PAN y PRD buscan vencer con “receta” priísta

Después de perder 120 curules en la actual Legislatura —63 el PAN y 57 el PRD—, y tras derrotas estrepitosas en 5 de 6 estados donde se realizaron elecciones para gobernador en 2009, panistas y perredistas, acérrimos rivales políticos, se dicen listos para enfrentar a su verdugo electoral, el PRI, en una alianza que despertó desde su origen suspicacias, enconos, disputas y divisiones.

El PAN y el PRD, históricamente confrontados por sus posiciones políticas, ideológicas y hasta electorales, tomaron como ejemplo, paradójicamente, al maestro de las alianzas, al propio tricolor, su enemigo a vencer, para concretar una estrategia similar que les pudiera rendir dividendos en las elecciones del próximo 4 de julio.

Pero también adoptaron vicios y prácticas del pasado de acuerdo con analistas políticos, quienes ven en estas alianzas un asunto pervertido, ya que partidos y candidatos no están interesados en buscar su legitimidad democrática en las urnas ni en acelerar un verdadero proceso de transición en el país, sino sólo en obtener o conservar el poder y los millonarios recursos públicos a los que se tienen acceso como gobiernos.

“El actual entorno hace que la elección pierda eso que creíamos que se había ganado en definitiva en 2000: que las elecciones fueran la fuente original de legitimidad del sistema político mexicano, pero lo que tenemos ahora, es un proceso electoral que no sólo es fuente de legitimidad, sino de ilegitimidad”, aseguró el analista político Lorenzo Meyer.

La decisión de las dirigencias nacionales del PAN y del PRD de fundirse en una coalición para encarar cinco de los 12 comicios para gobernador —Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla y Sinaloa—, despertó, casi en lo inmediato, opiniones de todo tipo, incluso entre los liderazgos de los principales partidos del país.

Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador fueron de los primeros en lanzar duras críticas contra la fórmula coalicionista. “Me parecen estas alianzas contrarias a los principios del partido (el PRD)”, declaró Cárdenas Solórzano, y agregó que se trata de un “gravísimo error de cálculo haberse aliado con el panismo nacional”.

En Acción Nacional no fueron diferentes las cosas. Fernando Gómez Mont y Manuel Espino criticaron las alianzas. El primero, como secretario de Gobernación, renunció a su militancia por la decisión y se declaró en franca rebeldía con el PAN. El segundo, ya confrontado con el partido que lideró de 2005 a 2007, habló de “alta traición” del actual dirigente nacional César Nava e, incluso, del presidente Felipe Calderón Hinojosa.

Para Meyer Cossío, las coaliciones dejaron de tener relevancia, ya que se trata ahora de un tema secundario, lejano de cualquier expectativa de cambio.

“Las alianzas no son la parte más importante de un proceso que ha llevado a castrar a las elecciones. Su valor como fuente de legitimidad se perdió. Ahora es sólo la lucha entre fracciones de la clase política por los dineros públicos. Entramos en un proceso de desilusión y decadencia”, opinó el historiador.

Ni con las alianzas vencerán al PRI

Desde finales de 2009, los partidos de la Revolución Democrática y de Acción Nacional comenzaron a explorar la posibilidad de aliarse bajo un simple principio, derrotar al Revolucionario Institucional, aunque para ello se hicieran a un lado las concepciones ideológicas. “Ni con estas alianzas se podrá evitar un triunfo del PRI”, vaticinó López Obrador, quien a pesar de contar con el respaldo de las tribus radicales del PRD, no logró revertir la decisión. El PAN mantuvo su argumento de que la alianza tenía un fin primordial: “Vencer a los señores feudales del PRI”.

Mauricio Merino Huerta, profesor en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), considera que ha sido “todo un desastre” el actual proceso electoral en cuanto a los comportamientos de los partidos y sus candidatos.

“Esperaba que hubiera mayor prudencia para tratar de seguir construyendo la ruta democrática, pero estamos viendo pésimos comportamientos, mayormente desleales de los partidos y sus candidatos, quienes sólo están dispuestos a ganar como sea”, aseguró.

Desde enero pasado, el PAN y el PRD comenzaron a definir, de manera discreta, pero concreta, alianzas para encarar al PRI en las elecciones del 4 de julio.

El primer experimento para integrar una alianza, por cierto fallido, fue en los comicios de Campeche, cuando el candidato del sol azteca a la gubernatura, Francisco Brown Gantús, fue “conminado” a declinar en favor del aspirante albiazul Manuel Ávila Lizárraga.

La decisión resultó un fracaso. El abanderado del PRI, Fernando Ortega Bernés, ganó esas elecciones del 5 de julio de 2009, con el apoyo político del Partido Nueva Alianza (Panal).

Desde ese día, hace casi un año, el tema de las alianzas se conformaba en el firmamento de ambos institutos políticos, vapuleados y humillados en los más recientes procesos electorales ante un tricolor que demostraba en las urnas que su poder iba en aumento y que podría crecer aún más.

Alberto Aziz Nassif, integrante del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, asegura que las alianzas dejaron de ser un factor en el panorama electoral. “En los primeros meses del año eran algo importante, pero dejaron de serlo. Ahora (las alianzas) están contribuyendo a una polarización que se agudiza cada día”. En su opinión, ahora son los recursos públicos los que interesa conquistar a partidos y a los candidatos.

Se refirió a la participación de los gobernadores en la actual contienda electoral y afirma que éstos siguen operando como en los tiempos del viejo régimen de los años 40, manipulando los recursos y las campañas proselitistas, haciendo toda la operación política para favorecer a su candidato. “Esto no ha cambiado en nada”, afirmó.

Mayer Cossío coincide con Aziz Nassif: “Las elecciones se están convirtiendo en los estados en una réplica de lo que eran antes de que se diera el supuesto gran paso hacia la democracia. Lo que pasa en Veracruz y Oaxaca es un claro ejemplo”, aseguraron.

PRI: ejemplo en alianzas

Fueron César Nava y Jesús Ortega, junto con Manuel Camacho Solís, quienes desde el arranque de 2010 esbozaron ya de manera formal el plan de acción para convencer, primero, y lanzar, después, una estrategia de alianza que les permitiera competir con cierta efectividad en la jornada del próximo 4 de julio.

Curiosamente, con esta estratagema política se pretende derrotar al PRI, que tiene en las alianzas una de sus armas más poderosas para dominar en el espectro político nacional.

Sólo en las elecciones de 2009, el Partido Revolucionario Institucional se alzó con el triunfo en cinco de los seis estados donde se realizaron elecciones para gobernador. Todas en alianzas.

Ganó en Colima, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Campeche, y sólo en Sonora fue derrotado. La tragedia en la guardería ABC inclinó la balanza en favor del candidato del PAN, Guillermo Padrés Elías, quien obtuvo 39 mil 815 sufragios más que el priísta Alfonso Elías Serrano, a quien prácticamente se le daba días antes como ganador en los comicios de ese 5 de julio de 2009.

Los 49 niños muertos en el incendio de la guardería subrogada por el IMSS, y el deslinde del saliente Eduardo Bours Castelo de la tragedia, le costó al PRI no refrendar la gubernatura.

Jesús Ortega, líder nacional del PRD, ve con optimismo las alianzas del sol azteca. “La idea de estas coaliciones es acabar con los gobiernos autoritarios que controlan sin equilibrio toda la vida social, económica y política en algunos estados”, argumentó. ¿Y cuáles son?, se le preguntó al líder nacional perredista. “Hidalgo, Puebla y Oaxaca, pero hay más”, aseguró el perredista.

Sobre el tema, Lorenzo Meyer afirma que “estas elecciones van a ser un reflejo de la falta de ética en la clase política y permitirán que la vida pública siga en este sendero de la degradación”.

Mauricio Merino apuntala esta concepción: “Los partidos van añadiendo cada vez más el ‘juego sucio’, más estrategias reprobables. Reclaman apoyos que están prohibidos, echan mano de todo lo que ellos mismos se han prohibido y, por ende, producen el peor de los ejemplos, generando señales que degradan la democracia”.

Aún así, Ortega cree en la trascendencia de estos comicios y lo define en una frase. “Vital ganar en estas elecciones”. Pero el panorama no es halagüeño. Encuestas ordenadas por medios de comunicación no dan victorias aplastantes a los candidatos de las alianzas PAN-PRD, a lo más un empate técnico.

El 4 de julio, Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas, renovarán gubernaturas, congresos locales y presidencias municipales. Hidalgo elegirá nuevo gobernador y Congreso local, mientras que Baja California y Chiapas renovarán sus Congresos y ayuntamientos.

Hoy, la mayoría de estas entidades están gobernadas por el Revolucionario Institucional, excepto Aguascalientes y Tlaxcala, cuyas administraciones recaen en el PAN, y Zacatecas en el PRD.

Para consolidar las alianzas, las dirigencias nacionales del PAN y PRD analizaron los triunfos electorales del PRI a lo largo de 2008 y 2009, y en todos los casos observaron que la estrategia del tricolor podría funcionar también en dos partidos tan disímbolos en lo ideológico como en lo estructural: PAN y PRD.

“Había que analizar todos los factores y antecedentes”, asegura Ortega. Contrariamente, López Obrador se quejó de la decisión y esgrimió que con esas alianzas, el sol azteca estaría validando el fraude electoral de 2006 y legitimando el triunfo de Felipe Calderón.

La guerra de las alianzas

El 4 de julio, 40 políticos —sólo 8 mujeres— competirán por la gubernatura de 12 estados: Aguascalientes, Chihuahua, Durango Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas.

Particularmente en estas elecciones, las alianzas y coaliciones dominarán en la mayoría de las plantillas. El PRI prácticamente se encuentra a la cabeza en este tipo de fórmulas, al asistir en coalición en 11 de las 12 elecciones para elegir gobernador. En otras palabras, mantendrá su fórmula aliancista para encarar los comicios de julio sin ninguna variación.

Coaliciones tricolores

En este esquema contenderá el candidato del PRI en Aguascalientes, Carlos Lozano de la Torre, arropado también por el PVEM y el Panal.

En Chihuahua, César Nava irá a las elecciones junto con el PT, PVEM y NAV; mientras que en Hidalgo, Francisco Olvera Ruiz asistirá a los comicios en una coalición PRI, PVEM y Panal.

En Oaxaca, Eviel Pérez Magaña estará acompañado por el PVEM; el candidato en Puebla, Javier López Zavala, será apoyado también por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), en tanto que en Quintana Roo, el aspirante priísta contará con el respaldo del mismo PVEM y de Nueva Alianza. En Sinaloa, el candidato del tricolor, Jesús Vizcarra, estará acompañado de igual forma por el PVEM y el Panal.

Rodolfo Torre Cantú, candidato del PRI en Tamaulipas, será impulsado por Nueva Alianza y PVEM. En Tlaxcala, el candidato del tricolor, Mariano González Zarur, irá en coalición con el Partido Verde Ecologista de México; mientras que en Veracruz, el aspirante priísta contará con el respaldo del PVEM. En Zacatecas, el alfil del PRI, Miguel Alonso Reyes, estará cobijado por los partidos Verde y Nueva Alianza.

Contrariamente, tanto el PAN como el PRD, que buscan revertir las repetidas derrotas electorales, para encaminarse con mayor fortaleza hacia los comicios presidenciales de 2012, sólo contenderán en alianza en cinco estados: Durango, con José Rosas Aispuro; Hidalgo, con Xóchitl Gálvez Ruiz; Oaxaca, con Gabino Cué Monteagudo; Puebla, con Rafael Moreno Valle Rosas y Sinaloa, con Mario López Valdez Malova.

En estas alianzas PAN-PRD estarán acompañados por Convergencia (en el caso de Durango, Hidalgo, Oaxaca y Sinaloa), Partido del Trabajo (Oaxaca) y Nueva Alianza (Puebla).

Beatriz Paredes Rangel, líder nacional del PRI, cree que en el caso de las alianzas PAN-PRD, son pervertidas y antidemocráticas y que “avergüenzan, emponzoñan y son espurias”.

Pero ni la detención del candidato del Partido de la Revolución Democrática a la gubernatura de Quintana Roo, Gregorio Greg Sánchez Martínez, por sus presuntos vínculos con el crimen organizado, fomento al narcotráfico y lavado de dinero, alteró la estrategia electoral adoptada por ambos partidos.
José Luis Ruiz, El Universal, 26 de junio.

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