Conceden que se haga total auditoría de urnas en Venezuela


El choque de trenes se esfuma. O se pospone, para ser más precisos, cuando, a las diez y media de la noche, la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, anuncia la ampliación de la “auditoría de verificación ciudadana” a 46 por ciento de las cajas electorales que no fueron auditadas el día de las elecciones (la legislación venezolana exige que se audite 54 por ciento el día de los comicios).
¿Qué significa eso? Que se atiende parcialmente la demanda opositora, aunque no habrá el conteo “voto por voto” que demandaba la opositora Mesa de la Unidad.
Cuando todavía retumban los ecos del cacerolazo opositor y del cohetazo chavista, el candidato Henrique Capriles comparece ante un solo canal de televisión, Globovisión, para despresurizar el ambiente:
“El Comando Simón Bolívar acepta”, dice, al tiempo que pide a sus seguidores no seguir con los cacerolazos y sugiere que, a la hora de la toma de posesión del presidente Nicolás Maduro, todos “pongan salsa”.
El proceso no será simple ni rápidoLucena informa que el proceso no será simple ni rápido. Afirma que se se seleccionará una muestra que será auditada durante 10 días y al final se entregará un informe. Tal procedimiento se repetirá en ciclos de 10 días hasta completar un mes, con la revisión, en conjunto, de 12 mil cajas electorales.
La auditoría de la totalidad de las cajas no cierra la puerta para que la oposición impugne la elección, ni significa que la guerra entre la oposición y el gobierno de Nicolás Maduro ha terminado.
Pero para el ex candidato opositor, el CNE “ha puesto la posibilidad de resolver una crisis política que hay en el país”. Y más: “Estamos donde queremos. La verdad saldrá a flote y tendrá consecuencias”.
El mensaje de la rectora Lucena indica, por lo demás, que tuvo que dar marcha atrás. Fue otra el día de la entrega de la constancia de mayoría a Nicolás Maduro, cuando rechazó de plano cualquier salida como la que hoy presenta.
La batalla postelectoral venezolana viaja a Lima, pero deja el estruendo de las cacerolas y los cohetones.
El miércoles, el gobierno peruano, a cargo de la presidencia pro tempore de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), convocó a una reunión de emergencia y con agenda abierta.
“Estamos evaluando la posibilidad de viajar a Lima y estar presente en la reunión de Unasur, en Democracia se cuentan los votos”, escribe por su lado Capriles en su cuenta de Twitter, aunque nunca sale del país.
El opositor dice haber conversado con jefes de Estado y cancilleres –aunque no precisó cuáles– y haberlos encontrado “muy receptivos y de acuerdo con el reconteo de votos”.
A las tres de la tarde Maduro ordena una nueva cadena nacional de radio y televisión. Aparece en la pantalla en el aeropuerto de Maiquetía, a punto de abordar el avión.
“No tenemos una oposición, en Venezuela lo que existe es una conspiración aupada por Estados Unidos, tenemos las pruebas”, dice.
Maduro acusa a dos televisoras privadas de ser “cómplices” de la “conspiración”. No extraña que lo haga en el caso de Globovisión, un canal de noticias –demonio del chavismo a pesar de su escasa audiencia– que pronto cambiará de dueños (aquí se rumora que entre los adquirientes se hallan importantes figuras del chavismo). Extraña que meta en el mismo saco a Televen, canal de mucha mayor audiencia.
“Televen, ustedes se encadenaron cuando hicieron el llamado al ataque el lunes, ahora los ocho muertos no existen en los noticieros”, reprocha el presidente, con el avión a su espalda.
Es la primera vez que acusa a las televisoras privadas de complicidad con los “golpistas”, pero no la primera que les lanza una advertencia.
El martes lo fraseó así: “Llamo a Venevisión, a Televen, a todos los medios de comunicación… defínanse con quién están, con la patria, con la paz, con el pueblo o van a volver a estar con el fascismo.
“¡Defínanse los medios de comunicación!”En esa ocasión incluye en el paquete a la cadena de mayor audiencia en el país, Venevisión, propiedad del magnate Gustavo Cisneros, amigo de James Carter y dueño de un libro de memorias prologado por el fallecido escritor mexicano Carlos Fuentes, además de dueño de una fortuna que casi duplica –según Forbes– la de Emilio Azcárraga.
Maduro vuelve a referirse a los encuentros de funcionarios del gobierno con el sector privado, como lo hizo el martes, al citar una conversación de Rafael Ramírez, presidente de PDVSA, con un dirigente empresarial: “Estamos dispuestos a trabajar contigo, lo que te debe quedar claro es que una cosa es trabajar y otra gobernar. Tú no vas a gobernar Venezuela, la va a gobernar quien eligió el pueblo”.
Los datos anteriores son el telón de la declaración de Maduro que destacan los medios venezolanos, respuesta a la catarata de opiniones que lo ven empequeñecerse debido a su apretado triunfo: “Yo no voy a ser un presidente débil, voy a ser un presidente de mano dura con los golpistas, con la corrupción, con la ineficiencia”, dice el hombre del bigote, con el puño en alto.
El gobierno y la oposición siguen trenzados en un agarrón por la credibilidad, aunque a veces ambos le hablen más a sus convencidos que al resto de la sociedad.
Maduro informa, por ejemplo, que una médica cubana fue atacada cuando abría una clínica en el estado de Bolívar. Más tarde, un alcalde de oposición asegura que se trató de una agresión por “asuntos personales”, ajena al conflicto político.
El gobierno presenta imágenes de tres viviendas quemadas y acusa a las “hordas fascistas de la oposición” de ser las responsables. La oposición divulga un video en que se mira a personas con playeras rojas quemar la sede de su propio partido.
El gobierno proporciona una lista de clínicas de la Misión Barrio Adentro presuntamente dañadas en ataques opositores. Los medios de oposición publican fotografías de las clínicas enlistadas, intactas.
El ex candidato Henrique Capriles insiste en su llamado de “no pisar los peines” del gobierno (no caer en provocaciones). “¡Ellos necesitan la violencia! Ese es su libreto”, dice.
Entre tanto desmentido, lo único cierto son los muertos. Y desde la oposición se añaden tres personas a la lista, presuntamente asesinadas por “motorizados” chavistas.
Mientras tanto, las calles de los alrededores de la Asamblea Nacional, en el centro de esta ciudad, son cerradas debido a los preparativos para la “juramentación” de Maduro, quien ha convocado a sus seguidores a llevar “bandas presidenciales” como lo hicieran en enero, cuando se rindió homenaje a Chávez el día que debió asumir su nuevo mandato, mientras convalecía en Cuba.
Ni las cacerolas ni los cohetes –que se disparan desde edificios públicos– han dejado de sonar cuando radio y televisión son encadenados nuevamente. Se presenta un resumen de las actividades de Maduro en estos días: de su oferta de hacer un “gobierno de calle” a su imagen en el velorio de uno de los chavistas asesinados el lunes.
Al final, se invita al pueblo a acompañar al presidente en su toma de posesión.
Tras el acto en la Asamblea Nacional, los venezolanos son invitados a un desfile militar en la avenida de Los Próceres, donde hace un mes hicieron largas filas para ver los restos del presidente Chávez.
Maduro informa que será un “gran desfile militar”, en el cual se presentará un “sistema de armas nuevo, gracias a Chávez, va a ser la primicia, además del espíritu de unión cívico militar”.
Hoy son los ensayos. Tres grandes helicópteros dan vueltas por el cielo de Caracas y varios aviones rusos Sukhoi rompen con su estruendo el mediodía.
Se trata de sellar el respaldo de las fuerzas armadas a Maduro, pero hay pretexto: se cumplen 203 años del grito de independencia.

Arturo Cano, La Jornada, 19 de abril.

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