Por primera vez en siglo y medio de vida, ninguna de las dos formaciones estará en una segunda vuelta electoral.
Ahora su lugar es ocupado por nuevas fuerzas de derecha, en particular por una clase política emergente que en el periodo de consolidación del poder paramilitar fue infiltrada por estas organizaciones, entre ellas las Autodefensas Unidas de Colombia, el grupo más poderoso, pero no el único. De este modo dos de las siglas más exitosas en estos comicios –el Partido de la Unidad o “de la U” (para identificarlo con Uribe), de Juan Manuel Santos, y Cambio Radical, de Germán Vargas Lleras (que se consolidó como tercera fuerza electoral)– tienen antecedentes muy poco elegantes.
En los muy publicitados procesos judiciales de la parapolítica que empezaron en 2005 y siguen a la fecha, fueron involucrados 51 congresistas. Actualmente hay 29 presos, 21 de la U y ocho de Cambio Radical. Solamente el Polo Democrático y MIRA, pequeña fuerza social cristiana, estuvieron exentos de las relaciones mafiosas con los paras, importante factor de decisión en este país. Esto no pareció importar mucho a sus simpatizantes.
El posicionamiento de CR, partido indiscutiblemente uribista, con el aspirante presidencial Germán Vargas Lleras, fue una de las mayores sorpresas de este domingo, ya que logró incluso desplazar a Gustavo Petro, del izquierdista Polo Democrático, al cuarto lugar.
¿Dónde está Mockus?
A partir de las primeras horas de hoy, Vargas y Petro salieron a la palestra para pelear posiciones para la segunda vuelta.
Vargas Lleras, beligerante antichavista, radical de derecha y nieto del ex presidente Carlos Lleras Restrepo, hizo sus apariciones montado en la euforia de un resultado que rebasó con mucho sus expectativas, casi millón y medio de votos, lo que lo deja en buena posición para negociar una tajada de poder razonable con Santos a cambio de su adhesión para la segunda justa.
Por su parte, Gustavo Petro salió a reivindicar para su partido, el Polo Democrático Alternativo, la posibilidad real de convertirse en las próximas elecciones en una opción de poder. “Éste es el resurgir de la izquierda. Debemos programarnos para gobernar”, dijo este político de 50 años, ex guerrillero del M-19 que devino juicioso parlamentario, protagonista de los debates más sonados contra el gobierno.
De cara a la segunda vuelta, el Polo está dividido en tres tendencias: la corriente que encabeza Petro está por dejar a la militancia y a sus seguidores “en libertad” de apoyar o no a Mockus. Otra considera que esta actitud es suicida y que sí se debe apoyar al candidato sobre la base de un acuerdo mínimo. Y está la postura más radical, a favor del voto en blanco.
Los polistas tienen un buen músculo para negociar con el alicaído Partido Verde: millón 300 mil votos. En la zona del Caribe –Magdalena, Bolívar, Sucre, Córdoba y Atlántico–, Petro incluso superó a Mockus y alcanzó la envidiable presea de segunda fuerza electoral. “Justamente ahí –dijo hoy Petro– es donde abundan las fosas clandestinas.” Sin embargo, para sus críticos, Petro ha optado, en un medio tremendamente hostil hacia cualquier sombra de progresismo, por un tono de izquierda soft.
Pero Vargas y Petro son tercer y cuarto lugares en la contienda. Quien tendrá que pelearle votos a la oleada santista es Antanas Mockus, segunda fuerza con sus poco más de tres millones de votos y la decepción de unos pronósticos que, hoy se empieza a analizar, quizá fueron inflados para dar una falsa imagen de elecciones emocionantes.
Mockus, introvertido de carácter, minucioso con los números (matemático de formación, al fin), no apareció hoy ante los medios a pedir a sus antiguos contrincantes apoyo para la segunda vuelta. Se vio tímido. Dijo que el objetivo era pasar a la segunda vuelta y eso al menos sí se logró. Carente de fluidez y audacia ante las cámaras y lento de reacciones en los debates, reconoció que ése es su talón de Aquiles. Lo único que prometió a sus decepcionados seguidores es que va a “estudiar los resultados” y que “tenemos tres semanas para proponerles una alternativa”.
El día después
Hoy, desde primera hora, dirigentes y militantes de los seculares partidos Conservador y Liberal iniciaron una apresurada desbandada. Los conservadores, herederos de los terratenientes esclavistas, anunciaron su adhesión “monolítica” al ganador Santos para la segunda vuelta. El heraldo de la resolución no fue su candidata Noemí Sanín, que hoy no pudo enfrentar a las cámaras, sino su rival Andrés Felipe Arias, conocido como el uribito. Aquí no hay debate sino unanimidad de seguir a quienes ya van por el país cantando que la victoria es “pan comido”.
En el terreno de los liberales la moneda está en el aire, al menos discursivamente. Pero los rumores y especulaciones en el PL, que preside el ex mandatario César Gaviria, apuntan más bien a que el partido en pleno se enganchará al carro ganador.
Momentos antes el candidato Jaime Pardo anunció que dejará a su militancia “en libertad” para decidir si se adhiere al carro del Partido de la U o se inclina por Antanas Mockus. Pero en sus filas se da por descontado que la maquinaria y la mayor parte de sus cuadros lo dejarán solo, como en su día dejaron sola a otra correligionaria, la senadora Piedad Córdoba.
Jalón de orejas
Esta mañana, ante las cámaras de la televisión, la política conservadora Ana Lucía Ramírez, ex ministra de Defensa en el primer gobierno de Uribe, pedía a sus correligionarios que atendieran al “jalón de orejas” del electorado. Lo cierto es que los resultados para los partidos históricos de este 30 de mayo son algo más que un simple jalón de orejas.
En opinión de analistas se trata una postración más parecida a un estado de coma, en el que los pacientes dependen de sus respectivos globos de oxígeno. Este auxilio viene de la nutrida votación que obtuvieron en los comicios legislativos de marzo pasado y que les dieron 36 por ciento del Senado y 42 por ciento de la Cámara, margen suficiente para negociar alianzas y conservar un papel secundario en la escena nacional.
Este hundimiento de los partidos convencionales, el PC –los godos– y el PL, no es un fenómeno aislado en América Latina. En la década pasada en la vecina Venezuela también quedaron reducidos a su mínima expresión, a golpe de procesos electorales sui géneris y el surgimiento de nuevas formaciones políticas, los dos partidos históricos COPEI (socialdemócratas) y Acción Democrática (demócrata cristianos).
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