Capriles: El “burguesito” que hace temblar al caudillo venezolano

Tenía 26 años cuando ocupó por primera vez un escaño en el ya extinto Parlamento venezolano. En 1999, se convirtió en el presidente más joven que nunca tuvo esta Cámara. De 2000 a 2008, ejerció como alcalde de la localidad de Baruta, en la metropolitana de Caracas y fue ratificado en el cargo en 2004 con casi el 80  del voto a su favor. Después, venció holgadamente a uno de los delfines de Hugo Chávez, Diosdado Cabello, para convertirse en gobernador de Miranda, el segundo estado más importante de . Y el 12 de febrero de este año, en un hecho sin precedentes en el país, consiguió  las voluntades de una fragmentada y hasta entonces debilitada oposición, que —con el 64 por ciento de los sufragios—le dio el visto bueno para convertirse en candidato a la presidencia. Está claro que la meteórica carrera política de Henrique Capriles Radonski está repleta de récords. La incógnita ahora es si logrará batir el último: derrotar al caudillo bolivariano Hugo Chávez en las elecciones de mañana y convertirse en el nuevo inquilino del Palacio de .

Enamorado de… la política. A este  de 40 años — Capriles Radonski se formó en  en la Católica Andrés Bello y cursó varios posgrados en Holanda, Italia y Estados Unidos—  su porte atlético y atractivo físico le han valido el título del “soltero más codiciado de la nación”.

Pero, pese a que los medios no dejan de atribuirle novias, la única pasión del presidenciable parece ser la política. Sus colaboradores más cercanos alaban su condición de “incansable trabajador” al servicio público y él mismo confiesa que la suya fue una vocación temprana: “Desde que tengo 11 años me gusta esto y le decía a mi mamá, ‘en cuanto cumpla los 18 me inscribo en un partido político’”. Efectivamente, al poco de rebasar la mayoría de edad se involucró en la “cosa pública”. Desencantado con las opciones que tenía a su alcance, en el año 2000 fundó con otros jóvenes su propio partido, Primero Justicia, de tendencia centro-izquierdista.

Capriles pertenece a la clase alta caraqueña. Su familia paterna posee una cadena de medios de comunicación y varias empresas inmobiliarias, la materna tiene en su haber el complejo de salas de cine más próspero de Venezuela. El presidente Chávez, que no se intimida a la hora de proferir improperios contra su oponente, ha aprovechado esta circunstancia en varias ocasiones para tildarlo de “burguesito” o de “oligarca”.

En su atrevimiento, el comandante le ha acusado de tener una tendencia “nazi”, aun sabiendo que Capriles tiene ascendencia judío-polaca, que sus bisabuelos fueron asesinados en el campo de exterminio de Treblinka y que su abuela sobrevivió escondida durante meses en un sótano del Gueto de Varsovia.

RAÍCES. La realidad es que, más allá de sus raíces, Capriles siempre ha tratado de desmarcarse de estas críticas y se ha preocupado por las clases desfavorecidas. A veces se comete el error de creer que cualquiera que se oponga a Chávez (que gusta de enarbolar la bandera de un supuesto nuevo socialismo bolivariano en lucha contra el yankee imperialista) ha de estar forzosamente vinculado a la derecha. Las tendencias políticas del líder opositor, sin embargo, se dirigen más hacia una izquierda con un sólido proyecto social que, hasta ahora, implanta con éxito.

Durante sus años como gobernador de Miranda (2008 a 2012), Capriles redujo en un 75 por ciento la criminalidad, restauró 500 centros educativos y otorgó atención médica a más de 100 mil personas.

Este político que se autodefine como “el gobernador de la educación” (“donde hay educación, hay oportunidades”, suele repetir) se confiesa seguidor del brasileño Luiz Inacio Lula da Silva y sus programas de hambre cero con un tinte de búsqueda de la justicia social. Por ello, no tiene problema en admitir que es necesario mantener los programas sociales, las famosas “misiones”, que implementó Chávez; aunque insiste en que hay que mejorarlas.

Méritos compartidos. Desde que se convirtiera en referente de la oposición, Capriles Radonski optó por una campaña conciliadora, alejada de la descalificación oficialista. Algunos lo han criticado por ello, pero lo cierto es que está convencido de que, parafraseando su eslogan, “hay un camino” hacia la reconciliación y el progreso del país. Y ello pasa por la moderación.

Su campaña insiste además en la cercanía con la gente y, por ello, Capriles ha recorrido más de 200 municipios “casa por casa”, porque, asegura, “es vital mantenerse cerca de la gente; sólo así podemos conocer sus problemas y trabajar en las soluciones”. Esta sencillez le ha valido el apoyo de opositores e indecisos. Y, aunque las encuestas lo sitúan todavía lejos del omnipresente presidente, él insiste en que “la verdadera encuesta será el 7 de octubre”.

Pero, para ser honestos, no todos los méritos pueden otorgársele sólo a Capriles. La situación en que se encuentra Venezuela, y que lleva las huellas de Chávez, —con la inflación más alta del continente, un caos en los servicios públicos a causa de la persecución del ‘bolivariano’ al sector privado y la corrupción en el sector público, y el mayor índice de criminalidad de América Latina— sin duda sirven de catapulta al renovado poder de convocatoria de la oposición.

El dinámico y entusiasta Capriles ha sabido transmitir liderazgo y cohesión. Como explica el profesor de la Universidad Complutense de Madrid y experto en comunicación política, Javier del Rey, “no sólo ha hablado de lo que podía ser su auditorio natural, sino también a un electorado fronterizo, desencantado, que pudo votar a Chávez, y que ahora es capaz de protagonizar, por primera vez, la transferencia del voto”. Existe pues la posibilidad de que después de 14 años lleguen vientos de cambio a Venezuela. Para comprobarlo habrá que esperar hasta mañana.

Carlota Torres Luró, La Crónica, 6 de octubre.

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