El buen ánimo del Presidente contagia a sus colaboradores

El presidente Felipe Calderón conservó ayer la sonrisa en su rostro. No la quitó ni cuando el ex director del Cisen, Guillermo Valdés, advirtió de una eventual amenaza terrorista islámica en México. Al anunciar el que se espera sea el último paquete de cambios en su gabinete, con claro horizonte en 2012, se mostró afable con Ernesto Cordero, secretario de Hacienda saliente, para quien sólo tuvo buenos deseos y con quien incluso intercambió miradas, sonrisas y comentarios al escuchar las declaraciones de Valdés. El mandatario dio un tono de refuerzo y no de desbandada o debilidad propia del ocaso de un sexenio a la salida de quienes calificó de leales y capaces colaboradores en palabras, pero también con muestras constantes de empatía, e incluso esta vez parecía divertirse cada que el timbre de un teléfono celular interrumpía los discursos. El buen humor del Presidente se mostró también cuando Cordero se adelantó a aplaudir el discurso de Alejandro Poiré y a punto de sostenerle el antebrazo, le indicó que aún no terminaba de hablar el nuevo encargado de los servicios de inteligencia. Calderón compartió su sonrisa con los asistentes al mensaje e incluso levantó las cejas cuando encontró rostros que compartían su diversión por el aplauso precoz que soltó Cordero y que varios invitados siguieron por unos instantes. Antes, al escuchar de la amenaza terrorista, sólo por un momento, pareció que el presidente Calderón buscaba llamar la atención de Valdés, pues al escucharlo, casi rompió la formación que mantenía con los relevos y relevados del gabinete y se colocó en su lugar, de costado, viendo directamente hacia el atril. Tras unos instantes y ante la falta de una reacción del funcionario, el titular del Ejecutivo prefirió colocar en su rostro una amplia sonrisa que mantuvo hasta el final de ese discurso, aun cuando intercambió algunos comentarios con Cordero. Casi al final del acto realizado en el salón Manuel Ávila Camacho, de Los Pinos, un estornudo que se escuchó paradójicamente cuando hablaba José Ángel Córdova, ex secretario de Salud, provocó no sólo una sonrisa, sino la risa generalizada, que el Presidente contagió a sus nuevos y salientes colaboradores. Daniel Venegas y Lorena López, Milenio, 10 de septiembre.

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