Prolongan capilla ardiente de Chávez


CARACAS.— Ni los millones de personas que se lanzaron a dar el último adiós a los restos del presidente Hugo Chávez pudieron llenar el vació que dejó con su muerte. Para atenuarlo y llenarlo más de política, el vicepresidente Nicolás Maduro anunció ayer que el cuerpo del extinto mandatario “será embalsamado para que se quede expuesto eternamente en el Museo de la Revolución”, después de poder ser visitado durante “por lo menos, siete días más”.
La marea humana que colmó durante toda la jornada las instalaciones de la Academia Militar forzó la decisión de Maduro, quien hoy será juramentado en una sesión especial como presidente encargado, anunció el titular del Parlamento, Diosdado Cabello. Maduro decidió ayer que tras el funeral de Estado de hoy, los venezolanos podrán visitar el féretro siete días más en el Cuartel de la Montaña, el lugar donde se incubó el frustrado golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, contra el presidente Carlos Andrés Pérez.
Maduro dijo que se está acondicionando lo que será el Museo de la Revolución para que los restos de Chávez permanezcan allí “como los de Lenin, Ho Chi Minh y Mao Tse Tung, y que el pueblo pueda tenerlo siempre en una urna de cristal”. El traslado tendrá lugar hoy tras el acto que comenzará a las 11:00 horas locales y contará con la presencia de al menos 33 jefes de Estado y de gobierno, entre ellos el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, y 54 delegaciones extranjeras.
El general José Ornella dijo que Chávez murió de un “infarto fulminante” y que aunque “no podía hablar dijo con los labios... ‘yo no quiero morir, por favor no me dejen morir’, porque él quería a su país, se inmoló por su país”.
En la madrugada, en una fila que obligaba a cada venezolano que quería pasar por el féretro a una espera de casi 10 horas, se vislumbraba que la jornada no sería fácil. “Acá me quedo a vivir si hace falta. Pero no me voy hasta que no vea la cara de mi dios. Porque él fue el más grande después de dios”, aseguraba Mariana, una septuagenaria que apenas estuvo unos segundos delante de los restos de Chávez, con impecable uniforme militar de gala, su infaltable boina roja de paracaidista y un rostro que denotaba paz.
Las arepas y los jugos pasaban de mano en mano para mitigar el cansancio, tanto como algún café, mientras delegaciones de jóvenes de Argentina, Bolivia y Chile se mezclaban en la fila para despedir “al último prócer de América Latina”. Desde el miércoles se analizaba el lugar donde permanecerían los restos del Chávez; la tesis del Panteón Nacional, junto a los de Simón Bolívar, había cobrado fuerza pero no prosperó porque aún falta terminar su construcción y además se necesitan, legalmente, 25 años de muerto para acceder al mismo.
Desde el gobierno, el canciller Elías Jaua adelantó que sería la familia la que decidiera, una vez que se conoció que la última voluntad presidencial era la de ser sepultado en Barinas junto a su abuela Rosa Inés, la mujer que lo crió mientras sus padres trabajaban.
Finalmente, el flujo constante de gente, la cantidad inusitada de fieles chavistas que permanecieron en vela para ver por última vez “al comandante presidente” y convencerse de que “no murió, vivirá por siempre”, llevó a Maduro a prolongar la posibilidad de que se visite el féretro durante otros siete días. Así, voceros del chavismo precisaban que las elecciones serían convocadas “cuanto antes” como una forma de aprovechar el efecto emocional del deceso del líder. Mucho más después de que Maduro anunciara que los restos de Chávez no se van.
José Vales corresponsal, El Universal, 8 de marzo.

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