El beso nostálgico

El repudio se asoma en dos caras en el recinto parlamentario de San Lázaro: al que llega para instalarse seis años en el poder, Enrique Peña Nieto, le arrojan billetes de mentiritas y al que se va después de un sexenio amargo, Felipe Calderón Hinojosa, lo reciben enarbolando cruces negras de madera en señal de luto.

Calderón ya no es Presidente de la República pero aún porta la banda presidencial. Seis años después, el michoacano exorciza la polémica irrupción por puerta de atrás y, con paso sereno, discurre en el camino que lo lleva a la máxima tribuna de la Nación por el pasillo central. Una versión refiere que, para prevenir incidentes, Calderón llegó a temprana hora a San Lázaro y se refugió en la oficina del coordinador, Luis Alberto Villarreal.

Antes, cuando Margarita Zavala aparece en el balcón y es ovacionada por panistas, un grupo de diputadas del blanquiazul toma posiciones en ese pasillo para arropar el paso de su correligionario; pero luego el movimiento se torna estéril porque una estampida de parlamentarias del PRI copa ese mismo pasillo para hacer lo propio con Peña Nieto.

A pesar del griterío que le dispensa la izquierda desde sus curules-"¡Asesino!" "¡Asesino!"-, Calderón parece imperturbable, aunque para entonces los diputados y senadores de Acción Nacional ya lo cobijan con gritos de "¡Felipe!" "¡Felipe!"
Y justo antes de subir a la máxima tribuna, Felipe Calderón se topa con el diputado Javier Corral, con quien protagonizó un durísimo enfrentamiento a raíz de una carta que el chihuahuense le hizo llegar para reclamarle su comportamiento en relación con el Partido.

-Que tengas mucho éxito -le dice Calderón a Corral.

-Que te vaya muy bien -devuelve el legislador.

Y de salida, en la versión de Corral, otro efímero encuentro en el que Felipe Calderón le invita a un encuentro posterior: "ahí platicamos".

"Lo sentí afectivo. De parte mía -asegura el ex senador- no tengo ningún rencor o resabio personal. Hay diferencias en cuento a la mirada de lo que nos pasó, en cuanto al diagnóstico de lo que nos pasó, pero vamos a tener que unificar el cuerpo para el futuro."
En medio del barrullo, Javier Corral reflexionaba: "fue un momento muy duro para nosotros. Es (el retorno del PRI a Los Pinos) un trago amargo, no lo puedo evitar decir: no es fácil ver un relevo tan rápido del PAN, y mucho menos un regreso del PRI. Si la alternancia hubiera tenido otro signo hubiera sido menos pasado de lo que vimos hoy. Lo siento como el desperdicio de una época...".

Enrique Peña Nieto está a punto de rendir protesta y Felipe Calderón se desprende con facilidad de la banda presidencial -por tratarse de una ceremonia de transmisión de poderes, la porta por fuera del saco-; y, con mucha destreza, la dobla y, en un gesto visible para todo mundo, besa nostálgico la tela antes de entregarla al presidente del Congreso, Jesús Murillo Karam.

La trasmisión de Poderes se consuma. El PAN devuelve el mando al PRI. Y el diputado Murillo Karam se refiere a Felipe Calderón como "ciudadano". En la ruta de salida, Calderón se detiene para estrechar la mano de la ex perredista Ruth Zavaleta y, en un santiamén, sale de San Lázaro del brazo de su esposa. Su camioneta deja atrás la Cámara de Diputados. Fiel reflejo de las nuevas circunstancias, la que fue su incansable e inseparable secretaria particular, Aitza Aguilar, se queda en la calle "esperando un taxi".

Horas más tarde, Felipe Calderón departe con un puñado de amigos en su rancho del Estado de México. El PAN es de oposición otra vez...

 
 
 
ASÍ LO DIJO

"Fue un momento muy duro para nosotros. Es (el retorno del PRI a Los Pinos) un trago amargo, no lo puedo evitar decir: no es fácil ver un relevo tan rápido del PAN, y mucho menos un regreso del PRI".


Javier Corral
Senador del PAN

Mayolo López, Reforma, 2 de diciembre.

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