Contrastan aplausos y gritos

Son las 4:30 horas cuando manifestantes variopintos madrugan, literalmente, a las fuerzas de seguridad y ganan terreno en calles aledañas a San Lázaro.

Cuando dan las 7:00, ya han roto vallas y se intensifica una zacapela que durará cinco horas.

El operativo federal es rebasado por momentos frente a la furia de los manifestantes. Pese a no portar mascarillas, los policías optan por lanzar bombas lacrimógenas para dispersar a los inconformes, pero éstos las regresan como bolas de beisbol.

Todos lloran: policías, manifestantes... hasta legisladores. El efecto de las bombas arranca lágrimas incluso dentro de la Cámara de Diputados.

Muchachos embozados aparecen con un carrito de súper y cajas de cerveza que en realidad contienen bidones de gasolina, botellas de vidrio y trapos para hacer bombas molotov que lanzan contra los agentes.

Lenguas de fuego se levantan entre los contingentes policiacos desarmados y sólo protegidos con sus escudos.

En un momento, los manifestantes secuestran un camión de la basura y lo impactan contra las vallas metálicas que resguardan a los policías. Sin embargo, minutos antes de iniciar la ceremonia en San Lázaro, mágicamente, cesan los ataques. Los inconformes se desplazan a Palacio Nacional.

Dentro del recinto legislativo hay algo diferente. Los Presidentes saliente y entrante ingresan a San Lázaro por la puerta principal, no por la trasera, como hace seis años. Pero también hay una constante: caras de repudio de la izquierda tanto para quien se instalará en Los Pinos por los siguientes 6 años como para quien se va tras un amargo sexenio.

A Peña Nieto le arrojan billetes falsos a modo de confeti, mientras que a Calderón lo reciben enarbolando cruces negras en señal de luto.

Pese al griterío que le dispensa la izquierda desde sus curules -"¡Asesino!"-, el panista parece imperturbable, aunque para entonces los diputados y senadores de su partido ya lo cobijan al grito de "¡Felipe!".

Entre porras y contraporras, Peña Nieto rinde protesta como Presidente constitucional de la República y, luego, Calderón se desprende de la banda presidencial, la dobla y la besa antes de entregarla al presidente del Congreso, Jesús Murillo Karam. Acto seguido, Peña se la tercia.

La transmisión de poderes se consuma. El PAN devuelve el mando al PRI, Murillo Karam se refiere a Calderón como "ciudadano" y éste sale de San Lázaro del brazo de su esposa. El PRI ha regresado a Los Pinos.

Henia Prado y Mayolo López, Reforma, 2 de diciembre.

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