Laura Pollán, la Dama cubana de la libertad

“Nosotras no tenemos miedo. Más de lo que este gobierno nos ha hecho ya no nos va a poder hacer. Se llevaron a nuestros familiares y nos destrozaron la vida... Para hacernos callar deben acabar con nosotras”. Así hablaba Laura Pollán, el rostro más visible de las Damas de Blanco, un grupo de mujeres que hoy luchan en Cuba por la excarcelación de todos los presos políticos. Pollán, quien falleció ayer, a los 63 años, en La Habana, víctima de un paro cardiorespiratorio, luego de pasar varios días hospitalizada, fue siempre una mujer valiente. Desde que, en 2003, su esposo, el escritor y periodista Héctor Maseda, fue encarcelado, ella decidió que no se quedaría con los brazos cruzados. Así, con otras esposas, madres o hijas de los 75 cubanos presos en aquella, la llamada “Primavera Negra”, comenzaron su lucha. El régimen de Fidel Castro los acusó de estar al servicio de EU y de querer destruir la revolución. Amnistía Internacional los llamó “presos de conciencia”. “Queremos paz” “A este gobierno no le ha entrado en la cabeza que nosotras, las Damas, no somos políticas… Somos pacíficas, salimos a la calle a pedir la libertad de nuestros familiares injustamente apresados. No pedimos la muerte de nadie, queremos paz, queremos una Cuba libre y democrática”, dijo en una entrevista difundida en el portal de las Damas, en 2008. La excarcelación de Héctor, en febrero de este año, no la detuvo. Entonces comenzó otra guerra, una por la liberación de todos los “presos políticos” en la isla. Su tenacidad rindió frutos a nivel internacional cuando las Damas recibieron el premio Sajarov del Parlamento Europeo a los Derechos Humanos, en 2005, y en 2006 con el premio Human Rights First. El castrismo, en cambio, la consideró siempre una traidora. Sin más armas que gladiolas en las manos, Pollán y las Damas solían marchar a la Iglesia de Santa Rita, patrona de las causas difíciles. Vestidas de blanco, exigían libertad. No pocas veces fueron enfrentadas por grupos progubernamentales. Antes de convertirse en uno de los rostros más conocidos de la disidencia cubana, Pollán fue una humilde profesora de literatura, amante de las plantas y los gatos. “Si volviera a nacer, volvería a ser profesora”, decía. Un giro radical Antes de 2003, incluso era reacia a participar en las actividades opositoras de su marido. Pero tras el arresto de Héctor, todo cambió. Y la excarcelación de éste no la hizo regresar a su vida de antes. Para entonces, estaba convencida de algo: “Sabemos que mientras esté este gobierno habrá presos”, dijo a la agencia AP en septiembre. “Ella era una profesora y una ama de casa, pero se convirtió en líder de los derechos civiles”, la describió Elizardo Sánchez, de la no gubernamental Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. Nacida el 13 de febrero 1948, en la ciudad de Manzanillo, Pollán fue una mujer reconocida por su fuerza de voluntad. Su casa era el punto de reunión del grupo. Y aunque muchas Damas se cansaron de esperar, Laura no. La represión, decía, la estimulaba más a exigir libertad y respeto a sus derechos. El régimen no pudo acabar con ella, pero su salud sí. Víctima de una diabetes crónica, hace una semana fue internada en una clínica de La Habana y desde entonces su estado de salud se reportaba como “muy grave” debido a una insuficiencia respiratoria de origen viral, que llevó a los médicos a conectarla poco después a un respirador artificial. Un dengue terminó de complicar el panorama y ayer por la tarde se le practicó una traqueotomía. Pero Laura no resistió. A las 19:50, los médicos la declararon muerta. “La vamos a velar en nuestra casa un rato, deseamos cremarla porque fue su última voluntad y sus cenizas en un momento dado que no tiene que ser necesariamente ahora, las llevaremos a un campo con flores y las esparciremos y lo que vamos a hacer es familiar, no de otra naturaleza”, dijo anoche Héctor. (Con información de agencias) Guadalupe Galván, El Universal, 15 de octubre.

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