Según la Misión de Observación Electoral (MOE), organismo multidisciplinario integrado por expertos nacionales e internacionales, a lo largo de las ocho horas que duraron abiertas las urnas sucedieron enfrenamientos entre guerrilleros y miembros de la fuerza pública, así como hostigamientos, retención de jurados y equipos periodísticos por parte de grupos armados, en diversas regiones de la geografía colombiana.
La misión precisó que los choques, con saldo de dos soldados muertos y un insurgente abatido, así como decenas de heridos, tuvieron lugar en los departamentos de Valle y Tolima, al centro-occidente del país; Caquetá, Meta y Guaviare, al oriente; Nariño y Putumayo, al sur, muy cerca de la frontera con Ecuador, y Bolívar y Guajira, en el norte, hacia costa Caribe y la frontera con Venezuela. Es decir, en todos los puntos cardinales de la geografía nacional.
Estos episodios ocurren apenas cinco días después del ataque de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a una patrulla militar que dejó nueve infantes de marina muertos en campos de batalla del departamento de Caquetá, la región en la que más recursos económicos y bélicos ha invertido el gobierno en los últimos ocho años.
“Pasaron las encuestas, pasaron las elecciones, pasó la euforia de unos y el llanto de otros, y la guerra sigue ahí”, dijo a La Jornada el jurista Miguel González, quien, además de ser defensor de derechos humanos, hace un juicioso y sistemático seguimiento a la guerra.
Comentó que no deja de ser curioso que el general Freddy Padilla, comandante de las fuerzas militares, quien anunció en marzo de 2008 “el fin del fin de las FARC”, haya presentado su renuncia la semana pasada en medio de intensos combates con la insurgencia. “Todos los generales le aseguran al país que acabarán con la guerrilla y todos pasan al retiro a escuchar las noticias diarias de esta guerra sin fin”, ironizó González.
Por su parte, la senadora Piedad Córdoba, quien ha sido protagonista en las liberaciones de civiles y miembros de la fuerza realizadas unilateralmente por las FARC, comentó que le había llamado la atención que la guerrilla hubiera entregado a sus cautivos en el mismísimo epicentro de las operaciones contrainsurgentes conocidas como Plan Patriota.
Córdoba dijo a La Jornada que durante las más recientes liberaciones pudo ver a unas fuerzas guerrilleras con claro dominio del territorio y notorio apoyo de las comunidades locales. “Los miembros de la comitiva que viajamos a recibir a los rehenes no vimos a los guerrilleros harapientos, desnutridos y mal armados que nos vende la versión gubernamental sobre la guerra. Todo lo contrario”, reveló.
Analistas del tema militar recordaron que durante las citadas liberaciones, las FARC hicieron un sorprendente alarde tecnológico al enviar al canal TeleSur imágenes de lo que acontecía en tiempo real, desmintiendo las versiones oficiales de que una de sus principales debilidades es su total incomunicación.
Tras los duros golpes recibidos por las FARC en marzo de 2008, mes en el que murieron tres miembros de su cúpula, entre ellos –de muerte natural– su máximo líder, Manuel Marulanda Vélez, la mayoría de expertos vaticinó un vertiginoso derrumbe de esta organización guerrillera.
Sin embargo, como lo atestigua un informe de la acreditada Fundación Arcoiris, divulgado en abril pasado. Las FARC y el ELN no sólo no fueron destruidas, sino tomaron un segundo aire y han recobrado la iniciativa en el terreno militar, demostrando una gran capacidad de recuperación.
Argumentando la urgencia de que los colombianos votarán por candidatos favorables a una salida militar del conflicto, el ex ministro de Defensa Juan Carlos Esguerra resumió en una frase el panorama actual del orden público en Colombia: “Las FARC están más vivas que nunca”, dijo el día de los comicios.
Las FARC, por su parte, se pronunciaron en vísperas de las elecciones del pasado domingo ratificando su decisión de buscar caminos de diálogo para terminar la guerra, al tiempo que advertían sobre su capacidad de mantenerse en armas y realizar acciones en todo el territorio nacional en caso de que el próximo gobierno insista en el empeño de exterminarlas.
Los comentaristas políticos coinciden hoy en que, con la contundente victoria del domingo, que lo deja a las puertas de la Casa de Nariño, Juan Manuel Santos se inclinará por profundizar la ofensiva contra las guerrillas, más aún cuando en el comienzo de su eventual mandato entrarán plenamente en vigor los acuerdos militares entre Colombia y Estados Unidos, que incluyen el uso de siete bases militares colombianas por fuerzas estadunidenses.
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