BOGOTÁ.— Tras casi dos años de contactos secretos, y sólo después de haber pactado con las FARC una agenda de negociación de cinco puntos, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, anunció al país —el pasado 4 de septiembre— que iniciaría un proceso de paz con esa guerrilla.
La noticia, sobre la cual había rumores días antes, se convertiría en la más importante de 2012 para Colombia. Y era así, porque el mandatario decidía apostarle al diálogo cuando el país llevaba 10 años de intenso combate a las FARC, durante los cuales habían sido abatidos varios mandos históricos del grupo armado, incluidos su máximo jefe, Alfonso Cano, y el comandante militar, el Mono Jojoy.
El fracasado proceso de paz del Caguán, impulsado por el presidente Andrés Pastrana con las FARC entre 1999 y 2002, había minado la fe del país en la voluntad de diálogo de las FARC, y no pocos vieron la apuesta de Santos como un gran riesgo.
Santos explicó por qué el proceso de paz que comenzaría era distinto a otros intentos con la organización insurgente.
Porque no incluía despeje de territorios —para los diálogos con Pastrana fueron desmilitarizados cinco municipios de los departamentos de Meta y Caquetá —, porque la agenda era concreta, no habría cese de operaciones militares durante los diálogos, las conversaciones serían de meses y se darían fuera de Colombia.
También el hoy máximo jefe de las FARC, Timochenko, en un video grabado desde su trinchera, dijo el mismo 4 de septiembre que el grupo armado concebía el proceso como una oportunidad para cerrar el viejo conflicto con el Estado.
Marisol Gómez Giraldo, El Universal, 22 de septiembre.
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