Gangnam Style

Paquita la del Barrio, ataviada con un vestido de vivos amarillos y naranjas con líneas negras, cromática que hacia imposible perderla de vista, estiró sus brazos a media altura para tomar las manos del Presidente Enrique Peña Nieto quien la saludó con diligencia.

Paseó, ella, a sus anchas por el Patio de Palacio Nacional. Firmó autógrafos, aceptó fotografías con miembros de la nueva clase política que gobernará el País hasta el 2018 -por lo pronto- y una de las fotos de su presencia en Palacio Nacional ayer a mediodía, se convirtió en trending topic de Twitter o lo que es lo mismo fue el cotorreo nacional.

La intérprete de "Que me perdone tu perro" y "Qué poco hombre eres", fue una de las dos mil personas invitadas a la ceremonia del primer mensaje como Presidente de la República de Peña Nieto, realizada a mediodía en el corazón de la Ciudad de México.

Paquita Style, o lo que es lo mismo, "Me estás oyendo inútil". El regreso de los priistas a la Presidencia y a Palacio Nacional quiso marcar la diferencia con sus antecesores y que algunas cosas cambian, hasta los amigos del Presidente.

Bueno, Roberto Madrazo, acostumbrado a los atajos, pronto cruzó el Patio de Palacio para incorporarse a la zona de políticos invitados, colocada junto a la de artistas. Roberto quedó cerca de Paquita, la misma que canta "Rata de dos patas", pero lejos de Peña. Sonrisa congelada, mirada extraviada, Madrazo paseó como fantasma. Pocos se acordaron de él.

De los primeros en llegar a la ceremonia, fueron Adolfo Lugo Verduzco, Jorge de la Vega Domínguez y Gustavo Carvajal Moreno, también ex presidentes del priismo. Parecían los abuelitos del festejado. El trío suma 233 años de grilla y se les veía tan campantes, renovados, exultantes. Vaya, cuando Carvajal era Presidente del PRI, Peña andaba noviando en la secundaria. Se coló el Dino Style.

Ya no hay banda ni mariachi de la Marina como en las ceremonias panistas. De la bocinas brota suave música ambiental que no aquieta ni los toques marciales. "Ven devórame otra vez" suena para amenizar tras un toque de descanso salido de una trompeta castrense.

Peña Nieto ingresa entre aplausos pero sin euforia desbordada del respetable. Agradece, eso sí, como viejo priista, alzando los brazos y meciéndolos en el aire figurando un abrazo. Como le hacían Lugo, De la Vega, Echeverría, Hank. Sello de la casa.

Peña Style. Sorbe agua y abre, desde el atril, con saludos institucionales a los líderes parlamentarios, al titular del Poder Judicial, a visitantes extranjeros, gobernadores y a Josefina Vázquez Mota, su contendiente en la elección pasada y quien recibe un mejor trato aquí que en su partido, el PAN. La ovacionan, la arropan, bueno, como si fuera Chepina la del Barrio.

El Presidente coloca hacia el final de sus saludos a su esposa y su familia, diferente a Vicente Fox que abrió su discurso en el 2000 saludando a sus hijos.

Peña Style. Ahora que llegaron los priistas se respira otro aroma. Peña lo deja claro en un discurso de 50 minutos donde no menciona, ni por equivocación, la palabra narcotráfico, ni crimen organizado, ni cuenta muertos, ni convoca a la guerra.

Dibuja estilo: "Voy a ejercer un Gobierno abierto, que hable con verdad, que pida opinión, que escuche a la ciudadanía y tome las mejores decisiones".

Y resuelve entuertos. Avisa que respetará la división de Poderes, obligación constitucional, pero subraya su respeto y respaldo al Poder Judicial.

Las heridas están frescas. El Gobierno que terminó el viernes tuvo a raya a ministros y jueces. Los encaró, exhibió y hasta persiguió. Peña los apapacha.

Desata otro nudo del calderonismo. El mexiquense anuncia que quitará el veto presidencial a la Ley de Víctimas que encontró bajo llave en un escritorio de Los Pinos. Apenas el viernes por la noche, en un boletín, el Secretario de Gobernación que ya se fue avisó que entregaba el Memorial de Víctimas. Así nomás, por e-mail, sin darle la cara a los agraviados.

Peña hace del asunto de víctimas su primer batazo. "El primer eje de mi Gobierno es lograr un México en paz. Pondremos al ciudadano y a su familia en el centro de las políticas de seguridad", advierte.

Ofrece cambiar de paradigma: no habrá seguridad mientras no haya justicia. El Estado, dice el Presidente, debe estar al lado de las víctimas y de sus familiares.

Sobrio, Peña desgrana en cinco ejes y 13 decisiones su proyecto. Son retazos del olvido o del desdén de su antecesor y hasta de la astucia de su opositor. Hace propias iniciativas abandonadas por panistas y proyectos patentados por la izquierda en sus administraciones.

Un Código penal único, bandera del panismo; protección institucional a ancianos, madres solteras y jefas de familia, divisa de Andrés Manuel López Obrador en su gobierno del DF; recuperación de los trenes, propuesta que le habían descalificado al tabasqueño en su campaña electoral por disparatada. Y prioridades diferentes en la estrategia de seguridad: más sociedad y menos armas, algo que le habían sugerido hasta la saciedad a su antecesor blanquiazul.

Pero lo que roba el mayor aplauso es su propuesta de reforma educativa. "Habrá reglas claras y precisas, para que todo aquel que aspira a ingresar, permanecer y ascender como maestro, director o supervisor, lo haga con base en su trabajo y sus méritos, garantizándoles plena estabilidad laboral", anuncia, para implorar la eliminación de plazas vitalicias o hereditarias.

Lo que más cala es su solicitud al nuevo titular de la SEP, Emilio Chuayffet, para hacer un censo de escuelas, maestros y alumnos. Algo simple que no se atrevieron sus antecesores: que la sociedad sepa cuántas aulas y cuántos maestros hay en México.

La lideresa magisterial Elba Esther Gordillo, vestida elegantemente de color marfil, quien desde el SNTE se ha opuesto a transparentar esas cuentas, escuchó la decisión sin mayores aspavientos. Entró y salió de Palacio Nacional a discreción. Los atronadores aplausos en favor de la propuesta de Peña eran a la vez una amable reprobación para La Maestra. No partió plaza este sábado. Por el contrario, para variar, hasta Paquita le ganó en saludos.

Peña escogió el trece como número cabalístico. Trece decisiones. La número diez mete un vientecillo frío al patio. El presidente ofrece promover el derecho de acceso a la Banda Ancha y reformas para una mayor competencia en telefonía, servicios de datos, televisión y radio.

Y anuncia, para los próximos meses, la licitación de dos nuevas cadenas de televisión abierta.

Hay aplausos, pero también murmullos. El estereotipado candidato de las televisoras lanza un zarpazo al aire.

Gangnam Style. Eso sí, los priistas caminan con la sonrisa abierta. Caminan como si bailaran, alegres, felices, algunos sacudiéndose la polilla y reconociendo el terreno perdido, otros, los chavales, estrenándose en las lides más allá de los portales de Toluca. Caminan como si brincaran de gusto, parecidos a Park Jae Sang o PSY, el cantante coreano que ha puesto de moda el baile oriental del caballito y que ha roto récords en You Tube.

Los maledicentes dicen que Miguel Ángel Osorio tiene un aire de PSY, el creador de Gangnam Style, pero no. Aunque cariñosamente le dicen "El Chino", Osorio Chong tiene facciones orientales, pero ayer no tuvo ni tiempo de bailar. Las protestas callejeras y la inquietud de que un manifestante había fallecido en una de las reyertas lo mantenían a raya.

Luis Videgaray, ese sí, caminaba con más libertad. Prometía reforma fiscal para el 2013, saludaba y no dejaba la sonrisa. Bueno, hasta con Paquita platicó.

Angélica Rivera, la Primera Dama, paseó entre el sillerío y tardó varios minutos en abandonar Palacio Nacional. No regateó saludos. Con un vestido gris, de encajes, se detuvo con un grupo de discapacitados. "¡Claro que voy a trabajar! Y vamos a rescatar muchos programas para discapacitados que dejaron olvidados", prometió a su paso.

Su esposo debutaba con un discurso que rasguñaba a los poderes fácticos y los destinatarios miraban serios desde el sillerío. Ricardo Salinas, Emilio Azcárraga, acompañado de Bernardo Gómez, una de las reapariciones notables en este tipo de reuniones, y Carlos Slim, estuvieron juntos en la zona de empresarios pegaditos a la fuente de cantera. Al final, Slim caminó lento, como para dejarse ver. Saludó, desde luego, a Paquita, y accedió a fotografías tomadas, desde luego, con celulares de su propiedad. Dejó que todos los invitados se fueran y atravesó el Zócalo con parsimonia mientras su auto blanco lo esperaba en la esquina de 16 de Septiembre. El hombre más rico del planeta ignoraba que a una cuadra había una batalla campal -en Madero y Palma- entre activistas y policías. Apenas se fue Slim, y un puñado de manifestantes entró a la plancha enrejada para manotear con elementos del Estado Mayor Presidencial.

Peña había cerrado su discurso con la convocatoria de mover a México. "Transformar a México implica mover todo lo que se tenga que mover: la gente, la mentalidad, las instituciones. Es tiempo de mover a México", declamó.

Y así, bamboleantes, se fueron los viejos y nuevos priistas. Tomaron en serio la consigna presidencial de desentumirse.

Su Gangnam ya sonaba en la radio a cada rato en otra estrategia con sello de la casa. Las frases del discurso peñista fueron hechas spot radial. Muévanse todos.

Roberto Zamarripa, Reforma, 2 de diciembre.

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