“Estamos en medio de una tormenta perfecta”

El teléfono en la oficina de Allen Stoner, uno de los pocos y contados abogados dedicados a temas migratorios en Alabama, no ha dejado de sonar en las últimas semanas. Tanto migrantes como defensores sociales y organizaciones no gubernamentales lo han inundado con preguntas y peticiones de ayuda para tratar de articular una defensa legal ante la ley HB-56. En su recepción, media docena de personas esperan audiencias. Todos son mexicanos. Aunque con variaciones, las dudas de unos y otros se repiten: ¿cómo es una deportación? ¿Hay posibilidad de pelear una orden de expulsión? ¿Me dejarán en la frontera así como así? ¿Qué tan difícil es eludir una cárcel? ¿Se puede frenar la ley? Y sobre todo ¿Cómo defenderse? Algunos piden la elaboración de poderes legales para dejar a sus hijos en custodia de ciudadanos estadunidenses en caso de ser deportados. Otros, los que ya han vivido por muchos años de este lado, buscan lo que ahora se antoja imposible, la forma de regularizar su situación pese a haber entrado al país sin papeles. “Hemos tenido a muchísima gente que ha venido a preguntarnos qué pueden hacer”, dice Stoner, parte de un frente unido de abogados que estudian la forma de presentar una demanda contra el estado de Alabama por los efectos que han tenido las previsiones más duras de la ley, particularmente orillar a miles de mexicanos a abandonar el estado. “Nadie merece un trato así”, sostiene. “No es posible que por años hayamos pedido a los migrantes venir acá, mudarse a nuestra casa, salir con nuestra hija y de repente les digamos: ¡lárgate!” Pero Stoner advierte que la ley tiene un objetivo más grande y que en el drama que actualmente se vive en el sur de Estados Unidos está en juego algo más que Alabama: la meta de sus creadores, del campo antimigrante, es llegar a la Suprema Corte y obligar a sus magistrados a una revisión constitucional que permita a los estados aplicar leyes migratorias cada vez más duras, aún si van contra el gobierno federal. “Estamos justo en medio de una tormenta perfecta”, sentencia. Legalmente hablando, ¿en dónde se encuentra en este momento la Ley HB-56? La Corte Federal de Apelaciones del 11 circuito, que revisa la constitucionalidad de las leyes en Alabama, Georgia y Florida, tiene este asunto bajo revisión. Esa corte de apelaciones determinará qué partes de la HB-56 son legales y cuáles no lo son. Pero todo apunta a que el camino es ir a la Suprema Corte. Sí, la siguiente corte después de ésta es la Suprema Corte e irá ahí porque hay otras apelaciones similares que vienen de Arizona, de Georgia y de otros estados. ¿En qué se basa este argumento de ir ante la Suprema Corte? Lo que quieren es que la Suprema Corte ignore lo que ha sido la ley en este país durante los últimos 234 años. Si el gobierno federal controla cierta área de ley, eso impide que cualquier otro estado tome esa ley. La Constitución dice que el presidente tendrá a su cargo la política exterior y los 50 estados no pueden aprobar leyes de política exterior o de asuntos de migración. Por eso esto pondrá a la Suprema Corte en una posición de decidir si los estados pueden o no aprobar leyes de esa naturaleza. ¿Por qué ha sido Alabama tan dura en el tema migratorio? Aún más que Arizona, incluso… Por la falta de experiencia de Alabama en lidiar con grandes números de personas de Centroamérica y del extranjero, en comparación con los estados fronterizos. Eso ha contribuido a su reacción. La experiencia de California, Arizona, Nuevo México y Texas les ha permitido interactuar con migrantes por toda su existencia. Alabama no tiene esa experiencia, ni Georgia, ni otros estados del sur. Por ello creo que su reacción es más dura. ¿Generó un shock en la clase política local la presencia de los mexicanos en el estado? Shock es una buena forma de definirlo. La combinación de la economía y la política, de los choques culturales y el hecho de que los políticos se dieron cuenta de que éste es un tema que pueden explotar, contribuyeron a lo que hemos visto. Ahora, ¿por qué hasta ahora? Pienso que los números de migrantes llegaron a un punto en el que ya eran visibles. La gente se sorprendió cuando vio los números del último censo y descubrió que comunidades como Albertville tenían al 12 por ciento de su población ya de origen hispano. Y en cualquier cultura, en cualquier parte del mundo, cuando una cosa mala pasa, empiezas a buscar explicaciones. Se suele atacar a los extranjeros en esos momentos. En Alabama aunque no hay exterminio, hay una tendencia a deshacerse de los extranjeros, porque se les culpa de quedarse con nuestros empleos. La historia de Alabama está marcada por las tensiones raciales, la esclavitud, la segregación, etcétera. ¿Hay un tinte de racismo en la ley antimigrante? Los políticos nunca lo admitirán. No se puede estudiar el corazón de cada legislatura ni del gobernador, pero se nos juzga por nuestra historia nos guste o no. La historia de Alabama está marcada por las plantaciones, el uso de la esclavitud, la resistencia a la abolición de la esclavitud, la continua discriminación a gente de color hasta los sesenta, los hechos de violencia en su contra… es una historia que no podemos superar. Estamos manchados en cierta medida. Por ende somos juzgados nos guste o no. También se habla mucho de la demagogia del tradicional político sureño de Estados Unidos. Vaya que es mala. Muy mala. Y nos ha llevado a una larga historia de sufrimiento. Se alimenta de esa idea de usted es mi enemigo. Eso ha pasado una y otra vez en nuestra historia. Nuestro gobernador, Robert Bentley, le dirá que no está jugando con la carta racial y que está respondiendo a los intereses del electorado. Lo cierto es que la presencia de muchos indocumentados es un problema en cuanto a que tenemos que saber quién está aquí. Pero satanizarlos de esa forma como se ha hecho, es malo. Aprobar una ley tan dura que no tiene ningún espacio para la compasión o la flexibilidad es duro. Y por eso el gobernador será juzgado, le guste o no, por la dureza de estas leyes. Hizo que nuestro estado se vea mal y ahora esté avergonzado. Víctor Hugo Michel, enviado/Decatur, Alabama, Milenio, 30 de octubre.

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