Con abrazo exorcizan 24 años de rupturas

El PRI, en pleno consejo político encontró un ademán de unidad. Los priistas habían pedido por semanas ubicar un gesto que los mostrara más alejados de la ruptura. Porque en los procesos anteriores fueron ellos quienes se destruyeron. El tricolor tiene una historia plagada de divisiones, que los han marcado desde 1987; conservan fracturas que los hicieron perder gubernaturas y hasta la Presidencia de la República. A partir de ahora se encuentran en un escenario en el que podrían dejar atrás 24 años de rupturas en cada proceso interno. El primero en dar el paso de los dos aspirantes abiertamente interesados por la candidatura fue el senador Manlio Fabio Beltrones, quien descendió de su lugar en el presidio, entre la sorpresa de varios de los gobernadores y la misma dirigencia nacional, para saludar de mano a Enrique Peña Nieto, quien estaba abajo, en las primeras filas, junto a la mayoría de los consejeros que tomarían protesta. Beltrones se acercó sin rodeos y ofreció la mano y un abrazo que no duró más de 30 segundos, el gesto hizo que el auditorio rompiera en el grito de: ¡Unidad! ¡Unidad! Aplaudieron todos los consejeros, cualquier otra ovación fue ahogada, las voces terminaban por ser una sola, lograron ponerse de acuerdo y los gritos fueron siempre iguales. Y los silbidos en un tono halagador iban dirigidos al senador. Su maniobra tomó por sorpresa a más de uno, como los ex presidentes del partido de las sillas aledañas, quienes pidieron para después una explicación. Fueron ellos, también, los mismos ex presidentes, quienes ya habían pedido consensos, acuerdos y aprender de las lecciones anteriores. Esos priistas conocen bien las consecuencias de los rompimientos, porque en su partido han sido una constante que se repite con la misma puntualidad de los procesos electorales. La primera división fue con la Corriente Democrática desde 1987, cuando un grupo reclamó que no había condiciones democráticas en el PRI. Las diferencias los llevaron a una fuga de militantes como Porfirio Muñoz Ledo, Enrique González Pedrero e Ifigenia Martínez y que, con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato los enfrentó a la elección más cerrada de su historia. El siguiente proceso electoral no fue más terso. Esas mismas marcas se recordarían seis años después, cuando perdían la Presidencia por una división interna que terminó por desgastar a Francisco Labastida—ausente e inconforme con este consejo político—quien a su vez perdió ante Vicente Fox y el panismo. Al parecer, salir de Los Pinos no fue suficiente, tomó sólo un sexenio para que los priistas volvieran a las confrontaciones. Debilitados, sin la dirección del mandatario federal que los había caracterizado, volvieron a un proceso interno en el que claramente se ubicaron en bandos. Fue la época del Tucom (Todos Unidos Contra Madrazo) que los llevó a la peor derrota de su historia, aunada con el rompimiento con Elba Esther Gordillo meses antes, que terminó por gestar un partido nuevo. Ésta vez parece que los priistas quieren que las cosas sean diferentes y a partir de este momento se juegan su futuro y la oportunidad de volver a Los Pinos. Para el primer intento de mantener las fuerzas en un mismo sentido, el ademán fue preciso, justo después de que los más de mil consejeros tomaran protesta. —Te felicito, ahora ya somos consejeros políticos los dos. Fue la única frase —dicha por el senador— que intercambiaron, fueron más bien palmadas en el hombro y dos estrechadas de mano mientras trataban de esquivar un poco la nube de flashes que desataron. Sólo minutos después el gesto fue devuelto para el senador, cuando Peña Nieto subió también al escenario del auditorio a devolver el saludo y el abrazo, cuando fue recibido por una ovación, quizá menos intensa que la primera. Otra vez el auditorio vociferó la misma consigna ¡Unidad! ¡Unidad! que fue la porra que esta vez ganó el aplausómetro. *** En el consejo, donde se empeñaron en integrar a todas las partes, acudieron casi todos, incluyendo a algunos exiliados por decisión propia, como Dulce María Sauri, quien tenía casi cuatro años sin participar en un acto priista. Otro más que padecía una marginación forzada, José Murat, a quien incluso se le fincó un proceso de expulsión que no prosperó. También estaban los gobernadores, en bloque como casi siempre, alejados de las declaraciones ante los medios, que prefirieron dejar para mejor ocasión. “Para no matar la nota”, argumentaban mientras subían apresurados a las camionetas. Sabían que la foto era lo trascendente. Desde antes de arrancar parecía que estaban de fiesta, las votaciones para aprobar los procesos internos fueron lo de menos. El auditorio era un hervidero, en algunas mesas los registros se habían confundido y los organizadores trataban de hacer coincidir los números. De cualquier modo logró colarse uno que otro improvisado que ofreció desde porras para el gobernador de Tabasco después de interrumpir la sesión solemne, hasta un militante que pretendía impugnar los procesos sin ser consejero. Dentro del auditorio, en medio de una nube de asistentes y secretarios particulares, Miguel Osorio Chong trataba de mantener fijos los lugares de honor. Coordinó casi media hora la dinámica en el templete. Pasó casi 10 minutos hablando con Cristina Díaz mientras malabareaba para saludar con la mano que quedaba libre al líder de la CNC, Gerardo Sánchez, y a los ex gobernadores que habían formado su propio cónclave. Después de minutos de caos, apareció Peña Nieto, sin los anuncios usuales que merecía por ser gobernador, pero aun así con porra. Justo detrás arribó Humberto Moreira y varios de los secretarios del CEN del PRI; los recibieron de pie, entre aplausos; los ex presidentes cumplieron con la promesa del respaldo. Miriam Castillo, Milenio, 9 de octubre.

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