Cauteloso, Chávez advierte que en la elección todo está en el aire


Caracas, 3 de octubre. La pequeña marcha surca las calles de Altamira, a un costado de la plaza donde hace unos años hicieran plantón los militares antichavistas. La gente que sale de los centros comerciales y de las oficinas aplaude a los jóvenes que caminan con las banderas del partido Un Nuevo Tiempo (que se define socialdemócrata). Los aplausos arrecian cuando gritan: ¡Chávez y Elías (Jaua, el vicepresidente), les quedan pocos días!
En la urbanización (así se llaman las colonias) El Rosal, los camisas rojas hacen su propia fiesta. Un joven con rastas lanza vivas al presidente Hugo Chávez y en el sillerío le responden con gritos y risas: Lo sentimos, señora, mi amor, porque el domingo nosotros vamo a estar aquí festejando y usté estará llorando. ¿Dónde se va a meter?
Escenas parecidas ocurren en el transcurso del día, en el penúltimo día de campañas, mientras los candidatos recorren a paso veloz los estados con mayor número de electores, cruzando ataques y reiterando promesas.
Por el lado del chavismo, empleados del gobierno colocan carpas a las afueras de los edificios públicos, armados de bocinas y propaganda. Se impone la música llanera –que, ha confesado, no le gusta al candidato opositor Henrique Capriles Radonski, un católico de raíces judías– con letras que recogen las frases del comandante en jefe de la revolución. Habitantes de los barrios populares completan el cuadro con caravanas de vehículos que recorren la ciudad a todo volumen.
Estudiantes, sector perdido
Del lado opositor, los principales protagonistas son estudiantes de universidades públicas y privadas, un sector que el chavismo perdió hace mucho. Los jóvenes realizan asambleas en sus escuelas y después marchan por el Boulevard de Sabana Grande, hace poco adoquinado y equipado por Petróleos de Venezuela (Pdvsa). En una esquina se topan con un camión con carteles de Chávez y bocinas y al verlo estallan en un griterío: ¡Se ve, se siente, Capriles presidente!
Es la víspera de la avalancha que para este jueves ha prometido Chávez. Desde la oposición menudean las denuncias de que los burócratas están siendo obligados a asistir al cierre de campaña del presidente. Un empleado público dice a este diario: Yo voy a ir por gusto y porque no podemos ser menos que la oposición.
Los seguidores de Capriles, ciertamente, no han parado de presumir su concentración del pasado domingo como la mayor celebrada en la historia de Caracas.
Ana Elisa Osorio, dirigente del chavista Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), confirma la apuesta: Es una concentración que nunca hemos ensayado, solamente hemos llenado cuatro avenidas. Mañana (hoy) tenemos el reto de llenar siete.
Aquí, por lo visto, ni oficialismo ni oposición son de la idea de que las plazas no votan.
El presidente es popular porque no reparte culpas, las asume
En los últimos días de campaña Hugo Chávez ha bajado al Valle de los Humildes. Que nadie vaya a creer que ya ganamos el juego, dice en una concentración en Carabobo. Claro, antes ha asegurado que no tiene ninguna duda de su victoria este domingo.
Lo sobresaliente, sin embargo, es que en sus últimos discursos le ha dado por admitir las fallas de su gobierno y ha prometido que será mucho más eficiente los próximos seis años.
Esa postura, sostiene la socióloga Maryclen Stelling, no debe ser vista como un signo de debilidad. “Chávez ha entendido que tiene un ‘tiro en el ala’, que es la mala gestión de gobernadores y alcaldes. En los actos de campaña la gente lo llena de papelitos, es gente molesta que sabe que ni los ministros ni las burocracias le van a resolver sus problemas, que sólo confía en el presidente”.
Stelling afirma que en esa manera de ser de Chávez reside parte de su popularidad, pues en lugar de repartir culpas él las asume.
La socióloga se remonta al momento cuando Chávez nació a la vida pública venezolana, la noche del 4 de febrero de 1992, fracasada la intentona de golpe de Estado que encabezó: Asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano, dijo entonces. Claro, poco antes de ir a la cárcel, en el mismo mensaje, había soltado, en la televisión nacional: Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Y esas dos palabras, por ahora, lo pusieron en la ruta del poder que alcanzó en 1998.
Un hombre que uno no querría para una
La oposición ha encontrado en Capriles virtudes que antes de su elección interna no veía. Y el joven empresario ha hecho una campaña a ras de tierra armado de dos banderas: una feroz crítica a las políticas socialistas de Chávez y a lo que considera un torrente de promesas incumplidas… y la promesa de continuar las políticas de Chávez, sobre todo las llamadas Misiones, que no son otra cosa más que un conjunto de programas de salud, educación, empleo, vivienda y otros beneficios dirigidos a la población más pobre.
Capriles es, en todo caso, el principal beneficiario de un largo y penoso aprendizaje de la oposición, que pasó de un golpe de Estado a un paro petrolero, del abandono de la lucha electoral a la dispersión. A principios de este año se impuso en la elección primaria con una cómoda ventaja y fue así que resultó candidato de un amasijo de más de 30 partidos.
A pesar de su temprana militancia en uno de los partidos tradicionales (Comité de Organización Política Electoral Independiente, democristiano), Capriles no es un político tradicional. Fue, en 1998, diputado el presidente de la Asamblea Nacional más joven de la historia, a los 26 años.
En ese entonces vivía con su madre y a la periodista venezolana Milagros Socorro, que ahora lo apoya, le parecióel tipo de hombre que uno no querría para una, sino para una sobrinita que es muy hacendosa, muy callada ella.
El voto de Lula
Con otros jóvenes, Capriles fundó una agrupación que se convertiría en el Partido Primero Justicia, ganó una alcaldía y luego la gubernatura del estado de Miranda, plataforma para su candidatura presidencial.
Hombre de resultados, Capriles distribuye en estos días un cuadernillo de 124 páginas que tiene en la portada un corazón roto y se titula: 14 años de promesas incumplidas. ¿Vas a permitir que sean 20?
El corazón alude a la imagen y lema de campaña de su adversario (Chávez, corazón de mi patria) y es un detallado recuento de promesas de campaña y de gobierno que el presidente, según el recuento opositor, ha incumplido año tras año.
¿Nada se salva del chavismo? Claro que sí. Una promesa central de Capriles es preservar y fortalecer las Misiones, que la oposición siempre ha criticado por clientelares y carentes de institucionalidad.
Las Misiones son sagradas, dice Angel Oropeza, líder opositor, en Globovisión, un canal que transmite durante todo el día propaganda de Capriles y críticas a Chávez, así sea disfrazadas de noticias, quizá para contrapesar las cadenas obligatorias que el presidente impone para transmitir sus mensajes.
Aparte de mantener las Misiones, no está muy claro cuál sería, en caso de ganar, el programa de gobierno de Capriles, toda vez que firmó un documento de la Mesa de Unidad opositora, pero los chavistas juran que lo primero que pondría en práctica sería un paquetazo neoliberal que acabaría con las conquistas sociales que los veneros de petróleo hacen posibles.
Capriles ha dicho que su gobierno emularía al Brasil de Lula: crecimiento económico con acento social.
Lo malo es que su admirado Lula ha dado un respaldo explícito a Chávez. Lo bueno, dijo el candidato opositor a O Globo es que Lula no vota en Venezuela.
Arturo Cano enviado, La Jornada, 4 de octubre.

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