El amanecer de los chavistas


CARACAS.— Es de madrugada. La ciudad se ha sumergido en el silencio mientras la bandera de Venezuela ondea a media asta. Conforme se recorren las calles se ven bardas con la imagen de Hugo Chávez y sus frases. El duelo nacional se vive a cada paso. Es un luto de color rojo.
A las tres de la mañana las televisoras transmiten sin descanso. Hablan del liderazgo de su presidente fallecido. Los analistas lo comparan con Jesucristo, Juan Domingo Perón, con Lázaro Cárdenas y con Simón Bolívar. Hablan de que ha nacido el chavismo igual que el cardenismo o el peronismo.
Hay pintas en las que se lee: “Se los juro una y un millón de veces, viviré, viviremos para la patria”; “Siempre estaré con ustedes”; “aquí estoy parado firme. Mándeme el pueblo que yo sabré obedecer, soldado soy del pueblo, ustedes son mi jefe”, todas firmadas con el nombre del extinto mandatario. Los chavistas han colocado su bandera en el umbral de la puerta de sus casas.
En las calles que desembocan en el Paseo de los Próceres, la entrada a la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela, hay enormes pantallas de televisión donde se emiten discursos de Chávez, cápsulas de su vida, entrevistas, imágenes en las que abraza mujeres, niños, hombres, come una galleta que un pequeño le da en la boca, luego canta. Ahí, en la penumbra de la madrugada, los seguidores de Hugo Chávez duermen sobre el cemento, sobre la tierra del camellón, sobre el pasto de un parque inundado de bolsas y botellas de plástico. Se cubren con sábanas, cobijas delgadas. Han estado aquí desde que el presidente murió. Aquí estarán. Hace calor.
La fila de casi siete horas de espera para ver los restos de Hugo Chávez sigue nutriéndose. Vienen de todas partes de este país. Los que llegan caminan con el puño en alto y la bandera venezolana al hombro. “Todos somos Chávez”, dicen.
Eugenia Vallejo es una mujer madura, flaquita, con el rostro maltratado por el sol. Usa camisa roja y una gorra con colores amarillos, rojos y azules. Camina abrazada a la bandera de Venezuela. Viajó cinco horas desde Barcelona, una ciudad del noroeste venezolano. Piensa antes de hablar.
“La muerte del presidente es para mí como si se me hubiere muerto un hermano, mi padre. Él nos abrió el camino. Él nos iluminó. Nosotros, a defender este proyecto, si nos quieren imponer a alguien nosotros salimos a la calle a reclamar nuestro derecho”, dice
Y agrega: “Porque el presidente Hugo Chávez nos enseñó a reclamar nuestros derechos y nosotros los pobres tenemos derecho a reclamar lo que nos pertenece, porque no teníamos nada y ahora tenemos todo. Si nos ponemos pantalones y damos un paso adelante conseguimos todo”.
Xiomara Rojas llegó a las diez de la noche. Dejó a sus nietos en Maracay. Tardó tres horas en llegar. Está de pie, haciendo fila. Se cubre con una manta delgada.
Cuando escucha al periodista mexicano muestra su camisa roja con la frase “Frente Bolivariano de Luchadores Sociales”.
“Era un hombre (que) se preocupaba mucho por la gente pobre. Nos duele esta gran tragedia. Me quedo con todo lo que nos ha ayudado. Gracias a él vivimos mejor la gente humilde. Lo vamos a extrañar, como él no habrá otro... seguiremos la revolución, lucharemos con nuestro presidente ahora que viene: Nicolás Maduro”, dice.
La marea roja está en calma. En el último tramo antes de entrar a la Academia Militar una enorme bandera venezolana pende de un monumento. Ahí han instalado una camioneta de donde dos activistas llaman, desde hoy, a votar por Nicolás Maduro en las elecciones.
En el piso se han colocado mantas para que los visitantes dejen un mensaje a la familia del presidente Chávez.
Hay dibujos, poemas, pensamientos, mensajes. La mayoría hablan de Dios, de amor, otros tantos de mantener la lucha bolivariana y la defensa de los pobres.
Los venezolanos caminan, hacen fila y esperan. Dicen que Chávez no se ha ido. Se escucha que cantan una y otra vez: “Alerta, alerta, alerta que camina, la espada de Bolívar por toda América Latina”. Pronto amanecerá.
Francisco Reséndiz enviado, El Universal, 9 de marzo.

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