campañas de prensa cada vez más brutales. “No han aprendido nada, nada desde 1994 hasta ahora. Siempre estuvieron tratando de terminar conmigo, pero no entienden que esto va más allá de mi persona física, que hay un pueblo que despertó y no volverá a dormirse ni a perder lo que logró con su propio esfuerzo acompañando un proceso revolucionario. No entienden que se les está acabando el tiempo de dominarlo todo, de la impunidad imperial. No pueden sostener su propio mundo de engaños al interior de los países (Estados Unidos y las naciones de Europa). Se están cayendo y nosotros estamos mostrando cómo se pelea por la vida, la justicia y el verdadero desarrollo sin colonizar a nadie”.
Un militar que leía a García MárquezLo conocí cuando salió de la cárcel, donde estuvo desde febrero de 1992 junto con otros jóvenes militares, así como estudiantes y civiles, que se alzaron el 4 de febrero de ese año en lo que fue considerado por muchos un “golpe”, uno de los tantos que se han sucedido en América Latina.
“La primera gran operación de prensa contra nosotros fue en esos días, porque se ocultó al mundo el manifiesto donde entre otras cosas hablábamos de que no queríamos ser utilizados nunca más contra el pueblo venezolano.”
Era un manifiesto de un alto nivel político y revolucionario, donde se analizaba la enorme corrupción en su país y la grave situación social que había derivado en la insurrección popular de febrero de 1989 y en la matanza contra ese pueblo.
Aceptó conversar con La Jornada y lo entrevisté mientras viajábamos en una camioneta por las calles laberínticas de Caracas, de visita a uno de los barrios populares que lo apoyaron.
Realmente cuando lo vi entre los pobladores de aquel barrio, uno de los más castigados en el caracazo de febrero de 1989. Pensé que estaba asistiendo al surgimiento de un auténtico líder popular. Debo decir que la entrevista fue más que sorprendente.
Un militar que leía a Eduardo Galeano, a Gabriel García Márquez, a escritores, filósofos, que sabía de la mejor historia latinoamericana, reivindicaba a Simón Bolívar y hablaba de la necesidad urgente de la unidad de “nuestra América”, tenía mucho que decir.
“Entiendo que es difícil para los países de Sudamérica comprender que lo que hicimos en 1992 no era un golpe común, que no somos gorilas, que estábamos luchando para que haya justicia para nuestro pueblo y nunca más represión. Llegó la hora de la justicia y de hacer lo que todos los venezolanos dignos debemos hacer por el 80 por ciento de la población que es pobre y mira desde arriba, desde aquellos lugares olvidados, esta otra vida de los grandes ricos de Caracas, la ciudad saudita, como le dicen”, razonaba Chávez.
“Sembrar petróleo”Pensaba también que había que “sembrar” el petróleo y convertirlo en grandes extensiones verdes, porque el país casi no producía alimentos. “¿Adónde va el dinero del petróleo? ¿Por qué hay hambre, soledad y abandono en tan extensa masa del pueblo venezolano?”, cuestionaba.
Quizás una de las cualidades más importantes del presidente Hugo Chávez era su sinceridad y su humildad. Eso lo colocaba en la antípoda de los partidos políticos venezolanos y contaba con enorme apoyo popular.
Vestía entonces un discreto uniforme verde olivo, con una chaqueta tipo chino, y dijo que lo que se hizo con el alzamiento militar era advertir al gobierno sobre la dramática situación del pueblo venezolano.
“Todo lo que ha sucedido en este tiempo –decía refiriéndose al alzamiento militar– hace que ratifique nuestra idea de que lo que hicimos en su momento tenía justificación. Estábamos tratando de dar un campanazo, de decir la realidad que estábamos viviendo como militares. También al salir de la cárcel este año le dijimos al presidente que era necesario tomar medidas de emergencia, que el país necesitaba un proyecto urgente porque se estaba en una emergencia de guerra. Y esto justifica también los pasos que estamos dando ahora en procura de crear un gran frente que reúna a todos los que quieran salvar a Venezuela de la crisis más grave de su historia de los últimos tiempos (...) Nosotros vimos acelerados nuestros proyectos después que nos enviaron a reprimir al pueblo cuando se produjo lo que se llamó el caracazo de febrero de 1989. Eso fue un genocidio. Estábamos enfermos y espantados, sabiendo que nos ordenaban disparar a mujeres, niños, ancianos, todos pobres. Y eso fue para nosotros una toma de conciencia de que era el tiempo de la justicia”. Allí empezó otra historia.
“Cuando todas las puertas de la razón se cierran y existe la desesperación que nosotros hemos visto, no hay más salidas que las violencias. Yo no estoy llevando una tea para incendiar; el incendio ya está, y no queremos ver el país en el incendio total.”
Relató entonces que “todo esto comenzó muchos años atrás para mí. Y debo decir que fue la experiencia de la revolución peruana y también fue importante y decisivo para mí lo que hizo el general Omar Torrijos en Panamá. Fui a Perú y para mí aquel periodo fue extraordinario. Admiré al general Juan Velasco Alvarado. Más aún, en el maletín que me llevaron cuando nos rendimos en febrero (de 1992) tenía yo un libro sobre la revolución peruana firmado por Velasco Alvarado, que leía siempre. Incluso para mis proclamas utilizaba yo algunas ideas de Torrijos y de Velasco. Tuve como alumno a un hijo del general Torrijos, Omar, quien luego no continuó la carrera militar. Pero allí yo conocí todo aquello que era nuevo para nosotros y que rompía con estos esquemas de militares gorilas tan lejos de nuestra realidad. Desde 1982 teníamos ya un trabajo dentro del ejército, y la operatividad se puso en marcha en febrero de 1992”.
El camino políticoDesde esos días comenzó a hacer giras por algunos lugares de América Latina. Entendía que había que intentar el camino político. “Ahora parezco un demonio para los poderosos, para los que quieren dominar al mundo y recibo mucho amor de los pueblos por donde voy”, dijo ya poco antes de llegar a la presidencia en 1998.
Durante una entrevista en 2003 sostuvo: “este es el momento histórico para Venezuela y América Latina, pues a pesar de todas las amenazas y presiones hemos dado pasos que resumen los de otros tiempos para finalmente acceder a nuestra verdadera independencia”.
Cumplió con todo lo que prometió en cada uno de sus programas de gobierno, como llamar al pueblo en 1998 ni bien asumió su primer gobierno para cambiar una Constitución caduca, envejecida, escrita por las grandes elites del poder. Fue remplazada por una nueva Constitución verdaderamente revolucionaria a favor de las mayorías populares por primera vez. La integración lleva su sello.
“Hay que sacar a la integración de los papeles”, dijo, y lo hizo, cambiando petróleo por alimentos, insumos de salud, un intercambio que salvó a América Latina en la última década de ir de rodillas a pedir créditos para comprar petróleo.
“Esto es una felicidad para mí y para los pueblos de nuestra América (...) Ya no tenemos que pedir permiso para vivir con dignidad. Estamos enseñando el modelo de una integración emancipatoria, liberadora. Es un tiempo único, es una oportunidad histórica, y sólo la unidad nos puede salvar de las ambiciones, que están destruyendo y llevando la guerra para colonizar países en el siglo XXI”, afirmó la última vez que lo entrevisté.
Y dijo también aquella frase: “ahora tenemos patria, patrias, Venezuela y América Latina, y no podemos perderlas por los hijos y los hijos de los hijos que tienen que ser libres definitivamente”.

*La corresponsal de La Jornada en Argentina entrevistó a Hugo Chávez en 1994, 2003 y 2011. Aquí, parte de los reportes

Stella Calloni corresponsal, La Jornada, 7 de marzo.

0 Responses to "“Parezco demonio para los poderosos; recibo amor del pueblo”, afirmaba"