Un futuro en juego

Escoltado por sus principales generales y con el tiempo en contra a los 79 años, el presidente Raúl Castro inició esta semana su “última tarea”, según dijo, para no dejar en otras manos el diseño futuro de Cuba.

La principal responsabilidad de cualquiera que sea el jefe del Partido Comunista de Cuba (PCC), es “no permitir jamás el regreso del régimen capitalista”, advirtió al asumir ese liderazgo y lograr que el sexto congreso de la organización respaldara los 300 cambios que ha propuesto para modernizar el socialismo en el país caribeño.

En el actual contexto de reformas económicas, sociales y políticas, le puso límite, más que a su gestión, a la de quienes lo sucederán —dos mandatos de cinco años cada uno—, y dejó entrever que al menos en el próximo quinquenio su reemplazo no saldrá de las nuevas generaciones de isleños.

La ausencia de relevo joven la atribuyó a “la falta de rigor y visión que abrieron brechas a la promoción acelerada de cuadros inexpertos, inmaduros, a golpe de simulación y oportunismo”, razonamiento que hizo recordar las destituciones de 2009, entre ellas la del vicepresidente Carlos Lage, y abrió interrogantes sobre el ministro de Cultura, Abel Prieto, promovido a los 50 años por Fidel Castro al liderazgo nacional, y sacado ahora del Comité Central y del Buró Político del PCC.

De ahí que, en caso de cualquier desenlace adverso en los años por venir, “los sustitutos formales de Raúl son su segundo al mando, José Machado Ventura (80 años), o Ramiro Valdés (78), o saldrían de los militares”, según el criterio generalizado entre analistas en La Habana.

En ese sentido, algunos oficiales sesentones ya ocupan cargos en el gobierno o en el sector económico civil. En cuanto a los atacantes al cuartel Moncada (1953), del desembarco del Granma, y de la lucha guerrillera —el liderazgo histórico—, sólo quedan Fidel (84 años), Raúl y el comandante Valdés, este último, único vicepresidente del Estado y del gobierno, y miembro del Buró Político del PCC, aprobado el martes por el congreso.

Las fuerzas armadas son “el alma de la revolución”, dijo el mandatario al argumentar la presencia de los militares en las principales instancias de dirección política de la nación, en momentos en que el PCC se estructura y ha sido fuertemente criticado. En el nuevo Buró Político de 15 miembros hay cinco altos mandos del ejército en activo, el más joven, el general de tres estrellas Álvaro López Miera, de 68 años.

“Las guerrillas de la Sierra Maestra convertidas después de 1959 en ejército regular, conforman la institución más autóctona de este país”, dijo a MILENIO un veterano revolucionario cubano, “satisfecho de que los que dirigen hayan puesto al fin los pies en la tierra”, según su interpretación de los resultados del congreso.

A nivel de calle, sin embargo, los criterios son más diversos y van del escepticismo —“¿dónde estaba Raúl cuando aquí se hacían las cosas al revés?”, dicen unos—, hasta un optimismo muy condicionado “por la inercia que ha imperado durante todos estos años”, según el sentir de otros. La disidencia, por lo general, considera que “nada va a cambiar” y Estados Unidos dijo que “seguiremos concentrados en lograr que los cubanos tengan más acceso a la libertad de información y otros aspectos”.

En relación con otros países del continente, la nueva etapa abierta en Cuba pudiera decir poco o nada, pero reducir en la isla el papel preponderante que ha tenido el Estado en la sociedad durante casi medio siglo, estimular fórmulas privadas y cooperativas de gestión productiva y de servicios —por primera vez con total respaldo jurídico—, admitir que sobre la marcha se harán “todos los cambios que sean necesarios” y reconocer el papel del mercado, en complemento a la planificación económica, “es más que una Coca-Cola bien fría en el desierto”, en opinión de un analista mexicano, con larga experiencia aquí.

“Cuba se aparta del modelo soviético (…) para acercarse a las experiencias de China y Vietnam, de economías abiertas y unipartidismo”, es la interpretación inicial que se hace en algunos medios diplomáticos, cuando no faltan tampoco personalidades emblemáticas como el trovador Pablo Milanés, para quien las reformas conducen a lo desconocido.

Los cambios que promueve Raúl Castro, ahora con la aprobación de todas las instituciones políticas y administrativas de la nación, no son para reimplantar el consumismo en Cuba, ni para abrirle puertas al capital cubano-americano de Miami, pero si fracasa su aplicación, los augurios, todos, son atronadores.

“Nos hundimos y hundiremos el esfuerzo de generaciones enteras”, ha dicho en La Habana el gobernante, mientras en la llamada capital del exilio cubano no son pocos los que han vuelto a apostar porque al fin ellos, o sus hijos, o sus nietos, regresarán triunfadores, esta vez, “sin disparar un tiro”.

La Habana. Manuel J. Somoza, Milenio, 22 de abril.

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