En México, entre 2000 y 2010 la fuerza de trabajo creció en 10 millones de personas y los empleos generados en ese periodo fueron sólo 3 millones. En general, dicha fuerza es de más de 50 millones de empleados y de ellos 28.8 millones están en la informalidad. Por ello, el país requiere una política de desarrollo que tenga como eje central la generación de puestos de trabajo.
De acuerdo con una propuesta del grupo Hacia un Nuevo Curso de Desarrollo –incluye a políticos y especialistas, entre ellos Cuauhtémoc Cárdenas, Rolando Cordera, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) José Narro, David Ibarra, Jesús Silva Herzog, Francisco Suárez Dávila y Enrique del Val–, se necesita una reforma laboral, pero que supere la concepción simplista, dijo Norma Samaniego, economista y ex secretaria de Contraloría y Desarrollo Administrativo, de entender los cambios sólo como la flexibilización de la contratación y el despido.
“Sostenemos –dijo en nombre del grupo– que la muy baja creación de empleos es, en esencia, un problema de demanda laboral insuficiente, de crecimiento y escasa formación de capital. La puesta al día del marco legal, ante la nueva realidad tecnológica y la actividad mundial de la economía, pasa por la revisión a fondo de los sistemas de seguridad y protección social. Exige reconstruir los esquemas institucionales que rigen el mercado de trabajo, incluidos justicia laboral, transparencia, democracia y rendición de cuentas.”
Durante la presentación del documento Lineamientos de política para el crecimiento sustentable y la protección social universal, en la torre de rectoría de la UNAM, Samaniego explicó que la política laboral y sus reformas deben estar articuladas en una visión de desarrollo más amplia, sobre la cual también se propone avanzar en un sistema de protección social universal. Se trata de adecuar a nuestro tiempo el esquema limitado de seguridad social que adoptamos desde los años 40, cuyos resultados han sido claramente rebasados
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La generación de empleos, agregó, debe ser colocada en el centro de la estrategia de desarrollo, entendida no sólo como mero subproducto. No se pretende que el Estado asuma directamente la creación de puestos, pero su función es esencial para crear las condiciones de generación y estabilidad que impulsen el crecimiento y el empleo de calidad.
Subrayó que el modelo actual no ha logrado bajar los índices de desempleo, sin contar que los niveles de desocupación entre los jóvenes duplica la media nacional, lo que ha dado lugar a muchas formas de inactividad, con el riesgo de desencanto y descomposición social
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Tampoco ha logrado revertir la tasa de empleo a la registrada antes de la pasada crisis.
Este modelo está centrado básicamente en tareas de ensamblaje en manufacturas sencillas, que compiten con base en los bajos salarios que se pagan, lo cual no es deseable ni sustentable económica y socialmente.
Se requiere que las políticas macroeconómicas, de formación de recursos humanos, educativas y de salud se articulen desde la óptica del crecimiento económico y la generación de empleos.
Alonso Urrutia, La Jornada, 30 de octubre.
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